El Buenos Aires de la primera mitad del siglo XIX, como ocurrió también en Chile, se convirtió en destino de un numeroso grupo de zamoranos emprendedores, muchos de ellos de Fermoselle, que pusieron en marcha importantes negocios en la capital porteña. Natividad Carrera recuerda muchos de ellos, como uno en la calle Pozos, detrás del Congreso, «una lechería donde vendían el vaso de leche con crema, crema con vainillas, huevos fritos y minutas», y que se llamaba "El Zamorano. Viandas y Minutas". También en pleno centro de Buenos Aires, en la Calle Independencia, se ubicaba "Fotografía Fermoselle".

Un hermano de Concepción Marcos, José, montó lo que con el tiempo se convertiría en uno de los negocios más boyantes de todo Chile. Se llamaba "El Encaje Fermosellano", en la calle Carlos Pellegrini y Lavalle. José Marcos fue un fermosellano que emigró a los 14 años, analfabeto y sin oficio. En Chile trabajó con un paisano en encajes. Estudió de noche y fundó en Santiago de Chile "El Encaje Fermosellano", la mejor tienda de la ciudad en aquella época. «Luego tomó partido en España por el franquismo y formó la Agrupación "Región Nacional Franquista" haciendo de orador de reuniones partidarias en la plaza de España de Chile», relata su sobrina. Los republicanos lo repudiaron y algunos paisanos dejaron de tratarse con él. José Marcos Vaquero. Luego se fue a Argentina.

En la familia Carrera-Marcos hubo muchos más emprendedores. Leonor, la primera de las hijas de Concepción que llega a Argentina, pronto se empleó en el sector del calzado. Teresa, que hizo el viaje sola a sus 11 años, primero trabajó en un taller de plancha con unos primos y luego se volcó en la restauración de encajes viejos. Tal era su habilidad, cuentan, que «restauró la mantilla de Manuelita Rosas», hija del dictador Juan Manuel de Rosas, que gobernó Buenos Aires durante casi 30 años. en la primera mitad del siglo XIX.