Entrevista | Marga Sánchez Romero Arqueóloga

"Las sociedades se mantenían con las actividades femeninas"

"Está demostrado científicamente que ellas también estaban en la caza, la creación de arte rupestre o el campo de batalla"

Marga Sánchez Romero

Marga Sánchez Romero / Jose Luis Fernández

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

Los Martes de Ciencia regresaron a Zamora con la ponencia de la arqueóloga Marga Sánchez Romero, quien sorprendió al público con su ponencia sobre el papel femenino en la Prehistoria, tema base de su investigación durante más de dos décadas, cuyos datos más curiosos ha recopilado en su libro "Prehistoria de mujeres". Además, la catedrática de la Universidad de Granada pone en valor todas las labores tradicionalmente realizadas por ellas como "fundamentales" para la supervivencia de las sociedades a lo largo de la historia.

–¿Cómo llega a especializarse en arqueología femenina?

–Cuando estaba investigando en mi trayectoria académica, empecé a darme cuenta de que había muchos lugares en los que deberían aparecer mujeres, pero no las encontraba en la investigación arqueológica, ni a las actividades o menciones a los cuerpos femeninos que había en los yacimientos. Empecé a darme cuenta de que en la literatura arqueológica no estaban las mujeres y, si no aparecen en la investigación, es obvio que tampoco lo hagan en los canales de difusión. Eso me preocupó, porque, además, no me había dado cuenta de aquello a pesar de haber estudiado una carrera y estar terminando una tesis. No hablamos nunca de mujeres cuando hablamos de las sociedades de la Prehistoria ni de las actividades que se han relacionado con ellas. Otra cosa que hacemos es negar que estén en algunas actividades sin ningún criterio científico.

–¿Se había normalizado la invisibilidad de la mujer desde los comienzos de la Historia?

–Por eso me puse manos a la obra, comencé a formarme en arqueología de género con perspectiva feminista y de aquellos polvos, estos lodos. Son más de veinte años trabajando y de todo ello nace como fruto mi libro "Prehistorias de mujeres".

Una historia más completa

–¿Qué cambia en la Prehistoria con esta visión femenina?

–Sobre todo, lo que hacemos es contar una historia más completa porque, hasta ahora, solo hemos contado la historia de algunos hombres. Ni siquiera de todos, porque tampoco están los niños o las personas de edad avanzada en esos discursos que hacemos sobre las sociedades del pasado o en los museos. Lo que aporta introducir a las mujeres en la historia es conocer de manera mucho más cercana la realidad de las poblaciones. Si estudiamos a las mujeres y las actividades que hacían, vemos que el proceso de socialización y aprendizaje, de cuidado o de preparación del alimento, han quedado ocultos en los manuales. Sacándolo a la luz tendremos una visión más completa de las sociedades del pasado que, como científica que soy, es lo que más me interesa.

–Así que las mujeres eran mucho más que recolectoras, la única actividad que quedaba reflejada de ellas en los libros de texto.

–Ya está más que demostrado, con artículos científicos, que las mujeres también estaban en la caza, la creación de arte rupestre o el campo de batalla. La ciencia las está poniendo en esos sitios, pero quizá también nos deberíamos plantear la importancia que no se ha dado a elementos como la recolección, que siempre se ha considerado una actividad, igual que todas las domésticas, de segunda categoría. Pero resulta que a lo mejor eran las que mantenían a las sociedades del pasado, porque son las únicas imprescindibles: alimentar, aprender, socializar, cuidar... en definitiva, el bienestar. A todas esas actividades son a las que no hemos dado valor histórico y, por tanto, no están en los libros ni las percibimos desde el presente como importantes, que, al fin y al cabo, es lo que a mí me interesa: la mujer del presente.

–Al menos como modelo, ¿la mujer sí estaba considerada en el arte rupestre?

