La paulatina recuperación de la normalidad durante el estado de alarma permite reanudar actividades paralizadas por la pandemia del Covid 19. Ocurre con el reparto de "dadas de leña" entre los vecinos de Venialbo, suspendido el pasado 15 de marzo y restablecido una vez que la provincia comenzó la desescalada y pasó a la fase 1.

Hasta el 15 de junio y de forma escalonada para evitar aglomeraciones, los adjudicatarios de los troncos de encina sorteados por el Ayuntamiento ya han empezado a cortar y acarrear la leña para aprovisionarse de combustible -en calefacciones, lumbre o barbacoas- el resto del año.

Y así como en otras ocasiones la recogida de la madera era toda una fiesta, con familias enteras reunidas en el monte y disfrutando del campo, esta vez la tradición no pierde ese carácter lúdico y de disfrute de la naturaleza, aunque de forma mucho más controlada. La emergencia sanitaria impone prudencia y desde el Ayuntamiento se ha dispuesto que cada interesado comunique previamente el día que tiene previsto el acarreo de la leña "con el fin de realizar una recogida organizada".

Así lo establece la resolución dictada por el alcalde de Venialbo, Jesús Vara, quien apela a la prudencia, respetando los protocolos de seguridad, medidas de higiene y distanciamiento social señalados por las autoridades sanitarias. "No hemos tenido ningún problema en el pueblo con la pandemia, pero eso no quiere decir que bajemos la guardia" precisa el alcalde.

El reparto de las "dadas" de leña es una tradición arraigada en Venialbo, donde se asienta el Monte Coto, una masa forestal de casi mil hectáreas que genera variados aprovechamientos en beneficio del pueblo. Caza, pastos, madera, piñas, miel, tierras de labor, bellotas o una incipiente plantación de trufas suman el conjunto de recursos que ofrece la "despensa" de Venialbo. Sin desdeñar los valores naturales y recreativos de este "pulmón" donde los vecinos gustan de celebrar meriendas, encuentros festivos o rutas por parajes con notable encanto.

Como monte adehesado, la leña de encina es uno de lo recursos que cada tres o cuatro años salen a subasta. El Ayuntamiento pone a disposición de los vecinos la madera que sale de la limpieza y poda de las encinas. Esta primavera se han licitado alrededor de 130 lotes con un peso medio de 2.500 kilos, por los que el beneficiario paga 66 euros. Antes de repartir las "dadas" un leñador contratado por la institución municipal ha realizado el desmoche de unas 800 encinas, alternando las manchas que precisan el saneamiento.

Una vez cortados los brazos de la encina, los vecinos trocean la madera y dejan el espacio limpio de la rama pequeña que, o bien se tritura, se quema en la época propicia y con la correspondiente autorización, o se aprovecha para pellet. El rugido de las motosierras y el trajín de tractores y remolques para el trasladado de la leña es la mejor señal de que la vida va recuperando la normalidad.

Un trabajo que ya podría haber concluido si no hubiera sido por el parón que impuso la entrada en vigor del estado de alarma. A las puertas del verano, el acopio de las "dadas" hace sudar la camiseta y los beneficiarios buscan una buena sombra para dar cuenta del almuerzo. Este año reducido a pequeños grupos familiares, como impone el tiempo de pandemia.