La amazonía peruana ha sido el tercer destino de la zamorana Diana Crespo Urones desde que decidiera dedicar gran parte de sus vacaciones a participar como voluntaria en diferentes proyectos que la ONG Taller de Solidaridad tiene alrededor del mundo. Tras viajar a Filipinas el pasado año, en esta ocasión decidió regresar a Perú, aunque a una comunidad mucho más pequeña e indígena, en Chiriaco, donde la organización gestiona desde hace casi medio siglo un internado, con cerca de 500 niños. Su labor se centró sobre todo en acompañar a estos alumnos en su proceso educativo.

Esta profesora del colegio San José de la capital conoció la labor de esta a través de las siervas de San José, que gestionan y trabajan en ella con diferentes proyectos, la mayoría con las mujeres como protagonistas, puesto que ellas son el soporte principal de las familias en esos lugares, pero también con el objetivo de ayudar a los niños y jóvenes de las aldeas más desfavorecidas. Previo a estos viajes, la ONG forma a los voluntarios, que también cooperan para buscar ayudas para los proyectos de cooperación y capacitación que se desarrollan. "Lo que hacemos no es tanto darles lo que necesitan, sino más bien capacitarlos para que ellos mismos puedan desarrollarse", precisa la zamorana, que ha compartido vivencias en esta ocasión con las comunidades indígenas de awajún y wampis.

Manos a la obra

Además de las clases, la zamorana participó en la construcción de dos nuevas aulas para el internado. "Las clases son abiertas, al aire libre, integradas con la naturaleza. Mientras dabas clase podías ver toda la selva", describe. De este modo, reconoce haber descubierto una vegetación asombrosa, con preciosas orquídeas salvajes, además de mariposas y saltamontes de gran tamaño. Allí, poco a poco, se fue haciendo con el cariño de los niños. "Al principio son muy tímidos, pero luego no paran de darte abrazos", asegura. Tras la etapa educativa, con tan solo 16 años, muchas niñas comienzan a trabajar y se van a Lima, la capital, a servir. "Es similar a lo que ocurría en España hace muchos años", compara. Y esta experiencia es la que lleva cada nuevo curso a sus alumnos en Zamora. "Les enseño muchas fotos y les cuenta miles de anécdotas. Lo que más les alucina es conocer cómo viven los niños allí y la de kilómetros que tienen que hacer para acudir a clase, atravesando la selva", explica.

El grupo de voluntarios aprovechó además las semanas que los alumnos tuvieron vacaciones para desplazarse hasta la localidad de Santa María de la Nieva, donde colaboraron con el Servicio Agropecuario para la Investigación y Promoción Económica. "Este departamento lo pusieron en marcha los jesuitas a petición propia de los indígenas. En esta zona había mucha cocaína y se estaba convirtiendo en un problema, así que querían que les dieran formación para poder salir adelante sin ella", explica la zamorana. De ahí surgió esta asociación que fomenta, a través de Taller de Solidaridad y con la ayuda de entidades como La Caixa, la capacitación de estas personas para recolectar productos agrícolas y ponerlos a la venta. "La forman más de cien familias y sobre todo se dedican al cultivo del plátano", apunta la profesora.

Testigo directo

El objetivo que más valora de esta experiencia de voluntariado es ser testigo de lo que Taller de Solidaridad realiza allí. "Se trata de personas que están muy conectadas con la naturaleza y les gustaría poder mantener su cultura al tiempo que luchan por sobrevivir. Nosotros colaboramos con proyectos en esas zonas y puedo corroborar que el dinero que recaudamos en Zamora para todo ello llega y se utiliza bien", subraya. Así ha pasado con todo lo recaudado para la construcción de una de las nuevas aulas del internado, en las que han colaborado monetariamente los socios zamoranos de la ONG.

El gusanillo del voluntariado ya está plenamente introducido en esta joven, quien reconoce que este camino lo comenzó "por simple curiosidad, porque que me gusta viajar de una manera diferente y visitar países y culturas diferentes". Así, el primer año participó en un centro de acogida de Perú para niños y adolescentes trabajadores con el objetivo no solo de darles formación, sino también apoyo en valores y juegos. "En definitiva, darles la oportunidad de ser niños", resume la profesora. "Allí fue donde me enganchó el voluntariado", añade. Y es que lo que más le gusta de estas vivencias es ayudar y conocer a gente "que te lo da todo sin pedir nada a cambio. Aunque suene tópico, esa es la realidad y yo la he vivido", valora.