La suerte que ha corrido el lobo atrapado el pasado mes de febrero en un cepo instalado furtivamente en el término de Anta de Rioconejos, y que fue soltado de nuevo a la naturaleza tras su rehabilitación en el Centro de Recuperación de Villaralbo, es todo un interrogante. Para algunos un mal presagio porque el dispositivo localizador que le fue instalado en el cuello ha aparecido en un arroyo de la localidad de Lanseros. Este hallazgo hace temer a los responsables de Medio Ambiente que el cánido haya perecido por razones aun desconocidas. Pero también se baraja que la pérdida del localizador no vaya acompañada con la muerte del depredador. El dispositivo fue encontrado por los técnicos que llevan adelante el proyecto de investigación del mejillón de río.

El rastro del localizador dejó de detectarse en torno al 21 de mayo en el término municipal de Espadañedo y el dispositivo apareció la pasada semana, sin rastro del lobo que lo llevaba acoplado encima. Las personas que lo encontraron son técnicos que trabajan en proyecto LIFE-Nayade que frecuentan los cursos de agua para el control de los mejillones de río, en los afluentes y el curso principal del Río Negro.

El hallazgo se produjo en torno al pasado 10 de julio y se comunicó al Servicio Territorial de Medio Ambiente.

El rastreo del animal dejó se seguirse a unos 10 kilómetros del punto donde fue devuelto a la libertad el pasado mes de marzo en la zona de Anta.

En cuanto a las hipótesis que se barajan, desde el Servicio de Medio Ambiente en relación a la aparición del localizador, no se descarta ni una acción furtiveo, ni una pelea con perros pastores de la zona. No es esta la primera vez que se encuentran perdidos los localizadores colocados a los lobos, como ya ocurriera con uno en el término de Pedralba de la Pradería y otro ejemplar marcado procedente de Portugal.

El lobo portador del dispositivo había sobrevivido a la captura en un lazo instalado aviesamente entre la vegetación de un monte de Anta de Rioconejos, presumiblemente por cazadores furtivos.

Casi un mes después de su traslado al Centro de Recuperación de Especies Protegidas de Villaralbo, donde salió adelante de las lesiones producidas por el cable metálico, responsables del Servicio de Medio Ambiente devolvían a su hábitat al cánido, y no en la Sierra de la Culebra, sino en los montes de la Requejada de donde al parecer procedía el grupo familiar.

Unos cazadores que se encontraban de montería en la zona encontraron a los dos lobos atrapados en lazos metálicos en un robledal en el término de Anta de Rioconejos, a escasa distancia el uno del otro.

Los animales, dos machos adultos y ya desarrollados, aparecieron atrapados y fueron descubiertos cuando uno de ellos aulló y puso en aviso a los perros de la montería y a la partida de cazadores. Los lobos estaban inmovilizados en las trampas y de inmediato los cazadores alertaron a la Guardia Civil y al Servicio de Medio Ambiente. Uno de los lobos tenía una pata amputada por la acción del cable de acero.

En la zona había una veintena de trampas similares y restos de sangre y pelo de la captura de otros lobos, lo que hace presuponer que el furtivismo es una práctica habitual en la zona. No dejó de llamar la atención que además ocurriera en una zona donde vedada a la práctica cinegética.