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Nietas de la memoria | Concha San Francisco: “Nunca se ha contado la Historia desde el punto de vista de las mujeres”

“Si se trata de reconciliarse, hay que hacerlo sobre la base de la memoria, y no dejando soterrado el dolor de los que perdieron”

La periodista Concha San Francisco, en su casa. | Nico Rodríguez

La periodista Concha San Francisco, en su casa. | Nico Rodríguez / AZAHARA RAMOS

AZAHARA RAMOS

La periodista zamorana Concha San Francisco es una de las diez autoras de “Nietas de la memoria”, publicación que se ha presentado recientemente en la capital. El libro narra los relatos de las abuelas de las escritoras, que sufrieron la represión franquista en diferentes puntos de la geografía española, pero a todas ellas las une el gran esfuerzo que realizaron por sobrevivir durante y después de la Guerra Civil.

–¿Cómo surge “Nietas de la memoria”?

–Surge a raíz del movimiento “Las periodistas paramos”. En 2018, previamente al 8 de marzo, muchas mujeres nos movilizamos, y las periodistas nos implicamos mucho a nivel nacional. Las profesionales de los medios españoles empezaron a comunicarse a través de Telegram. Había millones de mensajes, y una de las veces, se habló sobre la necesidad de contar la historia de nuestras madres o nuestras abuelas. De ahí se formó un grupo que al principio fue un poco mayor, pero después quedamos diez periodistas que decidimos tirar hacia adelante. Hicimos nuestros relatos y después buscamos editoriales, hasta que apareció Bala Perdida y se interesó por el proyecto.

–¿Cómo ha sido el proceso de documentación?

–En cuanto a las fotografías, en mi casa ha habido siempre, porque una de las hijas de Juliana, mi tía Ángela San Francisco, se casó con José Núñez, que fue Premio de Fotografía de Castilla y León. Él tenía imágenes familiares de todas nosotras, y las fotos que aparecen en el libro, a excepción de las más antiguas, son suyas. Pero también utilicé archivos documentales, sobre todo para ver el proceso que le hicieron a Baltasar Villaseco, el hermano de mi abuela Juliana, al que asesinaron, y también quería informarme sobre el encarcelamiento de mi abuelo, Prudencio San Francisco. Primero recurrí al Archivo Provincial, y no fue difícil porque los documentos están al alcance de cualquiera. En el caso de mi abuelo, me dirigí al Ministerio del Interior, acogiéndome a la Ley de Memoria Histórica, y pude ver el expediente carcelario que reproduzco en el libro. Fue algo impresionante, porque a mi abuelo, desde 1937 a 1945, lo metieron cuatro veces en la cárcel, mientras Juliana aguantaba en el pueblo, en una familia ya señalada.

–¿Cómo se desarrolló la vida de Juliana?

–Mi abuela nació en 1898. Era hija de un chocolatero que se asentó en Casaseca de las Chanas y montó un obrador que se llamó La Favorita. Mi abuela y sus hermanos trabajaban con su padre, pero también iban a la escuela. Después, Juliana se casó con Prudencio San Francisco, que también era un hombre muy especial. En los años previos a la guerra, en Casaseca ya había algunos conflictos, sobre los cuales hablan las crónicas que mandaba Sebastiana Tobal desde el pueblo para el diario republicano La Mañana, en las que explicaba el enfrentamiento entre los jornaleros y la patronal, un tema crucial en toda España debido a la Reforma Agraria. Los chocolateros apoyaron a los jornaleros y también promovieron misiones pedagógicas para traer libros al pueblo, que después fueron quemados. Son historias fuertes que se han quedado en mi cabeza y explican mucho de lo que ocurrió en un pequeño lugar como Casaseca. Llegó un momento en que las relaciones eran muy tensas, y un día llamaron a la puerta preguntando por Baltasar, lo subieron a un camión y se lo llevaron junto a otros seis. Los mataron en las tapias del cementerio y, al día siguiente, mi abuela fue a reconocer el cadáver, algo que normalmente no ocurría. Tras estos años, la familia recibió denuncias infundadas.

–Denuncias infundadas, un pueblo pequeño en el que todos se conocían… ¿Ese tipo de cuestiones marcan la diferencia entre cómo se vivió el conflicto en el entorno rural y el urbano?

