Miradas de Zamora: la ciudad que dejó de correr

La llegada del automóvil transformó la forma de moverse por Zamora, pero con el tiempo los peatones han recuperado las calles

Miradas de Zamora: la ciudad que dejó de correr

Fernando Esbec

Solo el tiempo es capaz de hacer que las aguas regresen a su cauce tras haber sido desviadas por la mano del hombre. Ya se trate del curso de un río o de las calles de una ciudad, antes o después, las cosas tienden a volver a su estado natural.

En este episodio de 'Miradas de Zamora' —una serie original de LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA— el arquitecto Francisco Somoza cuenta cómo el deslumbramiento que supuso la llegada del automóvil a la ciudad motivó el triunfo del invento con respecto al peatón. La tecnología nos obnubila con sus avances, pero ahí siguen el teatro, los libros o el vino —a este último no le ha salido competidor en sus miles de años de historia—.

"A principios del siglo XX, un coche era una cosa increíble. Ver pasar un coche era muchísimo más importante en aquella época que pasear por la ciudad de forma cómoda", afirma Somoza. Por suerte, Zamora es una ciudad pequeña, y aunque todavía hay quien coge el coche hasta para ir a por el pan, la lógica ha terminado por imponerse y los peatones han vuelto a adueñarse de las calles.

Varias personas pasean por la playa de los Pelambres.

Varias personas pasean por la playa de los Pelambres. / Fernando Esbec

Los cambios más notables llegaron cuando los políticos se atrevieron a eliminar el tráfico de vehículos en las principales arterias de la ciudad. En los años 70 se peatonalizó Santa Clara, y el casco histórico siguió sus pasos a comienzos del siglo XXI. El objetivo era claro: que los peatones circularan por el centro. "Una cosa tan elemental como esa no se podía hacer", recuerda Somoza.

Con el paso del tiempo, más calles del centro cambiaron de fisonomía en el momento en que se decidió que fueran los peatones los que protagonizaran el tráfico. Y a día de hoy ya casi nadie discute que los coches no puedan cruzar sobre el puente de Piedra ni se echa de menos caminar por San Torcuato con un ojo vigilante de que un coche te lleve por delante.

"Siempre pasa que hay un elemento o una circunstancia que genera la transformación. Casi nunca las transformaciones se producen con nada", concluye el arquitecto zamorano en esta nueva entrega de la serie.

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