Retazos de una historia zamorana
Un sucinto repaso a los hechos y circunstancias que conforman la intrahistoria de San Torcuato 25, la casa que acogió a una notable familia de la Zamora finisecular

La calle de San Torcuato a comienzos del siglo XX. A la derecha, la vivienda de los Morán, con sus vistosas galerías acristaladas / Fotografía de Antonio Passaporte (Fototeca Patrimonio Histórico)
Alejandro Méndez Frades
El pasado 13 de noviembre de 2024, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) promovió un homenaje al científico Francisco Morán Samaniego que consistió en el descubrimiento de una placa en su casa natal. Fue el más importante de cuantos actos ha organizado el servicio meteorológico en Zamora hasta la fecha, a excepción de la discreta inauguración del actual Observatorio que tuvo lugar hace dos décadas.
La placa se sitúa en el número 25 de la calle de San Torcuato, concretamente en una fachada de color siena cuyo estilo contemporáneo no llega a insinuar que, con anterioridad, este edificio acogió a una de las familias más reputadas de la Zamora finisecular.

Placa homenaje ubicada en la fachada inaugurada en 2024. / .
A finales del siglo XIX, la idiosincrasia de Zamora se ajustaba a la de una ciudad con rasgos marcadamente levíticos. Su reducido caserío urbano estaba estrangulado por una antañosa muralla que limitaba su capacidad para desarrollarse desde el punto de vista de la modernidad coherente. La calle de San Torcuato estaba orlada por edificios de escasa opulencia material y su recorrido agonizaba en su flanco oriental, justamente en la puerta del mismo nombre.
Primera generación
A la altura del número 25, se construyó la vivienda que acogió a la primera generación de los Morán, una familia procedente de Morales de Toro. Su fachada estaba compuesta de dos galerías acristaladas salientes, una por cada planta, flanqueada en sus extremos por una secuencia de balcones volados y bordeados con barrotes de forja artística. Su interior contaba con una terraza desde la que se podía divisar la espadaña de San Esteban y daba a un patio solado en cuyo centro se perforó un pozo con brocal de granito. Su primer morador fue Bartolomé Morán Pinto (1815-1892), abogado y uno de los primeros directores del entonces Instituto de Segunda Enseñanza de Zamora.
Casado con María López, trabó una estrecha amistad con su coetáneo Ramón Álvarez que se avivó desde que el imaginero detentó la cátedra de Dibujo. La pertenencia de ambos al claustro de catedráticos fortaleció su estatus social e incluso les brindó la posibilidad de conocer a Alfonso XII con motivo de su resonante visita en septiembre de 1877, cuando habían transcurrido dos siglos desde la última estancia regia a la ciudad. Las crónicas invitan a imaginarlos togados, según los cánones de la época, formando parte de la comitiva que inauguró el embrión del actual Museo Provincial y presenciando el reconocimiento del monarca a Eduardo Barrón, el alumno con mayor proyección del Instituto en aquellos años. Tanto Morán como Álvarez fueron hijos de su tiempo y mostraron su conformidad con el poder establecido.

Estado actual de la fachada, con detalles que invocan la construcción precedente. / .
Segunda generación
La segunda generación que ocupó la vivienda en régimen de inquilinato fueron los hermanos Francisco y Manuela. En la primera planta residió el matrimonio formado por el primero de los anteriores y Concha Samaniego. De graníticas convicciones y de una honradez insobornable, Francisco Morán López (1860-1934) fue uno de los fundadores de EL CORREO DE ZAMORA, además de abogado y más tarde catedrático de Geografía e Historia en el Instituto Cardenal Cisneros de Madrid.
La elocuencia de sus artículos reveló su condición de narrador con pulso y talento, hasta el punto de protagonizar algunos acontecimientos literarios más destacados de la época, como fueron los homenajes al poeta (y amigo) Gabriel y Galán en Salamanca o el Tercer Centenario del Quijote en Zamora, ambos en 1905. Su cercana simpatía con Miguel de Unamuno, cimentada en un prolongado dialogo que se fortaleció con las visitas que el filósofo vasco dirigió a Zamora, hacen de San Torcuato 25 un escenario plausible donde ambos polemizaron en torno a la "Vida de don Quijote y Sancho". Unamuno no solo consideró a Morán como "el más intelectual de Zamora", sino que le confió la revisión de uno de los primeros borradores de esta obra.

