Entrevista | Rosario García Rozas Exdirectora del Museo de Zamora

"El museo recoge la historia y las raíces de la provincia de Zamora"

Llegó a Zamora procedente de Burgos allá por el año 1986 para hacerse cargo del Museo de Zamora, que en ese momento aún estaba en obras. Tras casi cuarenta años al frente de este referente cultural de la ciudad, su directora dice adiós con la satisfacción del trabajo bien hecho, de haber puesto en marcha un museo donde se recoge parte de la historia de Zamora y su provincia. «El nuestro es el museo de siempre, el museo de los zamoranos», asegura

La exdirectora del museo delante del tesoro de Arrabalde. | JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

La exdirectora del museo delante del tesoro de Arrabalde. | JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ

A. García

-¿Por qué eligió venirse a vivir a Zamora?

-Tras superar las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Conservadores de Museos, había que solicitar plaza. Mi primera opción -más bien deseo- era trabajar en el Museo Arqueológico Nacional, pero no hubo posibilidad. Mi gran duda entonces era escoger entre el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, que acababa de inaugurarse, y el de Zamora. Como mi familia vivía en Burgos, al final elegí Zamora como segunda opción, porque me parecía entonces que Mérida quedaba demasiado lejos.

-¿Cómo era esa Zamora de 1986, cuando llegó a la ciudad?

Antes de trasladarme a Zamora, tan solo había estado un par de veces. Un día de excursión, camino de Salamanca, y otra vez un fin de semana que pasé con una amiga y su hermana, que vivía en Zamora. Aquella Zamora de 1986 era una ciudad coqueta y tranquila. Y a mí eso me encantaba porque el ritmo de la gente era distinto...

-¿Y la Zamora cultural de 1986?

-Llegué a Zamora justo cuando se estaba organizando la Bienal de Escultura. Tuve que meterme en poco tiempo de cabeza en el trabajo, porque empezaron a pedirme algunas piezas del museo. Mi formación es arqueológica, así que tuve que familiarizarme con escultores como Baltasar Lobo. A partir de ahí comencé a conocer a mucha gente y a enriquecerme en todo los sentidos. En Zamora ha habido siempre una gran inquietud cultural. En aquel momento todavía existían las cajas de ahorros y su obra social: organizaban exposiciones y recuerdo también los ciclos de jazz y de cine que existían. Existían aún varios cines con ciclos especiales de películas, como el que organizaba el Barrueco. Zamora era y es una ciudad con mucha actividad y mucha oferta cultural.

-Cuando llegó a la ciudad en 1986, ¿cómo era ese museo que se encontró y del que tuvo que hacerse cargo?

-Cuando aterricé en Zamora aún no había museo. Todas las piezas estaban almacenadas en la Iglesia de la Encarnación, en la Diputación. El despacho estaba en la avenida de Requejo, en las oficinas del Servicio Territorial de Cultura, y contábamos con muy poco personal.

-¿Y cómo se puso en marcha el museo entonces?

-En aquel entonces ya se estaba trabajando en los dos edificios que hoy forman parte del museo, el palacio del Cordón y la iglesia de Santa Lucía. Las obras las había puesto en marcha mi predecesor, Jorge Juan Fernández. El Palacio del Cordón estaba ya adjudicado para museo y se habían empezado las obras, aunque estaban medio paradas. El caparazón del edificio (tan solo una crujía) estaba ya construido y en la Iglesia de Santa Lucía las obras de acondicionamiento estaban a punto de comenzar. Una de las primeras responsabilidades de las que me tuve que hacer cargo al llegar fue firmar la cesión de uso de la Iglesia de Santa Lucía por parte del Obispado al Ministerio de Cultura. Otra de las situaciones más llamativas que recuerdo es que, como había obras en el Cordón, una de las grúas, no sé si en algún movimiento, tiró el nido de las cigüeñas, con lo emblemático que era... También me tuve que enfrentar a la caída de parte del techo de Santa Lucía. Por alguna razón se cayó una buena parte de una bóveda de escayola ... ¡menos mal que fue por la noche! Tuvimos suerte.

-¿Cómo se escogieron las piezas que se muestran en el museo?

-Desde el primer momento tenía claro que había piezas que tenían que estar y otras que no. Si se presentaba la ocasión, aprovechaba para consultar con la gente que más sabía, como con Navarro Talegón o con Javier Barón, hoy conservador del Museo del Prado. Aprovechaba cualquier coyuntura... Enseñaba los almacenes, con sus piezas y algunas obras que me suscitaban dudas, y ellos me asesoraban.

-¿Qué idea tenía en mente a la hora de montar el museo?

