Un apagón sin precedentes
Trece horas de espera, un libro y la "fonda" gratis de un zamorano en el Wizink Center
El apagón gastó una mala pasada a un opositor zamorano perdido "en mitad del campo, entre Madrid y Toledo", varados en el AVE

Fenando Bragado Lorenzo, tras pasar la noche en el Wizink, con la maleta. / Cedida
El AVE que un zamorano había cogido a las 11.15 horas en Córdoba se clavó a las 13.00 horas "en un punto intermedio entre Madrid y Toledo, en mitad del campo". Una experiencia que terminó por ser más agotadora que el intenso fin de semana que Fernando Bragado Lorenzo vivió para examinarse de una oposición en la ciudad andaluza, un esfuerzo que ya había mermado considerablemente sus fuerzas.
Los 450 pasajeros recibieron una explicación tranquilizadora del personal de Renfe, "la luz se había ido. Nos pidieron un poco de paciencia". A la media hora de permanecer en mitad de la nada, los responsables del AVE abrieron las puertas de los vagones para mayor tranquilidad de la gente, "se podía salir a fumar y a tomar el aire, dentro hacía muchísimo calor", explica Fernando, un periodista metido a celador del Sacyl. A esa hora de la mañana aún confiaba en llegar a su destino con solo un poco de retraso, Quizás esa perspectiva animó a mantener la calma a los pasajeros, entre los que había bastantes niños y niñas.
WhatsApp para avisar en el trabajo
La espera fue acumulando minutos, aunque dentro de un ambiente sin tensión, distendido. La incomunicación absoluta se interrumpió cuando apareció la Guardia Civil para auxiliarles. Con los agentes llegaron las primeras noticias del apagón. Fernando aprovechó la poca cobertura que pudo encontrar por instantes para avisar por WhatsApp a su jefa de que quizás no llegaría a la hora al trabajo y "escribí a mi familia para que no se preocuparan", cauto con el uso del WhatsApp para no perder batería.
Cuando la cosa se vio que iba para más largo, el personal que atendía el bar del AVE comenzó a sacar bebidas para aliviar las altas temperaturas de ese 28 de abril. El hambre comenzó a apretar y esa deferencia con el pasaje fue más allá, "nos fueron sacando bollería, patatas fritas..." hasta que los víveres no dieron para más.
Los guardias tenían el cometido de asistir a los pasajeros varados en aquel lugar inhóspito. Los agentes impedían que las personas se alejaran de los vagones y , con los baños cerrados, les acompañaban a aliviarse cerca del tren, sin bajar de la vía, "con cuidado" por el desnivel existente entre la vía y el campo que cercaba a estos turistas forzados. "Intentaban que no saliéramos mucho del tren porque era un poco peligroso, te podías caer".
Serenidad y buen ambiente
La serenidad de la gente y el largo tiempo para especular dio para conversaciones sobre cuál podría ser la causa de aquel trance tan de ciencia ficción. A las 18.00 horas, llegó una visita que bien podría encajar en una película de los años 50 del siglo pasado. "Llegó el alcalde de un pueblo cercano, acompañado por Protección Civil con comida, caldo y potitos para personas mayores, enfermas y niños y niñas; y leche con galletas, embutidos, dulces, agua y zumos para el resto".
El anuncio del rescate en un tren diesel de los 450 pasajeros para llevarles de regreso a Madrid nunca llegó a convertirse en realidad. El viaje ser reanudaría a pasadas las 22.00 horas "cuando volvió la luz y el AVE volvió a funcionar muy despacio", a paso de pulga, se diría, puesto que la media hora de trayecto que cubre la Alta Velocidad se prolongó durante una hora larga, "pero lo que quería era llegar cuanto antes, ya no había luz natural y haber pasado la noche en el tren hubiera sido muy estresante, en mitad del campo, a oscuras por completo", declara.
Cuando Fernando llegó a Madrid se había leído ya el libro que llevaba para distraer el viaje, "La Asistenta", en medio de "un ambiente tranquilo, la gente no se alteró para la cantidad de horas que pasamos aislados en un lugar perdido". Eran las 00.45 horas, "no tenía otra cosa que hacer", indica sin darle mayor importancia a las 300 páginas que devoró en 13 horas de viaje.
Del caos de Atocha al Wizink
En Atocha, "era un caos de personas, ya no había hoteles para poder alojarse en la ciudad". Y, ante la perspectiva de tener que pasar la noche en la estación de Renfe, se acercó a un policía municipal para preguntarle dónde podía dormir, "me indicó que podía ir al Wizink Center que lo habían abierto" y no se lo pensó dos veces, cogió un taxi y al cuarto de hora entraba por la puerta del pabellón multiusos.
Sin embargo, hasta las 2.00 horas del 29 de mayo no pudo acostarse, "estaban montando las camillas". El agotamiento por el ajetreado e inusitado día había al que ponía fin no le dejó tiempo para nada más que caer redondo en la improvisada cama, sin escuchar si la gente que le rodeaba comentaba la dura experiencia, no hubo tiempo ni de echar de menos un colchón. La verdadera pesadilla había terminado a las trece horas de haber salido de Córdoba.
A las 8.30 de ayer, 29 de mayo, estaba en pie, "el personal del Wizink tenía que limpiar las instalaciones para el partido de baloncesto que se iba a celebrar de la Euroliga". Veinticuatro horas después de haber sufrido el apagón en propia piel, este joven zamorano enfrentaba otras dos horas largas de viaje en coche particular hasta llegar a Valladolid, su destino final al que le llevó la generosidad de su amigo Roberto que le fue desde Zamora hasta Madrid a buscarle.
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