Zamora no pierde su interés, ni siquiera en tiempos de pandemia. Si bien tras el confinamiento las expectativas con respecto al turismo eran bastante negativas, los últimos días de agosto dejan un buen balance en cuanto a las visitas. Así lo corrobora el Museo Catedralicio de la capital, que no ha dejado de ser una cita obligada para todo aquel que viene a la ciudad, a pesar del COVID-19.

El centro artístico reabrió sus puertas el pasado 22 de junio, al igual que el Museo Diocesano de la capital, después de los peores momentos del virus. Y lo hizo con todas las recomendaciones sanitarias para garantizar que las visitas sean seguras. En la actualidad, “lo vamos llevando lo mejor que podemos, y cumpliendo todas las medidas necesarias”, señala Juan Carlos Izquierdo, auxiliar del Museo Catedralicio. De esta forma, “se ha incluido una alfombrilla para la desinfección de los pies a la entrada, gel hidroalcohólico para las manos, indicaciones sobre la distancia de seguridad, y seguimos todas las directrices contra el COVID-19 dadas por la Junta”, explica. Además, el aforo se ha reducido a un máximo de 25 personas en cada sala, y un límite de 10 individuos por grupo. Hasta ahora, “en líneas generales, los visitantes cumplen con las recomendaciones, aunque siempre hay que llamar la atención en algún caso puntual”, agrega el encargado del centro.

En un principio, las circunstancias dejaban entrever un verano marcado por el descenso de los viajes y, por tanto, la reducción del número de turistas. Sin embargo, no ha sido así, y en cuanto a visitas, en las instalaciones de la Catedral zamorana “estamos al 50% con respecto al año pasado, no se está dado tan mal como se pensaba hace unos meses”, apunta Izquierdo. De toda la época estival, agosto ha sido, sin duda, la treintena estival en la que el monumento ha recibido más visitantes, “este siempre es un mes potente, y eso se ha notado”, añade el responsable.

Así, en esta galería, la situación actual no ha impedido que los turistas puedan seguir disfrutando de las obras que alberga, de la misma manera que no ha dificultado que estos accedan al resto de las dependencias de la Catedral de Zamora, puesto que la visita es conjunta. Quienes acceden, prácticamente la mayoría que elige esta ciudad como reclamo turístico, además, adquieren las entradas para el Museo Diocesano de la capital durante su estancia en el Catedralicio.

La colección de este monumento, uno de los atractivos de la capital, fue inaugurada en 1926, y desde entonces, alberga piezas de siglos de antigüedad, y otras de creación más reciente que complementan la muestra de la propia Catedral. Entre dichas piezas destaca la colección de tapices flamencos, como el de Tarquino Prisco, tejido en Flandes alrededor del año 1475; los de la Guerra de Troya, de los talleres de Tournai, datados en el último tercio del siglo XV; los de la Viña, hechos en Bruselas aproximadamente en 1500; los de Aníbal, confeccionados por François Geubels en torno a 1570; y los del rey David, de finales del siglo XVI, probablemente procedentes de un taller de Audenarde.

También destaca el conjunto de esculturas pétreas de la Capilla de Santiago (siglo XIII), habilitada en 2016 y situada junto al Claustro. Entre las obras que aquí se albergan destaca la Virgen con el Niño y San Juanito, labrada en mármol blanco de Carrara y atribuida a Bartolomé Ordóñez. O la sala de artistas zamoranos, creada en 2017 y dedicada exclusivamente a creadores locales o con un vínculo especial con la región.