No hubo ajos en Tres Cruces, ni cerámica en Viriato, ni peñas en la Plaza Mayor. Tampoco hubo orquestas por la noche, ni hinchables por la mañana, ni pasacalles a media tarde. La música no ha sonado, el auditorio no se ha abierto, el teatro sigue con el telón bajado y las calles no tienen casetas. El billar romano no ha encontrado jugadores, ni el Duero ha tenido quién lo descienda, y nadie en ningún sitio ha tirado con arco. El San Pedro más atípico de la historia acaba de finalizar y, probablemente, habrá quien no se haya dado ni cuenta. Porque tampoco ha habido unos fuegos artificiales que hayan significado "hasta aquí, se terminó la fiesta". No ha habido nada. Y no habrá sido por falta de ganas.

La crisis del coronavirus se lo ha llevado todo por delante. El maldito virus, que ha dejado a los alfareros y ceramistas con todas las piezas en botica tras la primera suspensión de la cita desde su creación en el año 1972. O a los ajeros del sur de la provincia, que han encontrado una solución de última hora pero que durante muchos meses han temido por su cosecha. El virus que ha impedido a los peñistas juntarse, abrazarse y besarse. Que ha dejado a las familias sin conciertos y sin bailar. Todo raro. Todo mal.

La ciudad ha lucido atípica durante la última semana. El trasiego habitual de las rúas no ha sido tal, pese a que el Casco Histórico ha estado lleno de paseantes ávidos de aprovechar el buen tiempo. Pero no han encontrado problemas de espacio a la hora de transitar Viriato, como suele ser lo habitual. También ha sido extraño ver la calle de las Tres Cruces con todas las plazas de aparcamiento disponibles durante el fin de semana. O la misma plaza de toros, cuyo único festejo anual también ha tenido que ser suspendido.

Pese a la tristeza que supone ver a una ciudad sin sus fiestas patronales, desde el Ayuntamiento de Zamora han querido animar a los ciudadanos a vivir un San Pedro desde lo más profundo de cada uno. Así lo expresaba el alcalde, Francisco Guarido, quien a través de un bando quiso entregar simbólicamente las llaves de la ciudad a los peñistas y animó a agradecer a todos los zamoranos la labor de quienes, durante estos meses, han luchado porque la mayoría de la gente haya podido vivir este "no San Pedro".

Las calles han echado de menos las Ferias y Fiestas, pero el sentimiento es que el fin de la seguridad y la salud era mejor que cualquier jarana. El año que viene, todos los zamoranos volverán a encontrarse en la Plaza Mayor. Esta vez sí, para recibir las auténticas llaves de la ciudad.