Recorte de El Correo de Zamora / .
El historiador del arte y arqueólogo Manuel Gómez-Moreno frecuentó la casa de los Morán durante el verano de 1903, a propósito de la misión para la que se consagró en aquellos años: la elaboración de un catálogo que recogiera las excelencias históricas y artísticas de Zamora. El intercambio epistolar entre ambos, publicado por Lorenzo y Pérez (2017), testimonia hasta qué punto Gómez-Moreno y su mujer Elena Rodríguez intimaron con los Morán Samaniego, concienciados del potencial aprovechamiento que podrían obtener del saber enciclopédico del zamorano para su hercúlea labor.
A escasos metros de los Morán se halló la casa donde nació el pintor Jesús Gallego Marquina en 1900, hijo del alcalde de la ciudad, Víctor Gallego, y de Casilda Marquina. Como años más tarde aseguró al periodista Pérez Arroyo (1983), los inicios de su carrera artística son deudores del apoyo que le ofreció Francisco Morán López, un hecho que prueba que la amistad entre ambas familias trascendió de la buena relación por una cercana vecindad.
Hasta San Torcuato 25 acudió el maestro Haedo con su célebre orquesta para obsequiar con una serenata a Morán López, un acto festivo que formó parte del homenaje cívico que sus paisanos le tributaron en 1905. Fue tal su resonancia que llegó a contar con numerosas adhesiones y con las coplas de regusto popular de Joaquín del Barco, vecino de San Torcuato, quien refirió a Morán como "el hombre que sabe mucho y lo oculta por modesto".
Tercera generación
La placa recientemente inaugurada está dedicada a Francisco Morán Samaniego (1901-1984), el menor de los hijos que pertenecen a la tercera generación de la familia. En esta casa nació y residió al cuidado de su tía Manuela hasta su marcha a Madrid a los 16 años. Desde entonces, visitó su ciudad asiduamente, aunque sus viajes fueron reduciéndose paulatinamente hasta interrumpirse con el fallecimiento de su tía a mediados de los años sesenta.

Francisco Morán Samaniego / .
A partir de entonces, la vivienda quedó deshabitada y el atractivo de su fachada se vio mutilado con la retirada de sus galerías exteriores por su mal estado de conservación. En la planta baja, donde años atrás se ubicó el despacho de su padre, se abrió la zapatería "Barreiro", un kiosco y el bar "Mayerling". La apertura de este último tuvo lugar en 1969 y en el diseño de su interiorismo trabajó el escultor Tomás Crespo Rivera con la ejecución de "dos obras con máximo sentido moderno" que lograron ensalzar sus paredes.
Estos establecimientos dieron sentido comercial a la otrora bulliciosa calle de San Torcuato hasta 1992, cuando se vieron obligados a cerrar por la declaración del estado de ruina del edificio. Dos años después, se procedió a su derribo y con ello, a su momentánea desaparición. Por fortuna, a finales de la década de los noventa, se culminó su reconstrucción, resultando un edificio de tres plantas con una estética acorde con su entorno más inmediato.

Fachada de la casa en los años 60, sin sus galerías acristaladas. / Fototeca Benito Pellitero (Archivo Histórico Provincial).
Los antecedentes aquí descritos dibujan la intrahistoria de la que podría denominarse apócrifamente "casa Morán". La colocación de la placa, que celebra la carrera científica del más ilustre morador de San Torcuato 25, ha posibilitado la recuperación de una parte de la memoria histórica, un hecho que contribuye a que Zamora cobre una conciencia de sí misma, convirtiéndola en un territorio vivido, habitado y representado.
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