–Lo que nosotros podemos saber es la interpretación que se ha hecho a partir del siglo XIX, cuando la arqueología se configura como disciplina científica. Las mujeres están ampliamente representadas, por ejemplo, con todas las denominadas Venus paleolíticas, acepción que no me gusta, personalmente. Hasta el 99% de la representación del cuerpo humano en el Paleolítico es de mujeres. El problema es que desde el presente se ha entendido que esas figuras han sido hechas por hombres para el culto o para representar solo aspectos relacionados con el erotismo o la reproducción. Pero si observamos unas cuantas, vemos adolescentes, mujeres adultas, ancianas, embarazadas o solo bustos, más o menos adornados. Todo eso supone una riqueza informativa tremenda para conocer a esas mujeres y, por lo tanto, a esas sociedades, pero se engloban todas en el concepto de Venus paleolítica, sin tanta riqueza.

Para todos los públicos

–¿Qué puede encontrar de todo esto el lector en su libro?

–Ante todo, es un libro de divulgación, no hace falta saber nada de Prehistoria para leerlo, aunque, afortunadamente, también está gustando al mundo académico. Mantengo un diálogo entre el presente y el pasado, me refiero a las mujeres de la Prehistoria por lo que significan para nosotras, en la sociedad del presente, qué estereotipos podemos romper simplemente conociendo a esas mujeres, porque tampoco responden a la interpretación que se ha dado sobre ellas. En una primera parte, se muestran todos aquellos sitios en los que se dice que las mujeres no están con datos científicos para demostrar lo contrario, como la pintura, la caza o la guerra. En la segunda parte, se hace un repaso por lo que significan todas esas actividades que han sido minusvaloradas a lo largo de la historia y que tienen que ver con ese mantenimiento, como el parto, la lactancia, el aprendizaje, el cocinado o lo textil. Actividades que están miradas desde el presente y que se considera que no tienen ninguna tecnología ni necesitan conocimiento. Las repaso desde un punto de vista social, cultural y económico en el presente, poniéndolas también en el contexto del pasado. Además, mayoritariamente y hoy en día, se les sigue considerando trabajo de segunda categoría, mal pagado y socialmente mal minusvalorado.

–¿Cómo es la respuesta de los colegas masculinas esta nueva vertiente de la Prehistoria narrada en su libro?

–Todo lo que ha llegado ha sido positivo, desde catedráticos de otras universidades que reconocen que hacían eso de dejar a la mujer a un lado y mi investigación les he abierto los ojos. Es verdad que esta situación no se podía haber vivido hace tan solo veinte años, no era un tema tan sencillo de tratar. Ha habido que luchar mucho, con muchas compañeras trabajando y generando conocimiento, siendo absolutamente profesionales y buscando la excelencia en la investigación y la divulgación, siempre intentando hacer las cosas lo mejor posible, porque esa es nuestra carta de presentación. Nos tomamos muy en serio nuestro trabajo y somos absolutamente rigurosas.

La investigación continúa

–¿Es ahora más sencilla la investigación en este campo?

–Esta situación está mucho más normalizada, incluso con asignaturas específicas en las universidades. No es que sea todo un camino de rosas, no está todo hecho, pero algunos ya no se ponen en contra de manera tan abierta ni elevada desde el mundo académico. También se han dado cuenta de que esto ha venido para quedarse, porque ya desde los proyectos europeos te piden que los trabajos tengan esa perspectiva de género. El libro ha tenido la acogida que ha tenido porque también la sociedad está demandando este tipo de textos. Además, yo quiero que todo este saber llegue a la ciudadanía, porque si nos lo dejamos en los laboratorios y en publicaciones científicas, no les llega.

–¿Esta investigación daría para más libros todavía?

–Queda mucho por hacer y por descubrir, afortunadamente. De hecho, una de las cosas que más me ha costado a la hora de escribir el libro ha sido ser capaz de reducir el número de ejemplos y no colapsar al lector. Queda mucho por decir y se dirá.

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