La prostitución tiene varias caras, tantas como opciones sexuales existen. Zamora no es una excepción y, desde los pisos de alquiler, las personas transexsuales también trabajan ofreciendo su cuerpo. El confinamiento ha sido especialmente duro para esta población, a cuya marginalidad por el tipo de trabajo que desempeñan se suma la nula visibilidad social de su opción sexual e incluso de su existencia, dada la difícil integración social del colectivo.

Inmigrantes y sin papeles la mayoría, han pasado una auténtica pesadilla durante el confinamiento en Zamora, puesto que al carecer de tarjeta de residente no podían beneficiarse de las ayudas de las instituciones: son invisibles para el sistema. Varias zamoranos han estado ayudando a estas personas con aportaciones tan básica como alimentos y productos para el aseo personal. También se les ha facilitó medios para abonar el alquiler sin tener que pasar por los servicios sociales de las capital.

La absoluta clandestinidad en la que viven les mantuvo al borde del abismo, sometidas a una tensión de la que solo pudieron salir gracias a ese voluntariado totalmente desinteresado, que dejaron a un lado a las instituciones para impedir que se conociera su estancia ilegal en España y que se vieran extraditadas al concluir el estado de alarma sanitario. Estas zamoranas han sido auténticas protectoras de estas personas trans que viven de trabajar con su cuerpo, de espaldas a una sociedad que ni quiere mirarlas.