-En el 1986 había muy poco personal en el museo y la mayoría era temporal. En todo este proceso me ayudó mucho Hortensia Larrén, arqueóloga del Servicio Territorial de Cultura de la Junta de Castilla y León, que llegó a Zamora al año siguiente; con ella podía compartir mis inquietudes y su opinión me ayudaba a decidir. Por otro lado, yo había visitado muchos museos, de distintos tipos y diferentes montajes. Tras pensarlo, opté por un planteamiento tradicional, una ordenación cronológica y cultural del museo. Me parecía que un orden temático iba a resultar más confuso y más difícil de llevar a cabo. El museo se abastecía de los fondos de arqueología. En cuanto a la sección de bellas artes, intentábamos escoger los que más calidad tuviesen. Había fondos de conventos desamortizados y, además, contábamos con piezas de la Diputación Provincial y del Ayuntamiento y también con obras del Museo del Prado; aunque algunas tenían que ver con Zamora y otras no... Y luego había una serie de piezas que eran muy emblemáticas para los zamoranos como El Peromato, La Gobierna o algunos escudos que tenían que estar expuestos... Así que desde el principio tenía claras las secciones que debían constituir la exposición permanente: Arqueología, Bellas Artes y una sala dedicada a la ciudad de Zamora.

"En este museo podemos encontrar las raíces de la provincia de Zamora, de su territorio y de sus habitantes, e identificar algunos testimonios materiales de su historia"

-¿Cuál es la importancia de un museo como este?

-Este es un museo necesario para la ciudad. El museo existía desde 1911; cuando el Convento de las Marinas quedó libre, se decidió almacenar allí los bienes recuperados a consecuencia de la desamortización. Pero había también legislación específica sobre hallazgos arqueológicos y, a partir de la ley del Tesoro Artístico Nacional (1933), que decía que todos los hallazgos y toda la serie de objetos que se encontrasen tenían que pasar a los museos provinciales o centros que la administración competente determinase, el fondo se fue ampliando. Un museo es un centro cultural en el que la gente tiene que venir a disfrutar, a aprender y a reconocerse. En este museo podemos encontrar las raíces de la provincia de Zamora, de su territorio y de sus habitantes, e identificar algunos testimonios materiales de su historia.

-¿Cuál sería para usted la obra más importante? ¿Cuál destacaría de entre todas las piezas?

-Me lo han preguntado muchas veces. Es como cuando a una madre se le pregunta cuál es su hijo favorito. Los tesoros de Arrabalde son espectaculares. Son joyas de oro, de plata... un auténtico tesoro. Han promovido películas y son unas piezas muy vistosas y de un diseño actual tremendo, aunque sean del siglo II a.C. También la fotografía de Filuco es impresionante y despierta un gran interés. Todo el mundo que visita el museo se queda alucinado con ella. Y luego, de la sección de Bellas Artes, destacaría "El Descendimiento". Se trata de una obra que estuvo mucho tiempo en Madrid porque se la llevaron a principios del siglo XX. Cuando se llevó a cabo la remodelación del Museo del Prado, cien años después, aproveché para reclamarlo y pedirlo de nuevo para volver a exponerlo aquí. Desde entonces no se ha vuelto a marchar.

-El museo ha organizado y organiza diferentes actividades a lo largo del año. ¿Qué criterios se siguen a la hora de ponerlas en práctica?

-Hemos organizado bastantes, la verdad, pero siempre dentro de nuestras posibilidades ¿Con qué afán? Acercar el museo a los ciudadanos. Siempre la prioridad ha sido que el público conozca el museo y ofrecerles cuestiones relacionadas con la provincia o con el museo. Eso lo hemos tenido clarísimo. Y, de hecho, si se repasan las actividades que hemos llevado a cabo, incluso aunque pueda parecer que no tienen nada que ver con el museo, tienen que ver. Hubo una exposición sobre Atapuerca y otra exposición sobre "Las Médulas" de León. Y aunque parezca que no, estaba muy relacionada con Zamora, porque el oro de las piezas de Arrabalde procede de allí. Organizar actividades es muy complicado porque siempre hemos sido pobres. Los museos siempre han sido pobres. Y cuando llegó la crisis del 2008, más pobres todavía. Siempre nos hemos ajustado el cinturón. Nunca sabíamos si teníamos posibilidades de hacer una obra o una exposición costosa y grande. Nuestra programación, muchas veces, ha tenido que ver con la improvisación, para poder ajustarnos a la realidad presupuestaria. A veces hemos tenido que recurrir a muestras ya producidas por otros centros, como la Filmoteca de Castilla y León, por citar un ejemplo... Buscarnos la vida, en definitiva.

-¿A qué retos se tendrá que enfrentar a partir de ahora quien se haga cargo del museo?

