"Despacio, pero va". Esa es la respuesta que ofrece Bruno Gomes, responsable del Restaurante Miradouro, al ser cuestionado por la evolución del negocio tras la apertura de fronteras del pasado miércoles. Lo cierto es que el panorama ha cambiado mucho desde el mes de mayo, cuando su local, situado en una de las zonas más concurridas de Miranda do Douro, apenas podía completar un 10% de su aforo con la clientela local: "¿Que si hay muchos españoles? Casi todos", reconoce el hostelero, mientras contempla una sala prácticamente llena, siempre contando con los cambios en la distribución de las mesas que implica el mantenimiento de la distancia de seguridad.

Gomes alude al cierre de dos restaurantes del entorno por culpa del COVID-19 para justificar el endemoniado ritmo de trabajo que llevan él y sus compañeros en un martes cualquiera del mes de julio. El propio dueño del restaurante reconoció hace apenas 40 días que el 90% de la clientela procede del otro lado de La Raya y, aunque el volumen de visitantes no es el mismo que otros años, el parón temporal de parte de la competencia apenas le permite respiro. Sus reticencias parecen orientadas a lo que ocurrirá cuando todos estén en activo, siempre y cuando no haya sorpresas negativas con la pandemia.

Un par de calles más arriba, en su tienda de regalos, Florbela contempla su local sin la presencia de clientes. A pesar de esa estampa poco halagüeña, la responsable del negocio reconoce que "la cosa va mejor" desde que se abrieron las puertas del turismo exterior, aunque solo se atreve a hablar por sí misma, sin identificar una tendencia para el resto de la zona. De posibles casos no quiere ni hablar, y en cuanto al futuro inmediato, prefiere no hacer predicciones demasiado concretas: "Hay que ver cómo va el verano".

Más cerca de la zona centro de Miranda do Douro, Antonio Pires se muestra más elocuente: "Habíamos cantado victoria, pero ahora...". Sus palabras van al hilo de la detección de algunos casos nuevos en la zona, unos positivos que llegan en la fase en la que los negocios preveían un fuerte crecimiento tras verse condenados al cierre temporal primero y a la ausencia de clientes del otro lado de La Raya más tarde. Sea o no por eso, Pires aporta cifras que permiten vislumbrar una pequeña mejoría, pero sin grandes alardes: "Estamos al 30%", asegura el responsable de la zapatería mientras acude a ayudar a un par de clientas al otro lado de su local. En mayo, el propio empresario había hablado de un 20% de la facturación habitual sin la presencia de los clientes procedentes de Zamora y de algunos puntos de Salamanca.

A unos kilómetros de Miranda do Douro, en Bemposta, un hombre mayor se asoma al interior de un bar sin sacar sus pies de la terraza: "Uma", grita desde el exterior. Un minuto después, una de las trabajadoras aparece con una cerveza para su cliente. La mujer se para a charlar sobre la evolución del negocio, pero apenas advierte cambios de una semana para otra. En el pueblo sí se nota la llegada de familias que "viven en Madrid o en otras zonas", pero la prudencia pesa más que las ganas de socializar: "Quien viene lo hace con cuidado y con mascarilla", asegura la camarera.

En Bemposta, los casos se siguen con cierta distancia. La zona se ha mantenido limpia, según los lugareños, aunque por delante se vislumbra un verano largo, complicado y lógicamente atípico. La trabajadora del bar resume el sentir de muchos, con la incertidumbre como telón de fondo: "Vamos caminando y vamos viendo".