Entrevista | Yolanda Castaño Premio Nacional de Poesía

«En nuestra sociedad impera la inmediatez, también aplicada a la lectura»

«Rosalía de Castro es una madre cultural y creo que, por esa razón, para una niña gallega es más fácil dar el paso a escribir que para una murciana»

Yolanda Castaño

Yolanda Castaño / José Luis Fernández

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

Acercar la poesía a los jóvenes lectores para que pierdan el miedo a los versos es uno de los objetivos de Yolanda Castaño, actual Premio Nacional de Poesía. Con esa misión visitó el IES Claudio Moyano, dentro del Plan de Fomento de la Lectura, organizado por el Ministerio de Cultura.

–Han pasado ya unos meses, ¿tiene asumido el Premio Nacional de Poesía por «Materia»?

–Confieso que hay momentos en los que tengo que pensar que no es un sueño, que es algo real. No creo que pudiese aspirar a más, sobre todo a alguien que solo se dedique a esto de la literatura de manera profesional. Supone un espaldarazo tremendo, hay un antes y un después en mi carrera con este pequeño hito que todavía me tiene en una nube.

–Con viajes por todo el mundo, organizando talleres y certámenes, en definitiva, viviendo de la poesía, ¿se considera una autora atípica en este siglo XXI?

–Es cierto que somos pocas personas las que podemos vivir de la poesía, combinando muchos frentes pero con el mismo motor, porque hay que multiplicar el abanico para poder vivir de ello, no solo escribir, sino también hacer traducciones y videopoesías, ser jurado de certámenes, escribir versos para niños y niñas, mezclarlos con música y artes visuales y desarrollar, por qué no, proyectos con otros poetas, organizando recitales, incluso internacionales, ciclos y festivales. También me gusta mucho sacar mi poesía no solo del despacho, comunicarla ante otros y ponerla en diálogo con nuevos lenguajes creativos, sino llevarla a otros ámbitos geográficos y otras lenguas. Por eso viajo mucho y estoy traducida a muchas lenguas, en más de 40 países de cuatro continentes. Combinar el circuito gallego, donde tengo mucha presencia, estar a nivel estatal y también internacional. Combinar todo esto es el secreto para poder vivir de la poesía.

–En su faceta de traductora, ¿es complicado meterse en la piel de un compañero para poder llegar a expresar lo que el autor original quiere transmitir, adaptando esos versos a otro idioma?

–Lo es, especialmente en la poesía, porque, como suelo decir, es el género literario en el que el fondo es el fondo y la forma, también es fondo, significado y contenido. Cabría pensar que pasarlo a otra lengua le cambia la forma, por eso tiene más secreto y más vuelta esta traducción. Pero tampoco es algo imposible, no creo en el dicho italiano de «traducir es traicionar», porque entonces no podríamos traducir a Shakespeare o disfrutar de Víctor Hugo. Considero que son siempre más las posibilidades que las limitaciones, simplemente hay que trabajar un poco más, ponerse en la piel de otro autor o autora. Igual que las actrices dicen que interpretando viven las vidas de otras personas, a mí traducir poesía me permite ser otros poetas que no soy, ser todo el rato Yolanda Castaño puede llegar a ser aburrido, así que me gusta experimentar cómo sería escribir poesía de modo muy distinto al mío y con esto puedo convertirme en otras poetas que soñaría ser.

–¿Cómo es ese proceso?

–Para traducir un poema tienes que despiezarlo como si fuera un reloj, que luego volver a montarlo en otra lengua y que funcione. Puede que sobre una piecita, pero funciona. Tienes que lograr que el poema en esa otra lengua produzca el mismo efecto, aunque la música sea distinta.

–En su caso, la poesía le atravesó desde su infancia, ¿cómo descubrió esa pasión?

–Siendo muy niña, con 5 o 6 años, empecé a escuchar esa forma de contar cantando, a veces con sentido del humor, otras apelando a las emociones. Cayeron en mis manos los primeros versos, Gloria Fuertes era mi ídolo infantil, me quedaba pasmada mirando la televisión, jugaba con las palabras. Me apasionó tanto que siempre supe que seguiría escribiendo, aunque nadie diese un duro por mis poemas, porque notaba que me hacía bien a mí.

–¿Por qué cree que es muy habitual que la poesía se le atragante a la juventud y no encuentre lectores en esas edades?

