Centenares de vidrialeses se han dado cita para participar en la romería del Valle de Vidriales. Un año más por estas fechas, el santuario de Nuestra Señora la Virgen del Campo, en Rosinos de Vidriales, se viste de gala para recibir a los romeros. Desde que hace unos años se constituyera la asociación «Amigos de la Virgen del Campo», la cita romera viene incrementando el número de participantes, aunque ya sólo se limita a los actos religiosos. Únicamente, Angélica, la pulpera no deja de acudir con su puesto ambulante a esta cita romera como lo venía haciendo desde niña, ofreciendo el sabor tradicional del rico pulpo en la cazuela.

Durante la semana previa, se ha venido celebrando diariamente en el santuario un novenario de misas aplicadas por las parroquias del valle de Vidriales.

Con todo boato y solemne ceremonial, la Señora portada en andas desfilaba por el pasillo central del templo mariano. Una cruz de guía y los ocho cabilderos portando las varas abrían el cortejo ante los primeros flashes de las cámaras fotográficas. La pequeña imagen donada al santuario y que sustituye a la pequeña talla románica cruzaba la entrada principal, sólo abierta para las grandes ocasiones como la del domingo.

Los sones de la banda musical «Amistad» hacían de heraldo en la explanada. Sobre terrenos de una necrópolis romana y como testigo excepcional el enclave de los campamentos militares de Petavonium y el crucero instalado junto al templo.

Eso si, como viene siendo habitual todos los años, el turno de devotos para portar las andas de la Virgen es incesante. Incluso el rector del santuario, el cura Víctor Murias, tuvo que recomendar previamente un poco de paciencia advirtiendo de que el desfile es largo.

Dos pequeños monaguillos ataviados con ropajes de estreno, con inmaculados roquetes, hacían de acólito turiferario y portador de la naveta con el incienso siempre junto a la Señora y bajo la atenta mirada de los dos curas oficiantes. En esta ocasión, la coincidencia con las misas dominicales mermó la asistencia de sacerdotes de la zona, aunque todos ellos oficiaron misas durante el novenario.

La amenaza de lluvia, sucedida de unas fuertes y momentáneas rachas de viento, provocó que se acelerase la marcha de la comitiva a pocos metros ya de llegar al templo. El tañido de las campanas seguía incesante anunciando que la Señora del Valle estaba en la calle, con sus devotos llegados de los pueblos de Vidriales.