Entrevista | Jesús Castillo Arquitecto del plan Románico Atlántico

"Era un reto situar una malla ante el rosetón de San Juan"

"Una vez concluidas las intervenciones en los templos lo mejor que puede pasar es casi no se note que hemos actuado"

El arquitecto Jesús Castillo sale del interior del templo de San Vicente. | Emilio Fraile

El arquitecto Jesús Castillo sale del interior del templo de San Vicente. | Emilio Fraile / Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

Natalia Sánchez

Jesús Castillo es el arquitecto que se ha encargado de la restauración de la torre de la iglesia de San Vicente y de la iglesia de San Juan de Puerta Nueva, unas intervenciones acometidas dentro del plan Románico Atlántico un ejemplo de mejora del patrimonio a través de la cooperación institucional y de participación público-privada, promovida por la Junta de Castilla y León, la Fundación Iberdrola en colaboración con la Diócesis de Zamora y de la Fundación Santa María la Real. El profesional recientemente ha llevado a cabo una visita guiada a ambos templos románicos dentro de una jornada cultural.

–¿En qué estado se encontraba la torre de San Vicente cuando comenzó la actuación?

–Históricamente había tenido problemas como se recoge en la historia del proyecto. La torre estaba bastante afectada, pero había tenido una restauración muy importante a mediados del siglo pasado de Pons Sorolla que había cinchado la torre y estructuralmente estaba estable, cosa que no podemos decir a principios del siglo pasado. El refuerzo estructural no afectó tanto a lo que es la cubierta que son los elementos más susceptibles de empeorar con el tiempo si no tienen el mantenimiento adecuado. Además, no tenemos que olvidar la composición de la piedra que tienen el 95% de las iglesias de Zamora. Es una piedra que a veces no se comporta como quisiéramos porque se puede disgregar.

–¿Cuál era el estado de la cubierta y de la piedra?

–La cubierta de pizarra estaba relativamente bien, pese a las cigüeñas que habían movido algunas pizarras, lo que había hecho que hubiera penetrado la humedad en lo que era tablero. Lo que hicimos fue levantar totalmente todas las lajas de pizarra, impermeabilizar la superficie, hacer un tratamiento de toda la madera de la cubierta y volver a colocar las pizarras asegurando todas las juntas entre las distintas limas.

–Las cigüeñas y las palomas campan a sus anchas en el casco antiguo, por lo que tienen que lidiar con ellas.

–Efectivamente porque al final se acaban acostumbrando a los métodos que hay. Hemos situado en todos los accesos a la torre unas mallas de nailon que apenas se ven. Lo mejor que nos puede pasar en este tipo de intervenciones es que una vez concluida casi no se note que hemos pasado. Hemos actuado sobre la torre y no hay nada que altere la percepción visual de la torre para quienes la conocían antes, eso es muy importante porque puede generar conflictos.

El arquitecto durante la visita guiada

El arquitecto durante la visita guiada / EMILIO FRAILE

–¿Cómo estaba la piedra?

–Muchos de los sillares que componían la torre habían perdido mucha masa, se habían desgastado porque es una construcción de finales del XII principios del siglo del XIII. Ha pasado el tiempo, ha habido una erosión y esta piedra es especialmente sensible. Además, hay que tener en cuenta que esta zona ha tenido mucho tráfico rodado y parte de la costra negra que tenía procede de la contaminación. La dificultad era intentar utilizar los tratamientos de limpieza menos agresivos posibles, pero que fueran efectivos. Normalmente se empiezan los menos agresivos y se va tendiendo a más agresivos si la suciedad persiste, pero a vez la teniendo controlado que no se rompa nada.

–¿Tuvieron que recurrir a más agresivos?

–No, con lo menos agresivo fue suficiente. De hecho, en la iglesia de San Vicente fue muy fácil porque conocemos muy bien la piedra con la que trabajamos, dado que está muy estudiada. Es verdad es que el proyecto estaba muy bien redactado por los técnicos de Zamora Románica. Además, otro aspecto que era importante para nosotros era darle continuidad a todos los tratamientos y criterios que se han utilizado en todo el conjunto de iglesia de Zamora que se han intervenido previamente. De hecho contamos con empresas de la zona que han trabajado anteriormente y que conocen perfectamente las características de la piedra.

El técnico explica la actuación en la torre de San Vicente

El técnico explica la actuación en la torre de San Vicente / EMILIO FRAILE

–¿Qué es lo que la diferencia de otras?

