Eusebio Poncela | Actor

"El teatro ofrece un estímulo para los sentidos y el intelecto"

"Si en España empiezas a rascar, se ve que sigue siendo un país apostólico y romano, con peineta y toros… ¡y muy facha!"

Eusebio Poncela, en "El beso de la mujer araña".

Eusebio Poncela, en "El beso de la mujer araña". / Cedida

Beatriz Blanco García

Beatriz Blanco García

Pocos retos le quedan por superar a Eusebio Poncela (1947), un actor que se apasiona con cada desafío profesional y que ha trabajado con los directores más reconocidos del panorama nacional —desde Pedro Almodóvar hasta Carlos Saura—, siendo además protagonista de las películas más emblemáticas y, a menudo, controvertidas, de las décadas de los setenta y ochenta en España. Sin echar ni una pizca de menos el mundo del cine, se considera, ante todo, un hombre de teatro. Este sábado demostrará sus más que consolidadas tablas en el Principal (20.30 horas), acompañado por Igor Yebra, para interpretar a los dos protagonistas de un auténtico clásico de la literatura argentina, "El beso de la mujer araña".

–Regresa en Zamora con esta obra, dirigida por Carlota Ferrer, tras el descanso estival. ¿Cuenta retomar la rutina teatral?

–Me debatía en si recordaría algo de este texto maravilloso, después de tanto tiempo, porque con un gira tan larga, llega un momento en que lo haces todo tan perfecto en el teatro que no es que deje de ser interesante, pero buen, al menos, no se automatiza, porque aquí somos dos locos sobre el escenario. La interpretación en Zamora tendrá saltos, así que encuentro que va a ser muy interesante.

Eusebio Poncela, con Igor Yebra, en "El beso de la mujer araña".

Eusebio Poncela, con Igor Yebra, en "El beso de la mujer araña". / Cedida

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–¿Ahí reside la magia del teatro, en actuaciones diferentes cada vez?

–El teatro es una cosa única, no hay nada igual. Es un espacio donde no se repite nada. Es una de las cosa más antiguas de entretenimiento y, al mismo tiempo, de las más modernas, porque no tiene que ver con nada: llegas y te ofrecen un estímulo para los sentidos y para el intelecto, es algo muy especial.

–¿Le costó entender y entrar en el personaje de Molina, que se siente una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre?

–Se trata de una de las mejores obras de Manuel Puig y, cuando retomas la historia, te das cuenta del espectáculo que es la escritura en sí misma. El propio autor toma conciencia de lo que sufrió personalmente y transmite ese talento a través de una pluma alucinante. Al estar tan bien escrita, es también muy comprometida. En cuanto a hacerme con el personaje, teniendo en cuenta que tiene exactamente 114 años menos, en principio reconozco que me echó un poco para atrás, era un escollo.

Yo salgo a comerme el mundo todos los días, si no, me quedaría en casa pintando

–Aun así, pudo con él.

–El teatro es transformismo, gracias a Dios, y aunque yo me mantengo muy bien para mi edad, porque me cuido y voy al gimnasio, peluquería y maquillaje hicieron que todavía colara y me mantuviera como un ser seductor y con agallas sexuales. El estético, por tanto, fue el único escollo para mí, lo otro, lo de que Molina quisiera ser mujer, algo que a mí no me ha pasado, fue un proceso de entender y comprender todo lo que puedas a esa persona. Tuve que rebuscar mucho en mí mismo para enganchar con algo que se pareciera. Todo lo demás fue coser y cantar, porque el texto está muy bien escrito.

Eusebio Poncela, en "El beso de la mujer araña".

Eusebio Poncela, en "El beso de la mujer araña". / Cedida

–¿Qué puede decir de la pareja protagonista?

–Son dos personas totalmente contrapuestas en todo, tanto en actitud como en política o sexo, porque uno es homófobo y otro quiere ser mujer. Durante todo el maravilloso montaje de Carlota Ferrer se va desarrollando una relación en la cual se puede convivir y llegar a compaginar esa polarización, que es lo que necesitamos ahora en este país.

–¿Cómo definiría a su compañero de escena, Igor Yebra?

