El pasado domingo 18 de abril Ecologistas en Acción de Zamora organizó para socios y simpatizantes la visita de un pequeño grupo de nueve personas a la Sierra de la Culebra y Sanabria. Las normas y restricciones de la pandemia no permitían más.

El objetivo era conocer de primera mano la realidad del turismo ecológico y lobero, así como la experiencia de algunos de los ganaderos que apuestan por convivir con los lobos siguiendo un acervo cultural de siglos.

Y lo hicimos de la mano de Javier Talegón, uno de los expertos que trabaja ese ecoturismo, una actividad que mueve a más de 3.000 visitantes, con su consiguiente repercusión en la economía de la zona. Talegón acaba de publicar estos días “Carqueisa florida, loba parida”, una monumental obra que recoge toda esa sabia experiencia acumulada en torno al lobo.

El ecoturismo lobero tiene sus ritos y condiciones. Hay que estar en los puestos de observación antes de que amanezca, y guardar el máximo silencio con puertas de coches y conversaciones.

No es fácil ver lobos, y menos en estas fechas, en las que están de lleno en la reproducción, pero sí ciervos y corzos, además de la flora y las aves que contribuyen a la belleza singular de estas ásperas tierras, en la que una naturaleza aún no destruida luce en todo su esplendor.

No éramos los únicos que se colocaban este día detrás de los trípodes con telescopio para observar en silencio la vuelta brumosa de la luz al inmenso paraje en el que nos situamos.

El día acompañaba, y después de un merecido segundo desayuno nos fuimos a Cerdillo, una pequeña pedanía de Trefacio, donde vive y trabaja con su familia Fernando Rodríguez Tábara, un ganadero de 22 años que aplica esas prácticas ganaderas desarrolladas durante siglos para defenderse de los depredadores. Con la ayuda de su pequeño ejército de 19 mastines y 6 cachorros criados entre las más de 100 vacas que cuidan duerme tranquilo todas las noches. El problema, nos dice, es que estos mastines siguen siendo considerados mascotas y no animales de trabajo, lo que permitiría acceder a ayudas para reducir los grandes gastos que supone su mantenimiento.

Ya en la tarde nos trasladamos a Santa Colomba de Sanabria para visitar a la familia que está detrás de la firma “Pastando con lobos”, todo un manifiesto de que es posible manejar un gran rebaño de ovejas usando esa rica cultura campesina. Alberto Fernandez nos cuenta rodeado de sus ovejas en un feraz prado que el problema de la ganadería extensiva no es el lobo, ni mucho menos, sino los acuerdos internacionales de libre comercio como el que se quiere firmar con Mercosur, una PAC que no favorece esta ganadería sostenible, y unas autoridades que ayudan poco y tarde. El lobo estaría siendo utilizado como un capote para distraernos de esos problemas fundamentales.

Allí lo dejamos, mientras su pareja, Rosa, con la ayuda de los perros controla su enorme rebaño de un millar de ovejas.

Volvimos todas y todos un poco más sabios y llenos de admiración por estos héroes de la sostenibilidad y de la difícil convivencia con los lobos. “Somos muchos los ganaderos de extensivo, la mayoría, los que desarrollamos estas prácticas. Solo necesitamos que nos ayuden un poco”, apostilla al final Fernando.