–Porque en nuestra sociedad impera la inmediatez, andamos siempre con mucha prisa, algo que también aplicamos a la lectura. Queremos algo de consumo inmediato, desentrañar mediante los códigos a los que estamos acostumbrados, lo más rápido posible. Pero la lectura puede ser algo tan amplio y diverso como para ofrecernos diferentes perspectivas. En un momento dado, a nuestra mente la puede apetecer una historia fácil de consumir pero, en otros momentos, también puede ser estimulante algo que tire de nuestra inteligencia, que nos proponga un conflicto, que nos haga pensar, que nos ponga frente a nuestros propios sentimientos o que nos aventure a nuevas emociones. Eso, a veces, requiere un poco más de planteamiento, una segunda vuelta o lectura que no siempre estamos dispuestos a ofrecer. Considero que si nos abriésemos cada vez más y no nos obsesionásemos con entender de una manera racional, porque no solo lo racional forma parte de lo cognitivo, también lo es lo que conocemos a través de las sensaciones, nos empaparíamos más de emociones y menos de obsesionarnos por entender todo de una manera literal.

–¿Ese es el secreto para que la poesía perviva a lo largo de los siglos?

–Si abriésemos la mirada, entenderíamos que estamos mucho más cerca de la poesía de lo que creemos. Por ejemplo, está en la letra de las canciones, auténticos poemas que se pegan a una música para hacerse más populares. En los eslóganes hechos con pillería y doble sentido y metáforas, en la buena publicidad y, en general, en esa manera figurada de hablar que utilizamos en nuestro discurso del día a día, enriqueciéndolo con metáforas, metonimias, contradicciones, oxímoros, hipérboles… de otro modo, nuestra manera de hablar sería aburrida y plana.

–¿Considera que estos encuentros con jóvenes en los institutos pueden dejar la semilla en alguno para dar esa oportunidad a la poesía?

–Justo esa es la idea y la aspiración. Una alumna, de hecho, me ha dicho que era bueno saber que no todos los poetas son hombres con barba, muertos hace doscientos años. Ese es el primer aprendizaje, que vean que soy contemporánea, mujer, sin barba y viva (risas). He sabido de casos de lectores y lectoras a los que le ha cambiado la visión de la poesía cuando se han acercado a algún autor o autora a través de las aulas. Yo misma, cuando era adolescente, nunca olvidaré cuando pude escuchar a Mario Benedetti en mi ciudad.

–Uno de sus grandes proyectos es la residencia de artistas en A Coruña, ¿cómo decidió dar ese triple salto mortal?

–Es el proyecto de mi vida, una locura. Como usuaria de residencias en otros países, noté que era un cambio de paradigma completo con respecto al apoyo y a la creación literaria. Normalmente, en España abundan pequeños premios, pero a posteriori, es decir, una vez que te has buscado la vida y has logrado conciliar vida profesional, familiar y creativa. Una vez que tú, muy sola, con muy poca ayuda y de una manera muy individual has logrado sacar adelante tu obra de creación, un premio es, de algún modo, una palmadita en la espalda por el buen trabajo hecho. El cambio de paradigma pasaría por que esa ayuda y ese espaldarazo viniese durante el proceso creativo, ayudando a sacar adelante la obra de creación, otorgando el espacio, el tiempo y las condiciones para conciliar esa obra creativa con las otras facetas de la vida. Cuando yo gocé de esas experiencias en residencias, me di cuenta de que ahí sí que me estaban ayudando, impulsando y contribuyendo a mi obra de creación y no paré hasta que intenté hacer lo mismo, montar mi propia residencia para escritores y escritoras en A Coruña.

–¿Fue un camino largo?

–Después de mucho esfuerzo, sin ayudas públicas ni privadas de ningún tipo, porque no hay tradición de residencias en España y no se entiende ese concepto, empecé a echarla adelante, aunque encontré poca empatía. Tomé todos los ahorros de toda mi vida y me hipotequé, pero hoy la Residencia Literaria 1863, en pleno casco histórico de A Coruña, es una realidad y cada vez acoge a un autor o autora que se dedica apartarse de sus obligaciones diarias y dar el impulso definitivo a su novela o poemario o a estructurar su pieza dramática.

–No está reservado solo a artistas españoles.

–En febrero ha habido un turolense, este mes viene un estadounidense y luego un autor checo. Hemos tenido autores desde Filipinas hasta República Dominicana, pasando por varios países de Europa. Está ya reservado todo este año y parte del que viene.

