Impresionaba entrar en el estudio de Alberto Campo Baeza, en Madrid, aunque fuera como becario. Era febrero y el zamorano Fernando Collantes, gracias a una beca de la Fundación Arquia, conseguía estar cerca de uno de los arquitectos que más admira desde que comenzó la carrera en la Universidad de Sevilla y que ahora está a punto de finalizar.

“Desde el primer momento me trataron como a uno más, aunque fuera el becario. Lo bueno es que somos pocos en el estudio, cinco trabajadores y el propio Campo Baeza, y desde el principio me integraron en proyectos importantes, así que me sentía bien valorado”, agradece el zamorano, que, como tanto otros, ha tenido que cambiar desde el pasado mes de marzo los desayunos con los compañeros del estudio y las reuniones presenciales por el teletrabajo.

Pero eso no le impide seguir exprimiendo al máximo la beca, que se alarga hasta finales de julio. “Estoy con un proyecto pequeño, de una casa unifamiliar en La Rioja”, explica. Se trata de la Casa Haro, cuyos primeros esbozos se pueden ver en la web del estudio. “Querríamos hacer la casa más hermosa del mundo. La más sencilla y la más económica. Una casa, buena bonita y barata, como se decía antes”, se describe. Lo más complicado de este proyecto es la pendiente que tiene el terreno. “La solución más lógica es escalonar la casa. Como las vistas son muy hermosas, nos vamos a la parte más alta de la parcela. Allí levantamos sólo una planta, con dos dormitorios y un baño, que en el interior se prolonga en una plataforma que es el pasillo abierto por el que se accede a través de la escalera al cuarto de estar. Bajo esta plataforma, un dormitorio y una cocina y un baño, con un suelo que se continúa exteriormente con otra plataforma terraza exterior”, se detalla. Y el zamorano, aunque becario, tendrá parte activa en este proyecto con sus primeras prácticas en un estudio.

Una de sus aficiones cuando viene a Zamora es pasear por el casco antiguo y admirar el edificio del Consejo Consultivo, obra del propio Campo Baeza. Por eso eligió este estudio cuando consiguió la beca, aunque podía haber escogido algún otro prestigioso centro en otra capital europea. No se arrepiente de su elección y asegura que el arquitecto “es un hombre muy cercano, siempre estaba ahí, me llevé una grata sorpresa, porque otros compañeros de beca no han llegado a conocer al arquitecto titular”, compara.

Echa de menos ese “trato familiar” que sintió desde su primer día en el trabajo. “Hasta me hicieron una comida de bienvenida, integrarme fue muy fácil”, asegura. Y así también cumplió uno de sus sueños, ver trabajar a su arquitecto admirado y poder ver de cerca maquetas de sus proyectos más emblemáticos. “Tiene la costumbre de hacer maquetas de todo el proceso de trabajo y muchas de ellas las tiene guardadas en el almacén. Las más importantes están expuestas”. Entre ellas, está una de sus preferidas, la Casa Rotonda, una vivienda unifamiliar ubicada en una colina al norte de Madrid. “Es uno de sus últimos proyectos y además he podido visitar las obras, toda una experiencia”, afirma.

Como todavía le quedan unos meses de beca, hasta finales de julio, el zamorano tiene la esperanza de poder volver al estudio a continuar el trabajo con el resto de compañeros, como durante las primeras semanas antes del confinamiento. “Seguramente sea en circunstancia especiales, pero espero que podamos reincorporarnos. Al ser pocos trabajadores, creo que podemos cumplir con la distancia de seguridad”, considera.

Mientras tanto, continuará trabajando en la distancia y compartiendo los metros cuadrados de la vivienda con otros compañeros de beca en Madrid, que trabajan en otros estudios de altura como el de Rafael Moneo o el de Nieto Sobejano. De momento, se organiza bien para seguir los proyectos desde casa. “Tengo un ordenador bastante nuevo, así que no hay problema”, asegura. “Ahora me han pedido que empiece a construir una maqueta y quizá sea más complicado conseguir el material, pero se intentará”, indica.

El intenso teletrabajo, el estudio de las dos asignaturas que le quedan para finalizar la carrera que cursa en la Universidad de Sevilla y el trabajo de fin de grado de la carrera ocupan todo su tiempo, pero, aun así, también está inmerso junto con sus otros tres compañeros de piso en la elaboración de un trabajo para presentar a un concurso de arquitectura. “Estamos diseñando unas bodegas en Portugal”, desvela. Una forma de llenar el poco ocio que le queda mientras cuenta los días para poder regresar al estudio de Campo Baeza y seguir aprendiendo mano a mano con este arquitecto.