-A ver, yo espero que la dirección del museo definitiva recaiga en Alberto del Olmo, si es que Alberto sigue interesado en ella. ¿A qué retos? Pues creo que el reto es mantenerse. El museo ya tiene unos cuantos años. Alberto lleva trabajando aquí desde finales de 2007. Conoce todos los problemas del museo, conoce lo que se puede hacer y él es especialista en historia del arte por lo que tiene otra visión distinta a la que puedo tener yo. Ha hecho unas propuestas magníficas de arte contemporáneo vinculado a Zamora. También sobre fotografía, pintura y escultura. Desde luego, creo que ahora mismo es la persona que más preparada está para ponerse al frente.

"La obra de lobo nesita un responsable técnico"

-¿Se siguen incorporando obras nuevas en el museo?

-Las últimas que se han incorporado, en esta última etapa, me han dado muchas satisfacciones porque muy pocas veces han comprado obras de arte para el museo. Precisamente en el año 2007, cuando se compró la espada Tizona para el Museo de Burgos, se abrió, digamos, un pequeño hueco y entonces nos dijeron a los museos: "pedid, y se os dará". Creo que esa ha sido la única vez que se han comprado piezas para el museo. Aunque, desde luego, la Junta de Castilla y León ha hecho otras adquisiciones y nos hemos beneficiado de ellas de rebote... Un ejemplo: una de las obras que ha entrado últimamente es la de "San Antonio de Padua", que se compró para el museo de León porque en un principio se pensaba que era una obra del maestro de Astorga. Cuando una investigadora descubrió que era la tabla central del retablo "emigrado" de la iglesia de la Horta, se decidió, junto con el director del museo de León, que esa obra se trasladase a Zamora. Otra de las últimas incorporaciones, esta adquirida por el Ministerio de Cultura, ha sido "La resurrección del Lázaro", que se supone podría relacionarse con las tablas de Arcenillas. Otra de las piezas, cuya recuperación más satisfacción me ha dado ha sido la estela de la nodriza, que tiene dos caras incisas, y que se ha ubicado en la rampa de epigrafía. Esta estela estaba publicada y yo conocía su existencia, pero nadie me decía dónde se encontraba. Hasta que un día, a la salida de un concierto, me dicen que alguien quiere hablar conmigo porque quiere donar una obra, y resulta que esa persona tenía esa pieza para el museo.

-El que no haya venido nunca al museo, que entiendo que habrán sido pocos zamoranos, ¿por qué tiene que venir?

-Tiene que venir porque seguro que cuando sale de Zamora para conocer otros lugares va a un museo, y puede que, aun así, no conozca el suyo. Tiene que venir porque va a salir más contento de lo que entra, por eso, solamente. También porque puede aprender sobre la historia de la ciudad y de la provincia. Porque hay piezas que son bellas y que, simplemente verlas, dan satisfacción. Tiene que venir al museo porque es un derecho y una obligación de todo ciudadano, la de estar y participar de las ofertas que hacen las instituciones culturales. Aunque somos el museo pobre de Zamora, somos el museo más antiguo, el museo de siempre. El museo de los zamoranos.

-¿Qué opinión tiene sobre el futuro museo de Baltasar Lobo, que tanta polémica ha levantado durante todos estos años?

-La obra de Lobo necesita un responsable técnico. Lo más importante es que todas las instituciones deben unirse para abordar este tema, y hacerlo con ganas. Prácticamente todo su legado lo conservamos nosotros, pero mientras no exista un profesional y un responsable para esta colección... Nuestro museo tardó muchos años en estar terminado, desde 1986 hasta 1998 no fue una realidad. Espero que con Baltasar Lobo no pase lo mismo. Insisto, es fundamental que un profesional y un responsable científico tiren del carro. Si su obra se instala en un edificio u otro no me parece tan importante.

-Después de tantos años al frente del museo, ¿le va a costar dejar el ritmo de trabajo?

-Pues como estoy jubilada, a partir de ahora... a lo que salga, surja y me apetezca. Claro que lo voy a echar de menos. Para mi este museo es casi como mi hijo. Ha sido mi proyecto de vida profesional. He pasado ya en Zamora más años de los que he vivido en cualquier otro sitio en los que he estado antes, como Burgos o Valladolid. No sé si lo he hecho bien, menos bien o regular. Y ahí está el museo. Lo he hecho, como he dicho en otras ocasiones, lo mejor que he podido. Y eso a pesar de las muchas cosas que se han quedado por el camino. Esta es una profesión de esas en la que puedes no jubilarte nunca. Es otra etapa que asumo con tranquilidad. Oye, lo de no madrugar también viene muy bien.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents