El COVID-19 dio una vuelta de tuerca a la vida de los ciudadanos, amenazados por una catástrofe sanitaria que ha generado cuadros de angustia, ansiedad, pero que, "sorprendentemente", se convirtió en un auténtico dique de contención para quienes se esfuerzan por ahuyentar a la muerte cada día.

En plena primavera, "la época de gran incidencia de suicidios", y durante cuatro largos meses de encierro en las casas por orden gubernamental, bajo la presión de una pandemia que, precisamente, amenazaba la vida de todos, Zamora no registró ningún suicidio. Ocurrió lo imprevisible, "ha habido un inesperado bajón de casos", explican los forenses del Instituto de Medicina Legal de Zamora.

La tónica volvió a su senda, "a la normalidad, en cuanto decayeron las medidas de confinamiento a final de junio, con el número habitual de este tipo de sucesos", agrega el subdirector del Instituto de Medicina Legal de Zamora, Antonio González González.

La provincia registra, "al menos, un suicidio por mes, aunque en años de mayor incidencia se han llegado hasta 20", indica el médico forense. Las estaciones de otoño y de primavera marcan los puntos álgidos en la estadística. En este año 2020, "hasta el mes de febrero, tuvimos los casos habituales".

El peculiar resultado de esta larga cuarentena está ya en manos de los estudiosos, que bucean en el fenómeno tras las oportunas explicaciones científicas. González apunta a la red de solidaridad que se desató durante ese largo periodo en el que los ciudadanos solo podían salir para llenar sus neveras y poco más.

Desde un primer análisis, apunta a la hipótesis de que "tal vez, el que se disparara la atención de los más próximos hacia estas personas haya influido, al sentirse mas arropadas y, en cierto modo, vigilados". Destaca el vuelco de "familiares, amigos e incluso vecinos" para no dejar a nadie desamparado en una situación tan difícil de sobrellevar. Los integrantes de ese tejido solidario, "realizaban llamadas, se ofrecían a realizarles compras, en el caso de las personas más mayores o con alguna discapacidad física o intelectual, o con enfermedad mental".

Precisamente, "el suicidio entre ancianos es el más frecuente, no solo porque padezcan enfermedades físicas o mentales, o porque tengan situaciones familiares complicadas, situaciones de indefensión y soledad, sino porque en la provincia de Zamora hay más población de avanzada edad", subraya el especialista. "Mucha gente dice "hasta aquí llegué". La depresión también predomina entre las personas mayores, pero, sobre todo, el perfil de la población" de la provincia define la franja de edad en la que se dan más suicidios.

Muy a menudo, detrás de esa decisión está la enfermedad mental, un trastorno depresivo grande, "hay tratamientos con los que se puede reducir el riesgo en un porcentaje importante, por ejemplo, entre los psicóticos se consigue si se tratan", añade González González. Pero también "existe el suicidio impulsivo, imposible de evitar, que surge repentinamente. Son reacciones vitales ante una circunstancia que desborda a la persona y provoca un cortocircuito. Un hecho puntual desencadena la reacción". En otros casos, "una psicosis oculta que explota en un momento determinado" lleva a quien la padece a quitarse la vida.

El debate se ha desatado recientemente: ¿lo más conveniente es no hablar de este grave problema social?. Antonio González es tajante, "hay que informar porque esa frase de que "el que lo dice, no lo hace" es un mito. Hablar de ello no induce al suicidio a otras personas". Otra cosa es lo que el forense denomina "dar notoriedad al hecho innecesariamente, eso sí facilita el acto" a quien le acompaña esa intención de quitarse la vida.

El médico incide en que "hay que informar adecuadamente, esta conducta debe estar en el debate social", lo que es muy diferente a lo que él denomina "el cotilleo social. El que se vaya hablando de que fulanito se ha quitado la vida". Es "imprescindible" que los pacientes hablen con su médico porque los suicidas "siempre avisan de una manera u otra. Y se puede prevenir hasta cierto punto". Cuando se obvia el problema, "se les aísla más porque no se les deja expresarse". Eso es negativo.

Los especialistas también se encuentran con quien está "totalmente sano y toma la decisión de forma racional". No es lo común. Por lo general, existen patología detrás de este comportamiento: trastornos depresivos, sobre todo, la bipolaridad, la esquizofrenia, el alcoholismo, la drogadicción, la ludopatía. En la larga lista, aparecen las enfermedades físicas graves y situaciones vitales concretas que conducen a la decisión de morir, "tomada más o menos de forma racional".

¿Y si se da una segunda cuarentena?, ¿qué ocurriría? "No me atrevo a predecir qué pasaría si todo vuelve hacia atrás, cómo reaccionaría la gente". No se puede asegurar que esta peculiar tregua a la vida se repita.