Serena y su gato, Calcetines, viajaron conmigo al Lago en la tarde-Noche de San Juan. Subimos al Castro, mal llamado Peña del Castro, que un día señorearon los Templarios, y nos sentamos mirando a la Vega de Xeoane y a la Isla de las Moras, que no es más que una prolongación del Castro en forma de isla, por mucho que las crónicas digan que estuvo en medio del Lago y que, con solo mirar mapas antiguos, siempre se llamó La Peña.

Al San Xuane, en Senabria, siempre fue el nombre de Junio y, por supuesto, la noche de las hogueras, los pachuzos y el trébole, tesoros y herencia que hemos perdido con tanta ley de protección, tanta restricción y tanto (per)seguimiento. Y no es de pedir disculpas: valles paradisíacos anegados, pinos y no robles ni castaños malpintando los montes y colmatando con sus espinas de muerte los pozos de los ríos, y, para más INRI: el mayor lago de origen glaciar de la Península Ibérica, herido, y como dijo un día un alguien: "herido y bronceado, por mucho que se nos antoje eterno y majestuoso".

Serena: la Vega de Xeoane, es el suelo más fértil de aquí; tierra cedida por propio Lago después de cada crecida, cuando las había. Y aquí existió uno de los primeros monasterios: San Juan Bautista. Un viejo y brillante profesor aún vio restos del edificio, y, por fortuna, dibujó al detalle una lápida, hallada en el mismo paraje, y que "desapareció" en la noche aciaga del 9 de enero de 1959, cuando 144 almas pagaron el precio de la ambición y el chapuceo a media noche y a muchos grados bajo cero.

Y ahí tienes la Isla de las Moras, un pedregal con zarzas y algún arbolillo de quiero y no puedo. En ella, un conde, violento y muy inteligente, hizo una casa-refugio para desafiar al Monasterio de San Martín, cuyo abad se resistió hasta el punto de morir en Astorga perseguido a muerte por el magnate de Benavente. Un cronista real, llamado Ambrosio, dijo haber estado aquí y saber que esa casa tenía artesonados de oro? ese cronista, Serena, nunca estuvo aquí, y fabulaba con informaciones servidas por otros. Rodrigo Alfonso Pimentel, ya señor de La Puebla y primer Conde-Duque de Benavente, tuvo el detalle de donar al monasterio la casa de la isla, el Lago y la pesquería o Cañiza que siempre fueron del monasterio; todo un detalle, mientras participaba en las guerras de Granada, y tras haberse apropiado de Sanabria y buena parte de Carballeda. En La Puebla mandó construir un castillo que nunca pagó, deuda que condonaron las muchas aldeas que llevando piedra en sus carros hicieron posible que hoy veas esa imponente fortaleza.

Y Serena se quedó dormida con tanta historia. Y yo, la retuve en mi regazo mientras Calcetines se estiraba y relamía. Al despertar, mi niña dijo bostezando: he soñado, profe, un sueño muy extraño. Cuéntame -le dije- y este fue su relato:

He visto asomar, en la Isla de las Moras, el campanario de LVCERNA y que el gallo de su veleta perseguía a una estrella fugaz hasta alcanzarla?

Y abriendo sus manos y sin saber cómo, descubrió una estrella de mar?

IUXTA MARE LACU(M) IN CONFINIUM URBIS SENABRIE