–Como actor, vuela divinamente y está fantástico, aparte de que sea guapísimo y dé gusto verle. Advierto que en la obra está desnudo sobre el escenario durante diez minutos, lo que también cuenta (risas). Él baila y yo

actúo de maravilla, no se puede pedir más.

–¿Es complicado llevar solo entre dos el peso de una obra como esta sobre el escenario?

–Eso tendrías que preguntárselo a alguien menos exhibicionista que yo. Para mí, es facilísimo, yo salgo a comerme el mundo todos los días, si no, me quedaría en mi casa pintando. De hecho, considero que el trabajo del actor de teatro es muy estimulante. En un rodaje de diez horas, acabas muerto y solo quieres meterte debajo de una manta. Sin embargo, los cómicos nos vamos a cenar y charlar después de la función. El teatro es maravilloso para los espectadores y para los que trabajamos en él, porque no te agota, sino que te recarga las pilas.

Acabaré en Netflix, como todo el mundo, pero también apareceré en Mérida

–¿Qué puede haber provocado tantas miradas diferentes, tanto teatrales como cinematográficas, de "El beso de la mujer araña"?

–El que apunte tantos temas importantísimos y fundamentales. Uno es cómo dos personas diferentes entre sí se van acercando, incluso hasta lo corporal. También está la reflexión política de un país que no evoluciona, que está estancado. Y estas dos personas, además, pueden sortear atrocidades como la tortura o el acoso.

–¿Cree que se puede entender mejor la obra en la actualidad que en los años setenta, cuando fue incluso prohibida en Argentina?

–Hay que tener en cuenta que todavía no se puede salir con tranquilidad en Argentina de la mano de tu novio siendo hombre. Así que esto no ha cambiado tanto. Sudamérica, por desgracia, es todavía mucho más salvaje que nosotros en este aspecto, pero si en España empiezas a rascar, se ve que esto sigue siendo un país apostólico y romano, con peineta y toros… ¡y muy facha! Aunque no quiero cargar las tintas, porque espero que vayan a verme al teatro también los fachas, que tienen derecho a disfrutar de la cultura. Que se note que estamos en democracia.

Eusebio Poncela, con Igor Yebra y Carlota Ferrer.

Eusebio Poncela, con Igor Yebra y Carlota Ferrer. / Cedida

–Usted comenzó su carrera profesional en el teatro. ¿Es sobre el escenario donde se siente más cómodo?

–En verdad, yo nunca he abandonado el teatro, con obras como "Macbeth" o "La gata sobre el tejado de zinc", aunque haya hecho también mucho cine. Pero seguramente, cuando termine la gira de esta obra en diciembre, acabaré en Netflix, como todo el mundo, aunque también apareceré en Mérida haciendo alguna obra. El teatro es un estímulo que rejuvenece, también a los espectadores.

No encuentro estimulante hacer una película solo para estar en el candelero

–¿Echa de menos el status que alcanzó en el cine español durante los 70 y 80?

–No echo de menos nada, porque entiendo que hay que dejar espacio a otros. En dos años cumplo 80 y los papeles se van estrechando, como todo en la vida. Por otra parte, a mí me ofrecen proyectos cinematográficos sin parar, pero ahora para plantearme hacer una película necesito un creador, si no, no me divierte. Y apenas hay ahora creadores en el cine. Uno de los últimos con el que me tropecé fue Juan Carlos Fresnadillo, con quien trabajé en "Intacto". Tiene un gran lenguaje cinematográfico. No encuentro estimulante hacer una película porque sí, solo para estar en el candelero, porque, además, no lo necesito. Mientras tanto, haré series, teatro o estaré pintando.

–Hablando de su faceta de pintor, ¿qué le aporta esta otra rama del arte?

–No he querido nunca hasta ahora hacer una exposición, porque ahora no considero necesario exhibirme como pintor igual que me exhibo sobre el escenario, aunque estoy guardando material y haré alguna exposición en su momento. A mí la pintura me ha salvado una de las siete vidas que tenemos. Es un reto y un oficio muy duro que he comenzado muy tarde, hace solo una década. Así que todavía no estoy en la época azul de Picasso, pero todo llegará (risas)

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