Con apenas 21 años decidió dejar su trabajo como labrador en las extensas tierras familiares en Pereruela y emprender una aventura rumbo a Cuba para huir de lo que pensaba podía ser una muerte segura en la guerra que se libraba en el norte de Africa. Acompañado de su esposa inició una nueva vida en la que hizo de todo para sacar adelante a su mujer y seis hijos. Emprendedor y sin apenas estudios, construyó viviendas, montó negocios y cultivó campos. Por dedicarse, hasta hizo de improvisado "partero" cuando reclamaban sus servicios quienes sabían de su habilidad innata para traer niños al mundo. Juan Chicote Carnero se convertía así en el primer eslabón de cinco generaciones que a partir de él dividirían su origen entre Cuba y Zamora.

El emigrante nació en Pereruela el 11 de julio de 1878. Aunque trabajaba en el campo junto a su padre, al tiempo se empleaba en la alfarería típica de la zona. En esto último coincidía con Martina Carnero Lorenzo, una joven sólo un año mayor a la que conocía desde niño.

La pareja, tras un noviazgo, se casa con la intención de emigrar a Cuba y que Juan se salvara de lo que podía ser una participación casi segura en las batallas que se mantenían en aquel entonces en el norte de Africa. Angel, su madre, lloró al conocer la decisión, pero al igual que el resto de la familia apoyó a los jóvenes. Con sigilo ambos prepararon el viaje y emprendieron travesía rumbo a la isla caribeña, donde ya residían algunos conocidos del pueblo. Tenían 21 y 22 años. Corría 1899. Lo que no sabían entonces es que sólo regresarían, de forma puntual, en tres ocasiones, una a los dos años y la última, ya en la vejez, para despedirse de la tierra que les vio nacer y regresar a Cuba con los suyos.

El primer destino del matrimonio en el país fue Santiago de Cuba, donde Juan Chicote empezó a trabajar en las minas de Daiquirí. En aquel entonces la pareja estaba encantada con el clima y la posibilidad de poder cultivar en la tierra durante todo el año, en contraposición a las limitaciones que imponían las heladas castellanas. A los dos años el matrimonio regresa a España para ver a la familia. Ella iba embarazada y ya en Pereruela nace otro hijo. Pasado un tiempo, más de un año, vuelven a Cuba para terminar de ahorrar y con el firme propósito de instalarse en Zamora con sus hijos aún pequeños, comprar terrenos y dedicarse a la agricultura y la ganadería.

En esta segunda etapa optan por vivir en Ceballos, donde realizaban labores en agricultura. De ahí pasarían, tiempo después, a la ciudad de Ciego de Avila. Emprendedor, el zamorano compró una parcela cercana a una central azucarera y construyó once casas. Se quedó con una pero alquiló diez y puso en marcha un negocio con una bodega que llevaba Martina ayudada por su hija. De hecho, esta última era tan pequeña que tenía que subir a una caja para poder utilizar la romana y pesar los productos que vendían. Martina colaboraba también no sólo en el huerto, sino en la construcción de las casas, ya que no tenía reparos en subir tejas con las que cubrir los tejados y ahorrar así mano de obra.

En total tuvieron nueve hijos, de los que vivieron seis, cuatro mujeres y dos hombres. Uno de ellos, Julián, con once años, perdió la vida arrollado por un tren cuando acudió a la estación a despedir a una familia conocida que regresaba a España. Fue un mazazo.

En Cuba la pareja también vivió momentos críticos, como cuando el Gobierno de Machado, en 1925, fiscalizó cuentas y aumentó los impuestos. El mayor temor de Juan se hacía realidad: que los hijos crecieran sin haber podido ahorrar lo suficiente como para vivir cómodamente en Zamora. Por eso empezó a sufrir insomnio.

Juan, ya con experiencia en la construcción, levantó junto a la suya una casa y se la regaló a su hija mayor, Ascensión, cuando se casó. Cinco años después el matrimonio viaja a España por la muerte del padre de Chicote. La posibilidad de que la vuelta sea definitiva se aleja a medida que los hijos se casan y comienzan a nacer nietos.

Juan y Martina, cuentan sus nietos, bailaban con cualquier disculpa. En las celebraciones él decía: "Mima, recuerda que nosotros vinimos solos y mira qué gran familia hemos formado". Con 73 y 74 años regresan al pueblo por última vez tras la muerte de un hermano de Juan. Hicieron la travesía en barco. Martina moriría en Cuba en 1962, a los 85 años, y Juan en 1970, a los 92. Se fueron, dicen, con la mente lúcida y puesta en los suyos... Y en Zamora.

Un experto en traer niños al mundo

Nadie podía haber imaginado que el mozo que a finales del siglo XIX trabajaba el barro en Pereruela y ayudaba a su familia en la labranza se convertiría, algunas décadas después, en un solicitado "partero" entre las mujeres de los emigrantes españoles en Cuba. Juan Chicote Carnero tenía poco más de veinte años cuando ayudó a que llegara al mundo su primer hijo. En total tuvo nueve, aunque tres de ellos fallecieron con posterioridad por otras causas. Era él quien atendía en todos los partos a su esposa Martina en la propia vivienda. Les cortaba el cordón umbilical «a la medida correcta y salvaba siempre la vida de los dos», la madre y el hijo, cuentan sus descendientes. Y no se le debía de dar nada mal puesto que la voz se corrió por los alrededores y terminó por atender en los partos a otras mujeres y esposas de paisanos. Todo lo que se proponía lo sacaba adelante. Quizá por ello decía que para triunfar sólo hacía falta «leer, escribir y conocer las cuatro reglas». Tampoco Martina se quedaba atrás en habilidades. Compraba tela y hacía la ropa de la familia, hasta los calzoncillos largos del marido. Dicen que hasta el momento de morir, con 85 años, estuvo tejiendo.

DE LABRADOR A PROSPERO COMERCIANTE

Juan Chicote es ejemplo del emigrante zamorano emprendedor capaz de adaptarse a distintas circunstancias. Llegó a Cuba con 21 años y murió a los 92 rodeado de su familia, aunque con el anhelo de su Zamora natal.

TEJEDORA INFATIGABLE HASTA EN LA VEJEZ

Martina Carnero, nada más casarse, no lo dudó ni un instante y acompañó a su esposo a Cuba para que se librara de participar en la guerra. En la isla hasta ayudaba a su marido en la construcción de casas.