–En el pueblo no había escapatoria. Aquí la guerra no se produjo como tal, no hubo batallas ni ejército, pero sí una tremenda represalia que acabó con muchas vidas en Castilla y León. Asociaciones como el Foro por la Memoria de Zamora o la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica han ido sacando información, pero aún no se reconoce todo lo que pasó, hay muchas víctimas aquí de las que no se ha hablado. Ese silencio es lo que ha quedado encima de la gente, ha sepultado sus vidas, y es lo que intentamos romper en este libro, para que entre la luz y se cuenten las historias. Hay muchísimo más que decir, yo he dado un paso y animo a la gente a que también hable. No se trata de rencor, sino simplemente de dar testimonio de lo que pasó, porque las nuevas generaciones ya no lo saben, no se estudia esa parte de la historia que es muy importante para entender lo que sucede en nuestro país, quiénes somos, de dónde venimos y qué hace que actuemos de una u otra manera, también en política.

–¿Cómo ha sido el proceso de ponerse en la piel de su abuela para relatar su historia?

–Muy fácil. En cuanto te pones a escribir pasa algo mágico que te traslada, te cambias de piel y lo haces sin problema. La editorial tomó la decisión de que los relatos serían en primera persona, pero yo ya lo había contado así y me parecía más directo hacerlo desde su memoria. Me convertí en el medio y yo la dejaba hablar en mi cabeza. Hay un proceso de elaboración literario, pero en realidad es una narración de algo que pasa. Yo elegí la última noche de mi abuela, que curiosamente murió el día de la República, el 14 de abril.

–Si este pasado ha sido silenciado y olvidado, ¿lo ha sido aún más en el caso de las mujeres?

–Más que nada porque las mujeres no aportan nunca su visión en estas historias y cuando se ha escrito sobre cualquier acontecimiento, siempre lo han hecho los hombres, pues las mujeres en esa época no escribían, y creo que ellas dan una visión distinta. Mi abuela me contaba muchas historias que tenían que ver con las relaciones de las mujeres con los hombres, el problema del aborto, madres solteras, sobre mi abuelo y sobre ella misma, o sobre otros familiares, por eso digo que no era una mujer convencional. Mi abuela hablaba con los niños exactamente igual que con los adultos.

–Cuanto más lejos que da en el tiempo, ¿es más difícil rescatar estas vivencias?

–Claro, y si no se entienden las cosas, solo se cierra en falso la historia del pasado. Si se trata de reconciliarse, hay que hacerlo sobre la base de la memoria y no contando solo una parte y dejando el dolor de los que perdieron soterrado.

–El conflicto también afectó en otros sentidos a las mujeres, como la educación…

–Por supuesto. En la República, las mujeres habían avanzado y todo eso se frenó. Mujeres como las hijas de Juliana ya eran conscientes de una manera diferente de entender la vida, pero todo eso sufrió un corte impresionante. También hay que tener en cuenta que, en el libro, las protagonistas son mujeres de diferentes generaciones, y las periodistas que lo escriben, también. Por tanto, hay una visión muy amplia de la situación en la que estaban las mujeres en ese momento, a través de diferentes casos y etapas. De todas las abuelas, la más antigua es la mía, que nació todavía en el siglo XIX, pero todas viven en un contexto patriarcal que lo fue aún más con el franquismo, cuando las mujeres no salían de ser esposas y madres, aunque muchas trabajaban.

–¿Por qué cree que es importante poner en valor el papel de estas mujeres?

–Porque siempre han estado invisibilizadas y ausentes, y porque no se ha contado nunca la historia desde el punto de vista de la mujer. Su papel durante la guerra ha sido terrible, y el relato que he contado es solo una parte, pero hay muchas más. Ellas se mantuvieron siempre en silencio, cubiertas bajo una sombra, aunque en sus casas tuvieran un papel importante que la sociedad nunca les reconoció. En la página web nietasdelamemoria.com hay un apartado para que la gente pueda enviar sus relatos. No sabemos qué vamos a hacer con ese material, porque este ha sido un paso que hemos dado, pero no sabíamos cómo se iba a entender, y ha tenido una acogida bastante importante.

–¿Qué ha significado para usted esta experiencia?

–He comprendido mejor la historia de nuestro país y de la sociedad en que vivimos, y he entendido las claves sobre determinadas situaciones que ocurren. Una cosa es leer libros o ensayos sobre la guerra, la política o cómo se han vivido en este país los conflictos, pero cuando lo cuentas de una manera tan cercana, las vivencias personales llegan más rápido. Creo que es útil para la gente conocer la realidad del pasado y hacerlo desde un punto de vista diferente, que es el que dan las mujeres. También lo he hecho para restituir la dignidad que les quitaron a estas personas, que nadie se ha ocupado de valorar. No solo intento contar su vida, sino también devolver esa dignidad perdida.

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