Es conocido el capítulo histórico del incendio que asoló el claustro románico de la Catedral de Zamora en 1591, cuando la ceremonia del corpus convirtió el espacio claustral en una pira que a punto estuvo de llevarse por delante la Catedral al completo. Los participantes de aquel ceremonial cerraron, a duras penas, la puerta que comunicaba las galerías con la nave de la seo, donde el coro de madera fabricado por Juan de Bruselas aguardaba para ser pasto de las llamas.

La pérdida de algunas vidas y de aquel patio románico solo fue el saldo momentáneo, en aquel lejano Corpus. Con el tiempo los regidores del templo mayor de Zamora se darían cuenta de que otros enseres, otras piezas, habían partido para siempre al calor de la llama. Entre ellos, la música escrita para la catedral. Así que cuando un estudioso acudió en los años setenta para catalogar los libros musicales del templo, solo pudo recopilar lo que quedaba de los últimos cuatro siglos. Aquella persona era, prácticamente, una enciclopedia de la música sacra. Ayer fallecía a los 98 años, después de haber escrito más de 60 libros de musicología y haber publicado cientos de artículos especializados. En la residencia de los jesuitas de Salamanca despedían a José López-Calo o, simplemente, el padre Calo.

El padre Calo "era una referencia absoluta. Si hoy conocemos la música de nuestras catedrales es gracias a su labor incansable". Son palabras de Alberto Martín, musicólogo y ex director del extinto Pórtico de Zamora. "Todavía hoy, cuando analizo todo lo que trabajó y catalogó durante su vida me tiemblan las piernas", reconoce, admirado. No es para menos. Sobre todo porque López-Calo trabajó en una época muy distinta a la actual, con menos recursos. Su esfuerzo personal equivaldría al de varias vidas de una persona normal.

La trayectoria del religioso gallego (Porto do Son, La Coruña; 1922) está cuajada de reconocimientos, como la Medalla de Oro de Bellas Artes (1998) o el Premio das Artes e das Letras de Galicia (2002). Sus líneas de investigación, amplias, profundizaban en trabajos como el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago, el eterno libro de viajes aderezado por bellísimas melodías medievales.

Pero a ojos de los zamoranos, el trabajo del padre Calo es importante porque el investigador trazó la historia musical de la Catedral de Zamora. Su labor consistió en "inventariar" las partituras del archivo catedralicio a través de la figura y la biografía de sus maestros de capilla. Música escrita en el entorno del templo sagrado que no siempre fue interpretada. Algunas de aquellas notas nunca llegarían a ser pulsadas, tocadas, cantadas.

Tuvo la suerte Zamora de que por esta tierra pasaran importantes maestros. Dos de los más conocidos fueron el alavés Juan García de Salazar o el zamorano Alonso de Tejeda, que también fue maestro de capilla en la Catedral de Toledo. La labor moderna de investigación y recuperación han "resucitado" en época reciente las partituras de estos músicos en espectáculos que han supuesto un verdadero desafío en el tiempo. Como el "Ad Dominica Palmarum" de hace una década en el Pórtico, una recreación de los domingos de ramos de hace varios siglos. O la interpretación de piezas bellísimas como el Miserere de Alonso de Tejeda, en el colofón de los actos del 75 aniversario de la Penitente Hermandad de Jesús Yacente. Ambos recitales interpretados por la prestigiosa La Grande Chapelle de Albert Recasens.

Todas estas obras aparecen en el "volumen 1" de la música de la Catedral del padre Calo. También la producción obligatoria que los maestros componían para la capilla catedralicia que, en síntesis, se refieren a los ciclos de Navidad (los villancicos), el Corpus y la Semana Santa (piezas de lamentaciones y miserere). Al parecer tenía previsto completar la enciclopedia zamorana con otros trabajos que nunca llegaron a publicarse. Pero su labor no se limitó a Zamora. Con el apoyo de la Fundación Juan March, López-Calo recorrió las catedrales de la comunidad en los años setenta y fue publicando sucesivos volúmenes desde entonces. En Burgos o en Valladolid, los libros escritos se contaban por decenas.

Han pasado los años y los investigadores modernos han puesto una nueva metodología al servicio del estudio de la música que, en algunos aspectos, podía poner en cuestión la forma de trabajo de personajes como el padre Calo. Y sin embargo, sus recopilaciones históricas son de obligada consulta para los estudiosos. "Las obras del padre Calo son a la música, lo que el trabajo de Fernández Duro es a la historia de Zamora", compara Alberto Martín. De forma frecuente se ha cuestionado el tamiz romántico con el que historiadores del siglo XIX como el menorquín José María Quadrado utilizaban en sus trabajos. Y sin embargo, no hay historiador que no consulte sus obras como punto de partida de una nueva investigación.

Este domingo amanecía en Salamanca sin el latido del padre Calo. Para él hubiera sido una jornada más de trabajo. Nunca paró en sus 98 años de investigar y conocer. Quienes lo conocieron destacan su salud inquebrantable. Nunca estuvo enfermo. Nunca dejó de aprender y de compartir su conocimiento en sus obras.