Los versos, paso a paso, en el Barrio de Olivares
Subir las escaleras junto a un poema sobre la amistad

Los versos, paso a paso, en el Barrio de Olivares / P. H. A.
P. H. A.
No es lo habitual: un poema en los pasos o peldaños de una escalera. Cierto: cualquier sitio es bueno para la buena instrucción, que debería llevar al respeto. El poema es breve: ocho versos. Lean: “Amistad: / esa sonata que se compone / sobre el pentagrama / de la vida / y se ejecuta, / casi siempre, / a los acordes / del corazón”. No es cuestión de elucidar sobre métrica y ritmo en este caso. Tiene connotaciones de máxima, de sentencia. Posiblemente la definición no sería mejorada por los doctos de la RAE. Habrá pocos ascensos más descansados.

Los versos, paso a paso, en el Barrio de Olivares / P. H. A.
La escalera pública está situada en la calle Palacio, que comunica con Rodrigo Arias y Trascastillo, de Olivares. Es un antiguo barrio harinero y pescador, que ha convivido con avenidas y sequías, que arrastran leyendas. El texto literario, perteneciente al profesor Herminio Ramos, posiblemente hará pensar a más de uno en el valor de la amistad, que es desinteresada y mejora la convivencia humana.
Que no sea lo habitual lo hace más llamativo. El poema rebosa experiencia, sabiduría de la experiencia. De ahí el matiz: la amistad “se ejecuta, / casi siempre, / a los acordes / del corazón”. Es decir, que a veces prima la conveniencia. Eso es lo malo.

Los versos, paso a paso, en el Barrio de Olivares / P. H. A.
El profesor, sayagués nacido en La Tuda, antiguo colaborador de este periódico, tiene una amplia bibliografía sobre distintas materias: la artesanía, la cerámica popular (tanto desaparecida como actual), el arte de esta tierra, el callejero de la ciudad, las rutas sentimentales…, además de los libros poéticos. Activo, siempre activo. También en el ejercicio de la amistad.
Una existencia muy trabajada: docente (maestro de escuela y profesor de instituto), concejal y delegado de Cultura, estudioso de la Historia y Cronista oficial de la ciudad. Ha recopilado datos y los ha ofrecido generosamente, ha adquirido libros y después los ha donado. Más que un gesto amistoso.
Se cruzaba con su estatua, a dos pasos de su casa en la Rúa, todos los días. Los dos con prisa, pero la escultura (obra de Guillermo Alonso Muriel) lo disimulaba.
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