–¿La poesía es un género donde la mujer siempre ha tenido su espacio e incluso ha destacado?

–Eso tiene muchos matices, porque no somos ni la mitad y tampoco en los puestos de relieve en la crítica, la edición o la programación. En cuanto a lectoras sí, incluso habría más que hombres, pero no tantas autoras publicadas. A nivel cualitativo, en el caso del sistema literario gallego, sí que hay un gran reconocimiento hacia las autoridades femeninas, incluso están llegando a aparecer antologías de poesía gallega donde hay mayoría de mujeres, son las que más están saliendo al exterior y abordando proyectos híbridos entre lenguajes creativos, son más experimentales en esos terrenos y por eso la crítica está resaltando más el trabajo de las mujeres en poesía. Pero a nivel cuantitativo, no es cierto que seamos mayoría.

Coferencia de Yolanda Castaño en Zamora

Coferencia de Yolanda Castaño en Zamora / Jose Luis Fernández

–En ese auge de la poesía gallega creada por mujeres, ¿qué peso tiene la figura de Rosalía de Castro?

–Estoy convencida de que tiene muchísimo que ver. Tenemos una de las escasísimas literaturas fundadas por una mujer, como Cervantes en la española, Shakespeare en la inglesa o Goethe en la alemana. Y creo que ello influye en el subconsciente. Para nosotros, Rosalía es más que una autora, es una madre cultural y creo que por esa razón para una niña gallega es un poco más fácil dar el paso a escribir que para una murciana. La idea de los referentes existe y funciona, está comprobado. Tenemos el modelo reciente en el fútbol femenino, las chicas se visualizan ahora jugando, como creando bandas de música femenina. Creo mucho en el poder de los referentes y Rosalía ayuda a que exista esa especie de matriarcado en la literatura y poesía gallegas. En mi generación de poetas en España, solo dos mujeres gallegas tenemos el Premio Nacional de Poesía, Olga Novo y yo. Es curioso que la poesía gallega esté en este momento tan dulce.

–¿Fue una apuesta fuerte el decantarse por el gallego para escribir, su lengua materna, en vez del castellano que, a priori, le podría abrir más puertas?

–Mi contribución con el gallego es un grano de arena diminuto en una playa entera, pero es una lengua en la que me expreso con fluidez y a la que puedo llegar a cierta excelencia. También es un posicionamiento político, en el sentido de nuestra relación con el mundo. Creo que es una triple coherencia. La poesía es para mí el lenguaje alternativo al discurso del poder, es un lenguaje en el que nunca funcionarán los dogmas y maniqueísmos, sino que busca el matiz, a veces las contradicciones y las voces bajas, no las de pensamiento único y de autoridad y, por lo tanto, me parece coherente hacerlo además siendo mujer, que sigue siendo el género marcado, hacerlo desde una periferia geográfica con una lengua periférica también, que siempre será minorizada. Y desarrollar todo esto en poesía, que también es un género minorizado.

–Sin duda, es una mujer que asume riesgos.

–Pero es que me parece todo muy coherente. No puedo hablar en la lengua de los ganadores, del poder. Y menos, siendo mujer y gallega.

–¿Qué le gusta leer a Yolanda Castaño en el poco tiempo libre que tiene?

–Intento estar un poco a día de lo que se está haciendo, tanto en gallego como en castellano, no solo en este lado del Atlántico. También estar al día de las poéticas europeas y más allá, porque soy una persona que tengo la suerte de viajar bastante y visitar festivales de poesía y encuentros poéticos. Tengo el privilegio de acceder a poéticas contemporáneas y a las últimas prácticas poéticas de manera experiencial y muy directa. A veces, conozco antes al autor o autora que a su obra, lo cual es un privilegio, porque creo que somos seres de proximidad, de tacto y aunque a través de la red puedes tener acceso a la literatura guatemalteca contemporánea, influye al final más conocer a esa persona y charlar con ella. Pero no solo me influye lo que leo, en mi propia literatura también me influye la música que escucho, el cine que veo e incluso géneros menores como los videoclips, la buena publicidad y la videocreación o fotografía.

–¿Encuentra entonces la inspiración en cualquier sitio?

–Sí, porque la expresividad y la comunicación también contribuyen, no tiene que ser todo puro género literario.

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