La continuidad del proyecto hasta el final de la pandemia es interesante porque permite ver testimonios de todo el proceso, desde el confinamiento y su impacto psicológico en el individuo y el social hasta estas etapas, en las que ya se puede salir de casa y hacer cierta vida en comunidad, aunque todavía con restricciones, apunta el director del Museo Etnográfico de Castilla y León, José Calvo Domínguez. Y no se cansa de ensalzar la "importancia de cualquier testimonio, tanto el de un niño como el de un señor mayor que vive en un pueblo o el de un catedrático. Es importantísimo saber lo que ha sentido la gente a ras de suelo, como agricultor o como lo que sea en su vida profesional". Ese es uno de los principales valores de esta recogida de archivos para la historia de esta nueva sociedad que se está generando en torno al COVID-19 y sus consecuencias.

En este relato en tiempo real del Etnográfico no podían faltar los sanitarios, que han enviado sus experiencias personales y profesionales. Y estarán muy presentes en este macroarchivo audiovisual gracias a un joven del Hospital Universitario de Burgos que aportará a los fondos del Museo su propio estudio con testimonios de sus compañeros, trabajo que se unirá al del centro con sede en Zamora. Se creará un subarchivo también con la iniciativa que un profesor de Antropología de la Universidad de Salamanca está desarrollando con sus alumnos, sobre todo iberoamericanos, que recopilan testimonios sobre su realidad vital que engrosarán los fondos del Etnográfico sobre los efectos de la pandemia, abunda Calvo.

Los archivos visionados o escuchados, según el formato por el que haya optado su protagonista, describen la gran diversidad de estados emocionales, tan bien expresado por "una niña de Burgos que nos ha hecho llegar un dibujo de una casa donde todos sus inquilinos están confinados. La niña usó un color para cada habitación según fuera el estado anímico de su ocupante: alegría, nerviosismo...". Una original idea que sorprendió tanto como la reflexión de una joven de 18 años desde Zaragoza que "nos dice "yo no estoy sacando aprendizajes, sino constatando cosas: que está todo muy mal, el mundo está muy loco".

El documento se enriquece con los contrastes: la soltura ante los móviles, en el manejo de redes sociales y su lenguaje de unos niños de entre 10 y 11 años "que se comen la pantalla", su herramienta de comunicación; o la impericia de un hombre de Toro, que "se grabó en el corralico de su casa con el teléfono tres veces, no le salía". O esos padres que se ven encerrados con su niña de año y pico en Madrid, "lo mejor que les ha pasado en tiempo", dicen. Y a cada día le ponían un nombre: atónito, asustado...".