A pocos días de regresar a Zamora, la estudiante Carla Martín Monteso apura las últimas jornadas en el instituto Wheatland R-II School District, en la ciudad de Wheatland, en Misuri, donde estudia el equivalente americano a 2º de Bachillerato. Ha sido una experiencia de todo un curso en Estados Unidos gracias a la beca Fundación Amancio Ortega, con la que ha cambiado a sus compañeros del instituto La Vaguada de la capital, por otros jóvenes que la recibieron con los brazos abiertos. "Al principio me costó un poco hacer amigos, más que nada porque era callada durante las primeras semanas, ya que me daba mucha vergüenza hablar. Pero ahora tengo muchos amigos y me llevo bien con toda la gente del instituto", agradece esta zamorana.

Esta beca -de la que este curso disfrutan otros dos estudiantes zamoranos- se podía desarrollar en Canadá o en Estados Unidos y ella tenía claro desde el primer momento su elección. "Desde pequeña me ha interesado la idea de viajar a Estados Unidos. Supongo que la influencia de la televisión tiene mucho que ver, con todas esas películas y series sobre adolescentes. Eso hizo que me entrara la curiosidad y ganas de estudiar aquí. Aun así, Canadá es un país que quiero visitar en el futuro", puntualiza.

El instituto cuenta con unos 190 alumnos. "En mi clase somos veinte estudiantes y aunque a veces puede ser una ventaja, porque conozco a todo el mundo, hay ocasiones en las que desearía que hubiera más gente", señala. Así que la primera diferencia con su instituto zamorano es el tamaño, aunque cuente con más cursos. "Otra gran diferencia es que no tengo todas mis clases con gente de mi edad, debido a los pocos estudiantes que hay, algunas asignaturas combinan diferentes cursos", explica.

Además, considera que las clases son mucho más sencillas. "Tengo todo sobresalientes y apenas necesito estudiar. No hay exámenes para todas las asignaturas y en algunos incluso dejan utilizar notas. Tampoco hay muchos deberes, por lo que puedo salir con mis amigos entre semana, cosa que en España no podía hacer", compara. Un aspecto que destaca de este tipo de educación es la gran implicación que se tiene con los deportes.

Acorde con el instituto, la ciudad en la vive es muy pequeña, con apenas 380 habitantes. "Básicamente es como si viviera en un pueblo", compara. Eso hizo que uno de los primeros problemas a los que tuvo que enfrentarse fuera el transporte, ya que necesitaba coche para realizar cualquier actividad fuera de casa y ella no podía conducir, "así que siempre me toca preguntar a mis padres de acogida o a algún amigo si me puede llevar en coche", reconoce. Así, ha podido conocer Pensilvania y Nueva York.

Y es que la inmersión con esta beca es total, puesto que, además de integrarse en el instituto, también reside con una familia de la zona. "Vivo con un matrimonio de criadores de perros. Tienen varios hijos, pero ya no viven en la casa. Durante un tiempo conviví allí con otra estudiante internacional, pero ya regresó a su país, así que me he quedado como hija única", bromea.

Y esta nueva familia es la que le sacó más de una sonrisa en una de las peores épocas de esta experiencia, cuando se acercaron las navidades. "Estaba pasando por una fase algo dura y se me hizo difícil no estar con mi familia durante esas fechas. Pero nos fuimos de vacaciones y al final resultaron ser unas buenas navidades", agradece.

Además de enseñar cómo es España y Zamora a todos sus compañeros a través de algún trabajo, Carla Martín reconoce que está aprendiendo mucho vocabulario nuevo. "Mis amigos y mi familia de aquí me dicen que mi acento ha mejorado, la mayoría del tiempo pienso en inglés y cuando estoy hablando con gente de Zamora a veces incluso me salen palabras en inglés", afirma.

Casi con las maletas hechas, la joven asegura que esta experiencia "ha supuesto un cambio de vida, en la que he salido de mi zona de confort. He aprendido a relacionarme mejor con la gente, a hacer nuevos amigos, a perder mi timidez y a mejorar mi inglés", resume para finalizar.