Asomarse al precipicio en el Pozo de los Humos, cruzar por debajo del Airón, observar la interminable caída del Nervión, sentir cómo el agua acaricia la roca en el Chorro Grande de Guadarrama o quedarse absorto, sin parar de mirar, en Orbaneja del Castillo y Pedrosa de Tobalina€ Todo ello, y solo es una parte, puede ocurrir en Castilla y León, principalmente tras un episodio de lluvias como el actual.

Un disfrute más. La comunidad y sus espacios naturales representan eso. Un paisaje único desde un extremo a otro, un paraíso continuo. Y las cascadas y saltos de agua forman parte de la emoción, de la paz, del sentimiento, como si quisieran llamar la atención durante unos días€ Una metáfora de la vida: desde donde el agua mansa camina con tranquilidad y, de repente, un ´acelerón´ provoca cambios extremos para intentar adaptarse a la nueva situación, en este caso, un cauce diferente que, más adelante, provocará más cambios.

No existe una cifra de cascadas. Sería impensable. Algunas incluso no están ni catalogadas. "Lo importante en Castilla y León es la frecuencia de las mismas, porque algunas tienen una funcionalidad de solo un día o dos. Gente que ha pasado y ha visto una surgencia y al día siguiente va un amigo y no lo ve", desliza la profesora titular de Geografía Física de la Universidad de Valladolid (UVa), Teresa Ortega, quien subraya que se trata de un "elemento paisajístico de primer orden", de los "más hermosos que se producen en la naturaleza". "Raro es el espacio natural que no cuente con cascadas o saltos de agua", incide.

"Son una pasada porque mezclan la serenidad, arriba y abajo, con el agua despeñándose. Eso es la vida", matiza César Ferrero, coautor del libro ´Cascadas y saltos de agua naturales en Castilla y León´. "En estos lugares tan abruptos normalmente la huella humana está lejos y la biodiversidad está más desarrollada. Eso motiva que los parajes son más idílicos, en un entorno integral", destaca.

Sería difícil decidir cuáles son aquellas que esconden más belleza, las más atractivas para el visitante, las que más ofrecen o, incluso, las menos peligrosas. Pero todas tienen un denominador común: transmiten emociones y sentimientos, paz, agua dentro de un cauce al ralentí que, en un momento puntual, detrás de importantes precipitaciones, echa a correr para entregarse hacia la roca que la espera metros abajo.

Por ello, la Agencia Ical ha realizado una selección de estos elementos únicos de la naturaleza, una representación de una Comunidad. Todas ellas se ubican en la periferia, por razones lógicas montañosas, y solo Valladolid llora la ausencia de una cascada.

Teresa Ortega aclara la división existente: "En las cascadas confluyen caudales y desniveles bruscos. Cuando el agua salta por encima de tres metros y una pendiente de 30 grados se considera salto de agua; si el desnivel es de varias decenas y el caudal se intensifica, se prefiere hablar de cascada; y cuando son centenares de metros, con volúmenes de caudal importantes, son cataratas". Habitualmente, en la parte alta son bastante estrechas o alargadas y luego cambian a morfología más escalonada. De hecho, una misma cascada puede mostrar varias formas y ello puede motivar sus distintas nomenclaturas: chorro, chorrón, colas, resbaladeros, toboganes€

Existen dos grupos en la comunidad. Ortega las define entre las que se forman en pequeños arroyos, zonas de cabecera y de montaña, provocados por fallas, que se dan en la Cordillera Cantábrica, Segundera, Sanabria, Arribes del Duero, Sistema Central e Ibérico; y las que destacan en la zona nororiental de Castilla y León, en Burgos, "surgencias de relieve plegado, cadenas, pliegues de cobertera", que predominan en la comarca de Las Loras y en la sierra cretácica exterior del Sistema Ibérico.

El hecho de que las cascadas estén principalmente en espacios protegidos a veces genera que gran parte de la población se desplace en momentos puntuales. "Es totalmente legítimo", aclara la profesora Ortega, quien demanda "cierta precaución por la peligrosidad y por el posible deterioro ambiental de estos lugares".

"En Castilla y León somos unos privilegiados, porque las cascadas son muy frecuentes", resume. Y lo justifica en que en otras partes del país, de la mitad sur, también las hay, pero como precipita menos pues surgen de forma poco habitual. Así sucede zonas de Castilla-La Mancha y Andalucía.