Cuando consiguió su sueño, levantar un rancho en el que cuidar ganado en Virginia, Estados Unidos, no dedicó ni un minuto a pensar el nombre que le pondría. Era algo muy meditado desde que inició su aventura como emigrante. "Villachica Farm". Así conocen sus vecinos a la propiedad de la familia Mulas. Un nombre que, recuerda, está dedicado a los veranos que pasó en los campamentos del Lago de Sanabria, a finales de los años cincuenta. Hace tan sólo unos meses, José tuvo oportunidad de regresar a Zamora con una de sus hijas y nietos a ver la Semana Santa. «Se quedaron encantados con Zamora y su gente, y se llevaron una gran impresión de mi pequeña patria». Hacía cuatro décadas que había pisado su provincia natal por última vez.

Nació en Pontejos el 20 de junio de 1943, hijo de Pilar Francisco y Jerónimo Mulas. Cuando tenía dos años la familia se traslada a Morales del Vino, donde el cabeza de familia tenía a sus hermanos Esteban, Nicasio y Claudio. Aún hoy vive el último de ellos, «el tío Claudio», que tiene 92 años «y que es mi padrino». El pasado mes de marzo se pudieron reunir después de 40 años, «y tuvo la alegría de conocer a mi hija Laura y a mis nietos».

Fue en Morales, admite, «donde le cogí cariño al campo, ya que mi padre me solía llevar con él a la huerta y a los campos». En la localidad residía además el hermano de su madre, Enrique Francisco, con tres hijos. El mayor de ellos, Ceferino Francisco, que vive en Zamora, ha sido su guía en su reciente visita a la provincia. «Quedamos muy contentos con él, igual que con su hijo Ceferino y su hermana Angelica».

Tras el primer intento de vida en el campo, «que resultaba muy duro», la familia Mulas decide mudarse a la capital cuando su hijo tenía 10 años. José fue uno de los primeros alumnos que inauguró Los Salesianos. «Como mis padres querían que tuviese un trabajo de oficina no tuve más remedio que estudiar comercio, aunque mi ilusión era ser carpintero», rememora desde Virginia.

De nuevo se produce un cambio de residencia, ya que Jerónimo Mulas, que por aquella época trabajaba en Correos, solicita el traslado a Madrid. Su hijo tenía 14 años y eran tiempos difíciles para todos. «Me pusieron de botones para una agencia marítima, así que después del trabajo solía ir a estudiar a una academia que pagaba con lo que ganaba». En esta situación estuvo siete años. A los 16 asciende a auxiliar administrativo, y a los 19 se va voluntario al Ejército, «ya que mi padre no me daba permiso para ir a la Marina, que es lo que yo quería».

Nada entonces hacía presagiar lo que le esperaba a la vuelta de la esquina, cuando se produjo un acontecimiento clave en la vida de este zamorano al conocer a la que en breve se convertiría en su esposa. «Su padre estaba estacionado en la Base de Torrejón y bastantes familias americanas vivían en nuestro barrio de Canillejas, en

Madrid», explica. La relación de los jóvenes pronto trascendió a sus familias. «Cuando le dije a mi padre que me quería casar con la chica americana me echó de casa, pero sólo por tres días», bromea José. «Una vez que la conocieron bien la querían mucho, y además ella habla el español mejor que yo».

«Cuando dije que me casaba con la americana mi padre me echó de casa, pero sólo tres días»

Nada más cumplir los 21 José se casa con la joven americana Jacquelyn, «y como te supondrás de luna de miel la llevé a Zamora para que así conociera a todos mis familiares», relata. Pero a los meses comprenden que la vida en aquel momento, 1965, «era un poco dura» para un joven matrimonio que quería labrarse un futuro mejor. Por ello deciden ir a Estados Unidos y empezar una nueva etapa. «Aunque ya hablaba un poco de inglés se me hizo un poco difícil los primeros años, en especial por las costumbres, muy diferentes a las españolas».

Los dos primeros años en América José Mulas trabaja como empleado en una fábrica de aluminio. Poco después ve un anuncio en el que solicitaban ebanistas. «Tuve suerte de que me dieran el trabajo y desde entonces y hasta hace sólo seis años es a lo que me he dedicado, porque desde pequeño tenía ilusión de ser ebanista».

José y Jacquelyn pasaron los siete primeros años en Mississippi, en la ciudad de Meridian, donde nacieron los cuatro primeros hijos de la pareja: Laura, Joe, Alicia y Susanna. En 1972 se trasladan a Virginia, en la ciudad de Richmond, donde nació Michael, el benjamín de la familia que tiene en la actualidad 22 años y que es el único que reside con el matrimonio, puesto que el resto ya se ha emancipado. La mayor, Laura, es enfermera, tiene 4 hijos y reside en Oregón. El segundo, Joe, es mecánico, tiene dos hijos y vive al lado de sus padres. Alicia, la tercera, trabaja en Telefónica y está casada. La cuarta, Susanna, es farmacéutica, tienes dos hijos, y el mes que viene espera uno más. El pequeño, Michael, estudia en la Universidad.

En 1980 José decidió comprar la tierra para construir el rancho. «Mis padres me decían que me había vuelto loco y no entendían que me gustase tanto la tierra. Tardé 15 meses en construir la casa, que tiene 450 metros cuadrados, ya que la hice yo mismo». El zamorano comenzó a criar cabras, conejos y gallinas, pero mantenía su trabajo en la ciudad. Con el paso del tiempo, y a medida que crecía el número de animales en el rancho y de clientes, entendió que debía centrarse en una sola labor. Desde 1996 se dedica en exclusiva al trabajo en el rancho y ha ampliado la cría de animales también a las ovejas. «Hasta hoy día es lo que sigo haciendo. Estoy muy contento y feliz».