–En origen la piedra que se utiliza es la pudinga de Zamora, una arenisca que tiene un grano bastante grueso que se ha cohesionado con un aglutinante que tiene el grano más fino. El grano grueso se erosiona fácilmente y prácticamente todas las iglesias están construidas con esta piedra. No obstante, no se debe de confundir con otra procedente de otra cantera de la zona que es el granito silicificado. Se parecen mucho, pero no tienen nada que ver una piedra con otra. En ambas iglesias, especialmente en San Juan de Puerta Nueva, en las intervenciones que se hacen en el siglo pasado todos los lienzos que se reconstruyen se hace con este granito. A simple vista no se aprecia, pero se puede observar. Dependiendo del tipo de arenisca que se utilizó especialmente el San Vicente incluso el grado de deterioro que han sufrido las piedras restauradas era más importante que la piedra original. Algunas zonas estaban fragmentadas y rotas y tenían un desgaste muy distinto frente a la pudinga de Zamora.

–Y ante esa diferencia de conservación…

–En función del desgaste que tiene podemos ir desde dejarlo como está si está bien cohesionado eliminando elementos inestables porque la geometría no altera la percepción visual. Si hay una pérdida que no supera el 10% se puede restituir con morteros de cal y con el sílice de una piedra similar de tal manera que la masa que hacemos no se distingue. Según va aumentando el porcentaje de deterioro hay que coserlo todo con unas varillas de vidrio o de inoxidable. Si las perdidas supera en 50% el sillar se suele sustituir. Se suprime la parte que esté mal y se cose otra parte con unas piedras de características similares.

–¿Cuáles han tenido que llevar a cabo en la torre de San Vicente?

–El segundo lo hemos llevado a cabo y en algunos puntos no ha quedado más remedio que sustituir el sillar. Mayoritariamente los canecillos del alero han sido restituidos. Como sabemos que la piedra se desgasta mucho todas las líneas de imposta, las líneas horizontales que separan los distintos cuerpos de la torre, están coronadas por una chapa de cobre de tal manera que el agua que resbala por el paramento vertical e impacta y ahora no golpea en esa línea ni en el mortero de reintegración, sino que se va. Estas chapas las hemos instalado ahora y sigue los mismos criterios de intervención de cuando se restauró la portada.

La piedra se desgasta mucho todas las líneas de imposta, las líneas horizontales que separan los distintos cuerpos de la torre, están coronadas por una chapa de cobre de tal manera que el agua que resbala por el paramento vertical e impacta y ahora no golpea

–Visualmente la restauración de San Juan parece que solo ha sido una buena limpieza, pero sin duda ha conllevado un arduo proceso.

–En ella empezamos con una limpia más suave hasta llegar a criterios distintos. En San Juan de Puerta Nueva había costras muy adheridas y en el caso del rosetón se han implicado técnicas de limpia con láser, que no es agresivo, pero si se puede, no se usa. El rosetón tenía una película que había que eliminar puesto que había costra biológica, desde palomina hasta líquenes y suciedad orgánica. Además, el lienzo del siglo XV se retranquea con respecto al del siglo XII-XIII, hay zona que crea un paso de ronda o adarve donde tenemos esa cubierta, que tenemos dudas de que fuera originalmente así, pero esos sillares se colocaron en la restauración del siglo pasado. Desde el siglo XV se viene oyendo hablar de la atalaya en esa iglesia y es verdad que San Juan era el límite de la muralla, un elemento defensivo que quizá podía tener un tratamiento almenado, pero se crea en una zona de faldón de cubierta que se estaba llenaba llenando de agua. Tenía ya una intervención hecha, pero hemos levantado todo y hemos colocado una cubierta de chapa de cobre para que salga toda el agua. Esa zona está muy deteriorada y ahora no se aprecia nada, que es lo más importante.

–¿Dónde residió la mayor dificultad en esa intervención?

–Es muy fácil colocar unas mallas de nailon en un hueco porque no tienes nada detrás, pero colocarlo delante del rosetón, lo más historiado que tiene la iglesia, porque lo estamos tapando era otra cuestión. Pensábamos que técnicamente lo teníamos que hacer porque estaba colmatado de excrementos y queríamos evitar que siguieran anidando las aves. Hemos colocado una malla de nailon, pero que es invisible. Nuestro reto era colocar la malla y que no se viera. Ahora existen muchos elementos de nailon y hemos elegido uno que solo se aprecia ligeramente en un momento muy determinado del día. Fue, sin duda, una cuestión que dentro de la intervención no ha sido menor.

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