“ Un capítulo se cierra, otro se abre, nos vamos después de 118 años. Traspasamos la librería”

8 de enero de 2019. Los Reyes Magos zamoranos dejan una triste noticia en la ciudad que corre como la pólvora por las redes sociales. La centenaria librería Semuret cierra sus puertas. Aún hay una última oportunidad si alguien se hace cargo del negocio. Pero pasan los meses y el 1 de junio de ese mismo año, Luis González, el último eslabón de la familia que ha llevado el negocio durante un siglo anuncia que la librería se cierra sin opciones. Triste y desesperanzado prepara el desalojo de estanterías, cuadros, expositores y mostradores originales de madera maciza de finales del siglo XIX que no se han movido de su sitio desde el principio de los tiempos cuando por la puerta del viejo local de la calle Ramos Carrión aparece ella. Una joven zamorana recién licenciada en Filología Inglesa que está buscando su lugar en el mundo y una razón poderosa para seguir en una ciudad de la que no quiere volver a marcharse.

Han pasado dos años de todo aquello y Judith Pino Pérez, lejos de arrepentirse de su impulso, vive feliz entre libros de viejo y novedades editoriales. Su ilusión y su valentía han atrapado a los eternos clientes de Semuret pero también a una generación nueva que apuesta por el comercio tradicional y que con sus compras contribuye a que este tipo de negocios sigan vivos en plena era de Amazon.

–Dos años ya desde el día en que decidió hacerse cargo de este negocio centenario. ¿Cómo se le ocurre aventurarse en esto?

–La verdad es que fue un impulso. Pasé por el escaparate con una amiga y me dijo que cerraban la librería. Yo llevaba tres meses en Zamora y no me había enterado. Acababa de terminar la carrera y estaba pensando qué hacer de mi vida. En ese momento no hice nada pero me quedé con la mosca y al día siguiente me presenté en la tienda. Hablé con Luis González y me gustó todo lo que me dijo. Me enamoré de la librería. Y aunque mi padre tuvo sus dudas mi madre me dijo “no te lo pienses y tira para adelante”. Semuret llegó a mi vida y me la puso patas arriba”.

–¿Cómo fue ese primer contacto con la librería?

–Vine aquí y me encontré con Luis González. Me miró desde el otro lado del mostrador, se bajó las gafas y me dijo: vamos a tomar un café. Me contó todo. Y me encantó todo lo que me contó. Pensé que me estaba vacilando, que trataba de venderme bien un negocio que parecía no querer nadie, algo lógico después de tantísimos años. Pero me transmitió muchísima confianza. Aún hoy en día cuando tengo una duda o un problema puedo llamarlo a cualquier hora. Lo llamo, me apoya, me escucha y me anima a tirar para adelante. Así que estoy súper agradecida”.

–¿Cuántas veces le han dicho que es una valiente?

–Muchas veces. La primera semana la gente entraba sólo para darme las gracias por haber dado el paso y haber impedido que esta librería cerrara sus puertas. Durante las primeras Navidades gente de toda España compró sus regalos aquí como una forma de apoyarme y ayudar y contribuir a que esto siguiera en pie. Fue una pasada. Así que estoy muy agradecida a la ciudad. Todo esto me da fuerzas y así cuando tengo un mal día porque me ha pasado algo o alguien me pone mala cara se me pasa.

–Comenzó su aventura librera el 7 de agosto de 2019 y pocos meses después le pilla de lleno la pandemia…

–Estaba muy asustada. Sabía que no era algo que fuera a durar sólo 15 días. Pero tenía claro que en la medida que pudiera no iba a dejar de estar en la librería. Venía todas las semanas a limpiar. No había tenido tiempo apenas de organizarme, de recolocar la tienda y la trastienda porque desde el primer momento tuve mucho trabajo. Así que aproveché el parón de la pandemia para colocar y centrarme en lo que quería hacer de cara al futuro.

–¿Cómo recuerda aquellas semanas de confinamiento?

–Fue un tiempo doloroso y triste. No había nadie en la calle. Te encontrabas a la gente y sospechabas de todo el mundo. Fue extraño. A mí me cambió la forma de ver y de sentir. Yo era muy fría, soy una persona muy fría pero la pandemia me cambió. En cuanto a Semuret fuimos la única librería que estuvo prestando servicio. Como tengo la página web me informé de si yo podía gestionarla y así lo hice. Estuvimos todo el tiempo de pandemia trabajando. Cerrábamos por las tardes pero yo venía a las 8 cada mañana y cerraba a las 3. Si alguna persona necesitaba un boli yo iba y se lo llevaba a la puerta de su casa. Yo no podía dejar a los niños sin pinturas para sus deberes, ni a la gente sin libros. No quería que la gente tuviera que pedirlos a Amazon estando yo aquí.

–¿La librería fue el mejor de los refugios?

–Rotundamente sí. Yo pensaba que era una privilegiada porque mejor sitio que esta librería para pasar el confinamiento, ninguno. Así que mientras ordenaba las estanterías fui encontrando tesoros de Luis. Lo llamaba, le contaba lo que había encontrado y él me relataba su historia.

–¿Y encontró muchas cosas extrañas?

–Pues sí. O cosas que no se vendían hace muchísimos años. Por ejemplo las bolsitas de tinta en polvo que son tan difíciles de encontrar. Un señor me la vio un día y entró a preguntar cuánto le pedía por ella porque estaba dispuesto a pagar lo que fuera. También encontré una pequeña y vieja caja de minerales. El caso es que el primer día que estuve al frente de la tienda aparecieron unos chinos y se empecinaron en llevársela a pesar de que era cara. Tuve que elaborar una factura para que pudieran pasarla por la aduana sin problemas.

–¿Cómo se plantea el negocio de cara al futuro?

–Quiero hacer que la gente se de cuenta de que en las librerías pasan cosas. Creo que desde ellas se puede llegar a muchas parte de la sociedad. Quiero que me den la oportunidad de llegar a los jóvenes, a otra gente que no está interesada por leer que llegue a hacerlo. La cultura necesita ayuda urgente de las administraciones y que nos tomen en cuenta porque nosotros podemos cambiar mucho las cosas.

–¿Y qué puede hacer usted mientras tanto para que esto suceda?

–Seguir empeñada en hacer presentaciones de libros. En cuanto pase todo este tiempo extraño de pandemia arrancar un club de lectura, hacer tertulias, poder traer a grandes autores a lo mejor más conocidos que llamen más la atención… Me gustaría hacer tantas cosas… Sé que ahora es un tiempo complicado, tengo mi carpetita guardada llena de planes pero en cuanto podamos respirar libremente quiero ponerme en marcha y que la gente me de una oportunidad para empezar a trabajar en todos esos sueños. Que esta librería se convierta en un punto de encuentro y que sirva para acercar la lectura a más gente. Los libros no muerden.

–¿Alguna aventura más ya en marcha?

La Editorial. La cogí también hace un año y en principio he continuado con la labor que se estaba haciendo. He seguido con la biblioteca cultural tradicional, tengo en edición 2 libros y voy a reeditar muchos títulos que están agotados porque el año que viene Editorial Semuret cumple 20 años. Quiero seguir la línea ya establecida con autores de Zamora y sobre Zamora porque Semuret es testigo de lo que somos y dice mucho de lo que somos. También quiero empezar a editar cosas nuevas pero quiero ir despacio y con pies de plomo. He arriesgado mucho y ahora toca tomarse las cosas con más calma.