Vivimos en una provincia maravillosa, un paraíso de biodiversidad, con dos especies emblemáticas: el lobo y la avutarda. Ningún otro territorio del mundo tiene una densidad de población tan grande por kilómetro cuadrado de cánidos salvajes y aves voladoras tan pesadas. Somos la envidia de la parroquia.

Vivimos en una provincia maravillosa, un espejo natural que retrata, en un espacio reducido, la Castilla profunda, el León más seminal, la Galicia menos húmeda y el Portugal más llano. Dos parques naturales que enmarcan el lago de origen glaciar más grande de España y la muesca más profunda del Duero depredador. Y dos reservas, una natural y otra de caza, envidia de la parroquia.

Vivimos en una provincia maravillosa, con un medio ambiente virgen, donde se respira como antaño. Hay tranquilidad, seguridad -solo salpicada por pequeños sustos que, de momento, no van a más-, un territorio sin apenas distancias, donde un porcentaje amplio de la población va a trabajar andando y en el camino saluda y pregunta por la madre de Juan y el padre de Pedro. Ambiente familiar, una red vecinal que todavía sujeta el entramado social. Somos la envidia de la parroquia.

Vivimos en una provincia maravillosa, con seis denominaciones de origen (en vino, somos una autoridad; en queso, una referencia internacional; en chorizo, la madre de todos los embutidos); cuatro indicaciones geográficas; marcas de garantía, alimentos exquisitos que impulsan una gastronomía única labrada a lo largo de siglos y de una historia embridada con el nacimiento del país; sumamos manifestaciones populares únicas, como las mascaradas de invierno, fiestas de quintos, festejos taurinos, cultura agraria. Somos, que nadie lo dude, la envidia de la parroquia.