«Me gusta leer las noticias, así me entero porque la televisión no la oigo» dice la venerable vecina de La Torre del Valle, Aurora Losada García, quien el día de Todos los Santos, cumplirá 106 años de vida. Con su avanzada edad es una asidua lectora de La Opinión- El Correo de Zamora. «De mi tiempo no creo que lea nadie como yo» advierte con orgullo la abuela de la comarca no sin antes reprochar la menuda letra impresa en los diarios. «Tenían que hacer las letras más grandes» dice la señora Aurora en referencia a su ya gastada vista, aunque «para los santos y las letras grandes (fotos y titulares) no necesito las gafas», confiesa riendo.

La venerable señora Aurora cumplirá el día 1 de noviembre 106 años gozando a su avanzada edad de una memoria que para si quisieran muchos de sus vecinos. «La procesión está por dentro» confiesa refiriéndose a los achaques de salud. Pocos, porque la señora Aurora es de pasos cortos, pero firmes y asentados y su historial médico, según los familiares, es de corta lectura. Eso sí, los oídos ya le fallan pero su atenta mirada sobre el interlocutor le hace poner en situación de inmediato gracias a su sexto sentido.

Toda una vida en su pueblo natal, en La Torre del Valle, desde que nació el primer día de noviembre del año 1905 cuando entonces su vecindad se componía de 458 habitantes, de ellos una cifra de 244 eran mujeres y 214 varones. Eran otros tiempos, un siglo y cinco años antes. Actualmente La Torre, junto a Paladinos, dispone de una población de 90 varones y 84 mujeres, en total 174 habitantes.

«¡Qué tiempos aquellos!». «Las pasamos canutas, trabajar mucho y no comer casi nada. Dicen que llegar a vieja es de no trabajar, eso es mentira, yo trabajé mucho, no como la que más, pero si como otra cualquiera en aquella época», evoca con vehemencia sus años de juventud acudiendo en cuadrilla familiar a las faenas de la siega en los campos palentinos. «Entonces veíamos todos los pueblos por donde pasábamos, ahora se va en coche y no se ve ninguno», explica la venerable vecina de La Torre aludiendo a su cita con la hoz y la mies a lomos por turnos de un asno. De este pueblo partían en el mes de junio cuatro cuadrillas de media docena de personas a segar. Un trayecto de algo más de tres días, «durante el que no veíamos más que terreno y bichos», durmiendo en el suelo y ya con suerte en las morenas compuestas por las segadas gavillas de la mies. El verano, de siega y de sol a sol en aquellas extensas campiñas de mies. En aquella época fueron muchas las mujeres de la comarca que dejaron sus sudores en los campos zamoranos, palentinos y vallisoletanos. No había tiempo para entretenimientos.

Los cultivos de huerta y la próxima vendimia esperaban ansiosos la llegada de las mujeres de La Torre. Y es que en eso se ha basado la azarosa vida laboral de la venerable vecina de La Torre del Valle, de la huerta y de las viñas, incluso del cuidado de un rebaño de ovejas.

Los surcos que se muestran en su tez blanquecina dejan entrever un agraciado rostro en sus tiempos juveniles cuando se casó con otro vecino del pueblo, con Vicencio García. De su matrimonio tuvo siete hijos, tres de ellos ya fallecidos: Arcadio, Leoncia y Eugenio. Cuatro de sus hijos acuden a visitarla a su casa familiar: Elicesio, Luis, Fredesvinda y Horacio, este último es el único soltero y con quien reside habitualmente. «Tengo los hijos que ninguno es feo, bueno son del montón», dice riéndose. La saga familiar se completa con una descendencia de 11 nietos, 12 biznietos y un tataranieto. El pequeño Hugo, con cuatro años de edad, es el benjamín de la familia.

Aurora Losada, la señora Aurora, recuerda con cariño el homenaje que recibió el año pasado junto a un numeroso grupo de personas mayores en el Teatro «Reina Sofía» de Benavente». «No tengo palabras para expresar mi agradecimiento», confiesa. «¿Quiere unas pastas?» dice al redactor antes de despedirse no sin antes expresar un sentido deseo: «salud para que cumpla más años que yo», dice la venerable señora Aurora.