«A mi la madera me tira mucho, aunque el taller ha ido evolucionando con los tiempos hasta convertirse en una fábrica de ventanas de pvc». Así se expresa el vecino de Santa Marta de Tera, Luis Barrigón Ballesteros, quien a sus 74 años recobra los orígenes de su verdadera pasión, el trabajo con la madera. El oficio de carretero como su padre. Este constructor de carros es el último carretero de la comarca y de la provincia. El pequeño taller de carpintería de 40 metros cuadrados ubicado en la carretera de Benavente, en la planta baja de una vivienda, aunque comenzó a trabajar haciendo puertas y ventanas, primero de hierro y después de aluminio, se convirtió después en una fábrica de ventanas en unas amplias instalaciones junto al parque de «Las Eras» de Santa Marta.

El mimo con el que siempre Luis Barrigón aprendió de su padre a trabajar la madera ha procurado extenderlo a sus obras en la carpintería metálica. Ahora que goza de su jubilación tiene más tiempo para dedicarse a su oficio primigenio, el de carretero. Para ello ha tenido que fabricar los antiguos utensilios como el compás para redondear las ruedas, las gubias, antiguas sierras e, incluso un torno hecho por el propio artesano de la madera para tornear los cubos o mazas de las ruedas de los carros. «Cuando empecé a hacer las ruedas, hice el torno porque no encontraba uno como yo quería», confiesa. Los carros son construidos a escala como los originales, pero la perfección de detalles de estos vehículos de transporte serían la envidia de nuestros abuelos. Sólo les falta para ser la fiel reproducción, la tablilla obligada por los Ayuntamientos y que era supervisada por la Guardia Civil para poder circular. Hasta dispondrán de ese elemento, aseguraba ayer Luis Barrigón ante la advertencia del interlocutor. Todo de madera, sólo falta el hierro que le hacía en la fragua su tío Ginés. Ahora, incluso modela a base de lima el hierro que aplica a sus carretas.

En dos años ya ha hecho tres carros que podrían servir para ir tirados por asnos y ya se encuentra inmerso en pleno proceso constructivo de uno más. Las tablas de madera de encina, serrada hace 55 años han servido para construir los carros objeto de admiración. Primeramente construyó uno de viga o de bueyes, después otro para las caballerías o de varas y, por último, otro de bueyes pero de abrazadera como los carros primitivos. Se trata de un carro con una viga abierta por el medio, «hay que hacerle forma y es más complicado» advierte.

Las ruedas con el eje correspondiente, incluso las «cabijas» o clavijas a las que sólo les falta la capa de grasa abundante en todos los carros, la caja o deshojado que va montado sobre el eje, los tentemozos o puntales de sujeción, e incluso los cañizos y pernillas, la viga con sus «aimones», uno a cada lado de la pértiga, donde se fijan las «costanas», los «verbiones» con sus ranuras, una barra delante y otra detrás, las presas, los varales, los telerines, las costillas, la «contrapernezuela» y las pulseras. Todos estos últimos elementos en la caja del carro y otros muchos más que este constructor de carros ha tenido que hacer números y recordar cómo era cada una de las piezas. Eso sí, Luis Barrigón, deja la madera en su color original para que se aprecie con todo detalle, aunque recuerda bien el vivo colorido con motivos florales y animales con el que eran pintados los carros de madera.