Ni las líneas de ayuda establecidas por el Gobierno, ni las moratorias a la hora de pagar impuestos a las diferentes administraciones ni siquiera la prorrogación de los ERTE hasta el 30 de septiembre. Nada ha sido suficiente para unas 450 empresas de la provincia, que no han sido capaces de igualar el órdago lanzado por la pandemia de COVID-19 y que han cerrado sus puertas después del confinamiento. A ellos hay que sumar más de 120 autónomos que se encuentran en la misma situación: interrumpieron su actividad a mediados de marzo, cuando se decretó el cierre de numerosos negocios, y no han vuelto a subir la persiana.

Habrá que esperar para tener unos datos más detallados, pero la vista general de la ciudad indica que el sector servicios es con mucho el más afectado por esta situación. Y dentro de esta rama de la economía destaca otra: la hostelería. Los bares y restaurantes que no han sido capaces de soportar el cierre de dos meses impuesto para luchar contra la propagación del virus se cuentan por decenas. Mientras, los que han vuelto a abrir se agarran al "tirón" de las terrazas, auténtico salvavidas del sector durante las últimas semanas.

Los próximos meses serán también delicados desde el punto de vista económico. Los empresarios y los sindicatos han conseguido que los ERTE se alarguen hasta el final del verano, pero todo hace indicar que ya no habrá más prórrogas y que las empresas tendrán que reincorporar a los trabajadores de los que han prescindido el próximo uno de octubre. Los empresarios miran a esa fecha con preocupación porque estiman que, si la economía no ha empezado a coger velocidad para esas fechas, muchos negocios podrían verse obligados a echar también el cierre.

El comercio es otro de los grandes perjudicados por la pandemia. Hay tiendas que no han soportado el parón de los últimos meses y las que han abierto gestionan una caída de las ventas que en algunos negocios llega hasta el 40% de la facturación habitual.