Durante mi paso por Sayago en 2021, y a través de la realización de numerosas encuestas, pude contemplar en primera persona lo valiosa que sigue siendo esta comarca que Julio Borrego Nieto estudió hace ya 50 años. Demasiado tiempo ha pasado ya desde entonces, y esto ha provocado que algunas de las palabras y decires que antaño gozaban de una ferviente vitalidad hayan dejado de transmitirse en boca de sus hablantes.

Por la tierra de Sayago

Al pasar por esta comarca, nosotros, como zamoranos, muchas veces no nos damos cuenta de las personas con las que tenemos la oportunidad de conversar: jóvenes y no tan jóvenes que han ido adquiriendo el legado de sus abuelos en una tierra donde las familias han puesto todos sus esfuerzos con el único fin de subsistir. A esto debemos sumar las duras condiciones de vida que muchos de nuestros mayores sayagueses han soportado: guerras, hambre, pérdidas y otros factores que nos llevan a pensar en ellos como héroes. Pero no solo debemos valorar estos aspectos, sino también que han sido predecesores de la variante sayaguesa, acompañada de sus múltiples y valiosas palabras o decires propios de la transmisión oral.

Los jóvenes forasteros, sorprendidos ante estas peculiares formas, no conocen el valor de este tipo de palabras que en la mayor parte de las ocasiones esconden una historia y valor etnográfico especial, afianzando la esencia y cultura de la comarca. Como consecuencia, dicho hecho los lleva a establecer prejuicios que afectan directamente a la generación encargada de continuar el legado sayagués: los jóvenes nacidos en la comarca. Cambiar esta situación resultará muy complicado en un futuro devastador para estas hablas, que hoy en día agonizan en la mente de los más longevos. Los zamoranos debemos ser conscientes de nuestro patrimonio, y tratar de documentarlo antes de que sea tarde.

Pero volviendo al tema que abarca este artículo, si usted decide moverse por Sayago, no debe olvidar poner el oído a cada uno de los vocablos que sus humildes gentes nos transmiten, pues es posible que nos ayuden a descubrir el pasado lingüístico de nuestra provincia. Y esto mismo me pasó a mí cuando llegué y escuché la forma llende para referirse a la linde. ¿Cómo es posible que un hombre de 65 años diga tal palabra? ¿Es un vulgarismo? Poco hace falta para establecer una conclusión positiva: se trata de una forma leonesa hallada de forma lexicalizada, esto es, la palatalización de la L inicial latina (procedente de limes, -ĭtis) en LL, tan característico del leonés, que se ha quedado fosilizada en la forma llende, algo que, a mi juicio, tiene un valor inmaterial incalculable. Esta forma no es exclusiva en Sayago, pues ciertamente se puede atestiguar en otras zonas de la provincia con un valor semántico más restringido. Por ejemplo, en Benavente y Los Valles, llende tiene un valor semántico de “terreno sin labrar”.

Todos y cada uno de los vocablos que hallé pueden resultar muy útiles no solo por la información lingüística que ofrecen, pero algunos me llamaron especialmente la atención por su aceptación social, como, por ejemplo: ablandao. Este adjetivo, cuya correspondencia verbal es ablandarse, y cuya acepción nos lleva al equivalente castellano calarse, la recogí en Palazuelo y Cozcurrita (Sayago). No obstante, su uso no es privativo, pues rebasa los límites de la comarca para hacerse notar en el rincón noroccidental de Salamanca o en algunos focos aislados de la provincia de León. Lo habitual en Zamora es emplear este vocablo con el sentido de sumergir algo en un líquido, como las legumbres, para que se ablanden. Una de las posibles interpretaciones que se ponen en debate en cuanto a esta acepción y que se puede vincular con lo comentado recientemente es que se trate de un uso propiamente metafórico, donde podemos observar como su significado habitual (ablandar=mojar las legumbres) se desplaza al vocabulario cotidiano para hacer referencia a un hecho tan común cuando llueve y debes agarimarte (equivalente a resguardarse en el castellano estándar) de la lluvia, como dicen en Cozcurrita.

Otra interpretación, en este caso más directa y relacionada con el propio uso etimológico, tiene que ver con el hecho de que ablandar está directamente relacionado con el término mojar, puesto que esta última palabra etimológicamente procede del latín vulgar molliare, que a su vez en latín clásico corresponde con mollire: ablandar, de ahí que nos haya llegado la forma castellana mullir o mullido (blando).

Además de su curiosa procedencia, se trata de una palabra bastante asentada en Sayago, siendo empleada regularmente incluso por los hablantes más jóvenes. No contamos con usos literarios que se relacionen con esta acepción en la literatura popular del antiguo dominio, algo que nos transmite el carácter marcadamente oral.

Este es solo uno de los numerosos ejemplos que podremos encontrarnos si nos desplazamos a Sayago, una tierra que merece mucha atención a pesar de su casi completa castellanización.