Forman un tándem perfecto, aunque solo uno de ellos pedalee. Marcelo Rodríguez viaja en bici con su gato Osiris desde hace dos años, recorriendo primero el Camino de Santiago -lo que le otorgó a la mascota su compostelana felina- y realizando después nuevas peregrinaciones que le han llevado a visitar diferentes países, desde Francia hasta Italia.

Su última aventura tenía como objetivo recorrer la denominada ruta de los tres confines -que une Italia, Austria y Eslovenia-, pero se vio truncada hace tres meses por la pandemia. "Tuvimos que hacer cuarentena en Galisteo, un pueblo de Cáceres en el que tuvimos muy buena acogida y hemos hecho grandes amistades. Nos ha servido de descanso después de tanto viaje y ahora estamos con fuerzas renovadas para retomar nuestro destino", asegura el peregrino.

Pero antes de empezar a cruzar fronteras tienen una primera meta en Santiago de Compostela y esa ruta es la que les ha llevado, una vez más, a Zamora, convirtiéndose por casualidad en el primer caminante que hace noche en el albergue de peregrinos de la ciudad desde su reapertura tras la crisis sanitaria. "Está todo muy limpio y las dos hospitaleras son muy amables", agradece.

"Lo que más me gusta de aquí es el mirador de San Cipriano y sentarme a ver el paisaje, desprende mucha energía", describe, después de haber probado por primera vez los figones. "Una de las mejores cosas de viajar es poder probar las cosas típicas de cada lugar y conocer la forma de vivir en cada sitio, tan diferente", asegura.

Tiene experiencia en viajar de mochilero, pero reconoce que la época pos-COVID ha traído muchos cambios. "En el camino todavía hay albergues o restaurantes cerrados, que te obligan a llevar más peso en el equipaje, porque necesitas más comida", pone como ejemplo. En su caso particular, su bicicleta suele cargar alrededor de setenta kilos -entre ropa, alimentos, agua, un hornillo... incluso una cafetera- a lo que hay que sumar los seis que pesa Osiris, que hace el camino cómodamente aposentado en su canastilla. "Procuro que además esté siempre dándole la sombra", añade su dueño.

En el albergue de Zamora se han multiplicado también las medidas higiénicas y sanitarias. "Nos toman la temperatura al gato y a mí en la entrada y tenemos que meter todas nuestras pertenencias en una bolsa para desinfectarlas, al igual que el calzado. Las manos se lavan a menudo y no se pueden utilizar las cocinas, que suelen ser comunes", describe.

Este joven madrileño de 29 años, que dejó su trabajo de soldador y vendió su coche y su piso para iniciar esta aventura, asegura que "con poco" se puede recorrer el mundo como lo hace él. Un empujón económico le da también la venta de fotografías con Osiris por el mundo como protagonista. Estas originales imágenes y la aventura a dúo, que durará al menos dos años más, se puede seguir en su perfil de Instagram gato_nomada.