La presencia del lobo en la provincia de Zamora ha producido a lo largo del tiempo un numeroso legado de respuestas por parte de los habitantes que evidencian la importancia que poseía -y aún posee- este animal en sus vidas, y cómo la coexistencia entre ambos ha dado lugar a una vasta producción cultural que impregna la lengua y los usos de todo tipo de objetos y construcciones, un inmenso acopio de conocimientos mezclados con la superstición y con sentimientos encontrados.

Este gran depredador, ahora relegado a zonas de supervivencia en la península ibérica como la Sierra de la Culebra, sigue en definitiva conservando un alto poder de atracción, como demuestra el creciente interés por observarlo y acercarse a su hábitat.

La reciente inclusión del lobo en el listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial por parte del Gobierno y la prohibición de su caza ha vuelto a situar el tema de la coexistencia entre ganaderos y lobos en la diana. No hay duda de que existen razones para proteger al lobo, cientos de estudios científicos demuestran su importancia en el equilibrio del ecosistema, controlando la superpoblación de herbívoros, su papel de saneador del monte al alimentarse de animales enfermos, silvestres o domésticos, y la mejora de la calidad genética que provoca en la población de ciervos, entre otros, como saben bien los cazadores.

En el otro lado de la balanza, los ganaderos sufren pérdidas en sus rebaños y se ven obligados a tomar medidas de protección, y aunque existen compensaciones económicas, son insuficientes y llegan tarde. La situación actual de la ganadería extensiva se sitúa en el centro de la cuestión ya que, a pesar de ser fundamental para evitar el abandono del medio rural, mantener los pastos y montes limpios, evitando los incendios, no consigue erigirse como la respuesta más necesaria para enfrentarse al cambio climático y rentabilizar sus productos de calidad indiscutible. La sombra del modelo agroindustrial es tan alargada que impide el crecimiento y la justa valoración de la ganadería extensiva.

Crece el turismo de observación

El interés de los ciudadanos por el espacio rural y sus problemas ha ido creciendo, como crece también la atracción hacia la naturaleza y hacia el lobo. Lo demuestra el turismo de observación, una actividad con demanda creciente que en la Sierra de la Culebra atrae un turismo cifrado ya en 2017, según informes del Gobierno, en 3.100 visitantes al año y una rentabilidad económica de 0,9 millones de euros directos y otros tantos indirectos, que da trabajo a varias empresas especializadas y a la hostelería.

La coexistencia entre el lobo ibérico y la ganadería requiere de acuerdos y presupuestos desde la Administración que ayuden a hacerla efectiva, y de una ciudadanía informada y responsable que sepa reconocer el valor total de lo que ambos ofrecen, para luchar contra la ignorancia y los clichés interesados que ocultan las razones últimas de un enfrentamiento a estas alturas irreal.

El lobo vivo y la ganadería extensiva suman juntos en la economía local.