Antes de la reapertura de fronteras entre Zamora y Portugal, en la zona de Aliste llegó el turno de los trabajadores de conservación y mantenimiento de carreteras, que ya durante la tarde procedieron a retirar el muro de hormigón que servía como impedimento del paso de los vehículos de un lado a otro de la frontera por la parte habitual, que conduce a los viajeros desde la N-122 española hacia la autovía portuguesa y viceversa. Los operarios se afanaron en esta tarea antes de la medianoche, pero mantuvieron los conos, las balizas y la señalización que obligaba a todos los conductores a pasar por el puente internacional, en la zona de la antigua carretera.

No en vano, los controles se mantuvieron hasta el final, como marcaba el acuerdo entre los gobiernos de España y Portugal, que decidieron mantener el cierre de fronteras diez días más tarde del levantamiento realizado en la mayor parte de la Unión Europea, que se produjo el 21 de junio: "Desde ese día hemos visto a algún despistado que pensaba que también podía cruzar por aquí", apuntaron los agentes de la Policía Nacional, que a medida que avanzaba la tarde fueron incrementando el contacto con sus compañeros portugueses para coordinar parte del final de las operaciones.

Eso, teniendo en cuenta que la apertura no se produjo al mismo tiempo en ambos lados. La diferencia horaria entre los dos países provocó que los agentes españoles se retiraran a medianoche, según su huso, y que los portugueses se mantuvieran una hora más. Así, varios conductores procedentes de Portugal pudieron pasar de largo sin problema en ese lapso de tiempo, mientras quienes venían de la parte zamorana se veían sometidos todavía al control realizado por los agentes lusos.

Lo que sí compartieron todos los trabajadores policiales que convivieron durante el último turno en la frontera fue un pequeño, sencillo e improvisado acto de celebración contenida por la reapertura de la frontera. "Ha sido un placer", coincidieron en señalar los agentes portugueses y españoles, acostumbrados ya a la coordinación y al uso de espacios comunes dentro del Centro de Coordinación Aduanera, pero menos habituados a lo ocurrido durante los últimos tres meses y medio, en los que el escenario les ha obligado a retomar una labor inédita para muchos.

Los buenos deseos dieron paso a una pequeña tertulia entre los agentes en la que destacó, por encima de todo, la esperanza de que la pandemia se suavice para que una medida drástica como la suspensión temporal de la libre circulación se mantenga en el cajón durante muchos años. No en vano, en este siglo, apenas una cumbre de la OTAN en Lisboa y una visita del Papa Francisco a Fátima provocaron la recuperación de estos controles. En esos casos, tan solo durante algunas horas.

Esa perspectiva de dejar atrás la tarea que ha ocupado a los agentes durante estos meses quedó empañada por las informaciones que los agentes portugueses tenían como principal tema de conversación durante la noche del martes: el cierre de dos cuarteles de la GNR, en Vimioso y Miranda do Douro, por el positivo de dos policías. La confirmación de las PCR había llevado a las autoridades a aislar a 29 compañeros, una circunstancia que mantenía alerta a los trabajadores lusos y que no deja de ser una constatación de que, aunque las medidas para el regreso a la normalidad sigan avanzando, el virus continúa pululando por la zona.

Sea como fuere, el caso es que, cuando llegó la hora, los agentes se retiraron y el paso se abrió finalmente en ambas direcciones. Los trabajadores de conservación y mantenimiento de carreteras regresaron a la tarea, recogieron los conos, las vallas y las balizas en sus camionetas, y retiraron los plásticos que cubrían las señales para evitar posibles confusiones. España y Portugal; Zamora y Tras-os-Montes vuelven a convivir después de un cierre que ha evidenciado la importancia de una relación recíproca, que afecta al plano personal y al económico. Esa vuelta a la rutina, al menos en este aspecto, supone un desahogo para todos los habitantes del entorno.