¿Castigos o premios relacionados con la comida? "Jamás"
"Un niño con 8 años ya ha consumido la misma cantidad de azúcar que su abuelo en toda su vida". Una revelación alertante sobre los hábitos de nutrición actuales que invita a reflexionar sobre la relación entre emociones y alimentación. Un maridaje complicado que puede terminar en trastornos alimentarios.

Charla sobre «emoalimentación» en La Alhóndiga de Zamora. / MIGUEL ÁNGEL LORENZO
Cuidar las emociones para que la alimentación sea la adecuada. Esa fue la clave de la receta que ayer ofrecieron la dietista-nutricionista y farmacéutica, Mª Paz Pérez Malillos, y la psicóloga, Mila Rueda de los Ríos, en su charla en el salón de actos de la Alhóndiga de Zamora dirigida a padres, madres y educadores, principalmente. Con más de 15 años de experiencia realizando talleres en colegios e institutos, las expertas se dirigieron a los adultos para trasladarles un nuevo concepto: la "emoalimentación".
Una combinación entre emociones y alimentación para crear buenos hábitos saludables en los que no se trata solo de comer sano, sino que van a influir otros muchos factores como es el factor emocional. Por ello, es importante aprender a manejar y gestionar las emociones sin tener que recurrir a la comida.
Claves para conseguir tener una relación sana con la comida desde pequeños en la que el ejemplo lo es todo. "Es la familia. Lo que no podemos pretender es que un niño se alimente de forma saludable, practique deporte y demás, cuando en casa eso no lo está viendo", añadió la nutricionista que animó a hacer un cambio para adoptar, a nivel familiar, buenos hábitos saludables. "Después, los niños y los adolescentes pueden ir cambiando, pero la semillita la tienen ahí y esa base la van a tener ya para siempre", comentó.
En esta labor, los castigos o premios relacionados con la comida no tienen cabida. "Jamás. A nivel emocional eso es de lo peor que se puede hacer porque luego se va a relacionar esa comida con algo positivo o con algo negativo", detallaron.
Como consejos, en primer lugar, comer en familia y comer lo que "comemos todos", aunque "sin obligar". Además, hay que conseguir que la comida sea un momento distendido y tranquilo. "No discutir a la hora de la comida", incidieron. Y darse cuenta, también, de que los niños van por épocas.
"La mayoría de las veces el problema no lo tienen los chavales. El problema es ese hábito de alimentación que se ha generado en casa y, sobre todo, el consumo muchas veces de alimentos que están aumentando el nivel de azúcares, de grasas, etcétera.". En este sentido, destacaron que un niño con 8 años ya ha consumido la misma cantidad de azúcar que su abuelo en toda su vida.
Los trastornos alimentarios fueron otro de los puntos en los que se detuvieron Pérez y Rueda para trasladar la necesidad de estar atentos para darse cuenta de los signos de alerta. "Las comidas en familia son fundamentales sobre todo para observarles cómo se alimentan y demás. En el caso de que haya un comienzo de un trastorno de alimentación, ahí es donde lo vamos a ver", indicaron.
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