Los camiones se desvían hasta la frontera de Calabor-Portelo donde se tienen que dar media vuelta y retroceder a los accesos fronterizos por Verín o Quintanilla. Una señalización deficiente y señales recicladas de cortes por hielo y nieve, mal tapadas con cinta, despistan a no pocos. Como despistes ocasiona el GPS que traza el itinerario por esta frontera, con destino principalmente a las fábricas de componentes automovilísticos de Braganza. No es la primera vez que las seis de la mañana Celso González San Román entabla conversación y da las indicaciones para ir por Verín a alguno de los camioneros que se encontrado los bloques de hormigón. Unos bloques que no han sido impedimento para algún chofer mosqueado, los ha apartado y ha circulado para allá de Portelo.

Celso González San Román regenta la única tienda de comestibles y bar que hay en el pueblo, de las cuatro que llegó a haber en este paso fronterizo y comercial. Lleva en el comercio 18 ó 19 años y es la tercera generación, su abuela ya tenía tienda en el pueblo.

El 90% de su clientela es de los pueblos portugueses hacia la zona de Braganza y tras el cierre de frontera "no puede pasar nadie". Los clientes del pueblo son pocos porque "Calabor es un pueblo pequeño con pocos vecinos, pero partir de Semana Santa vienen de otras provincias a poner el huerto y se quedan hasta octubre e incluso noviembre, ya cerca de las navidades". Con las huertas a pleno rendimiento, el consumo es pequeño pero siempre procura tener algo de fruta para los clientes del pueblo.

Celso no ha desatendido su clientela a otro lado de la frontera, aunque para ello tenga que hacer los 260 kilómetros de ida y vuelta por la frontera de Quintanilla para llevar los encargos a los clientes que están al otro lado de la frontera. En este único paso habilitado "es verdad que está todo muy controlado y que no nos ponen problemas" pero "en la frontera de Calabor tenían que abrir una vez a la semana como en Rihonor".

Pendiente de las noticias de Portugal, está al tanto de los plazos que se van posponiendo entre los dos países para la reapertura de la que define como "la mejor frontera" para los camiones comparada con la de Rihonor y la de Verín, con peores carreteras. Cuando se recogió su testimonio el plazo de apertura que se barajaba en Portugal era el 20 de junio, ahora se pospone hasta el 1 de julio. "Esto se va a ir alargando. Aguantar tres meses en una situación como ésta ¡Estamos arreglados!". Reclama que "lo mismo que hacen corredores para los trabajadores, que hagan corredores para los que vivimos aquí". No es el único perjudicado, personas que estaban a uno y otro lado de la frontera en las obras o en el balneario han ido al paro al no poder recorrer los 260 kilómetros para ir a trabajar. "Dejas el sueldo en el gasoil".

Se queja, y con razón, de que esta frontera es una de las grandes olvidadas "aquí no se moja nadie. Los políticos podían hacer algo más de lo que hacen, pero no les interesa la frontera de Calabor, solo la de Rihonor y por ahí no hay paso para camiones". El tramo de "Verín a Braganza es una carretera mala". "Olvidados, nos han dejado tirados. Y luego quieren que venga gente aquí ¿Quién va a venir?. En la tienda se cumplen todas las indicaciones sanitarias, desde el gel a la pantalla de separación en el mostrador, pasando por la mascarilla.

La perspectiva del que vive en el pueblo es clara, la explanada de la frontera "se podía convertir en un lugar para estacionar caravanas" en un lugar con mucho paisaje natural y mucha historia. Sobre el arroyo que discurre entre los dos países se firmó a comienzos en el siglo XVII el acuerdo de venta de las propiedades que el Monasterio de San Martín de Castañeda poseía en el área de Braganza. Elegir ese lugar específico fue para que el documento tuviera validez en ambos países. En plena Guerra de Sucesión en España el miedo era que el Reino de Portugal confiscara los bienes de españoles en su territorio.

Los edificios a ambos lados de la frontera, de la comarca de Sanabria y Portugal, son un reflejo material de ese abandono. La casa de los "guardiñas" y la aduana española rivalizan en destrozos interiores, basura y pintadas malsonantes, además de refugio para murciélagos y trepadero de zarzales.

Dos edificios que son patrimonio público pero abandonados a su suerte y al botellón. Los últimos usuarios del lado español dejaron en el interior los cajones con el material extraído de las catas de suelo mayoritariamente pizarroso. Lejos queda la rivalidad entre las dos administraciones locales en la fiesta de Pascua, "La Pascoela" por dejar alta la representación local. Unas fiestas que Celso recuerda de niño.