"Yo estaba en la calle. Pasé 25 días en Ávila, entre finales de febrero y principios de marzo, y esa es una ciudad muy dura. Después me marché a Salamanca y hace 40 días que llegué aquí gracias a unos amigos que me consiguieron la oportunidad". Así narra Íñigo el mes previo a su aterrizaje en el albergue de peregrinos de Zamora, un lugar que en marzo dejó de acoger a caminantes para erigirse como hogar de las personas que habían quedado desamparadas en pleno estado de alarma.

Casi mes y medio después de cruzar este umbral, Íñigo analiza su nueva situación: "Tengo buenas perspectivas. Durante algún tiempo me he equivocado y lo he pasado muy mal, aunque la suerte también influye", repasa. Ahora, con 44 años, busca "una vida tranquila". "Ya no me interesa correr", afirma. En este recorrido veloz que le ha traído hasta aquí, algunos obstáculos han llegado en forma de adicciones, de malas amistades, y este segoviano ha pagado las consecuencias.

Una de esas facturas es personal, y duele más: "Este sitio es un puente para recuperar a mi familia", asegura Íñigo, dispuesto a seguir los consejos de María, una de las trabajadoras que se ocupa del centro: "Es una mujer maravillosa", afirma convencido este residente, que encara el mes de mayo como la recta final de la primera fase de su recuperación. Después, el albergue volverá a cumplir su función natural, y sus inquilinos actuales afrontarán otro escenario lleno de retos.

El caso de Íñigo es solo uno más de los 22 que ha ido gestionando el Ayuntamiento de Zamora, el colaboración con Cruz Roja y Cáritas, durante estas semanas. El albergue empezó a funcionar en el nuevo paradigma con tres o cuatro inquilinos, pero pronto triplicó las cifras para situarse en torno a la docena de usuarios fijos: "La convivencia a veces no es fácil", reconoce Óscar Alonso, el responsable de Servicios Sociales del área municipal, que destaca esta experiencia como "la más intensa" de su trayectoria en el cargo.

En ese sentido, el profesional subraya el "contexto" creado por la pandemia y el confinamiento como un caldo de cultivo óptimo para trabajar con personas que, en otros escenarios, probablemente habrían huido antes de progresar lo suficiente: "Tenemos un caso de un hombre de 64 años que vivía en la calle y que salió durante los dos o tres primeros días. Pero al ver que no había bares donde tomarse un vino, ni amigos con los que charlar, regresó". Ahora, el futuro de este usuario, y de otro más en circunstancias similares, se encuentra en la residencia a la que ha aceptado mudarse.

Óscar Alonso señala que algunos hombres y mujeres llegan en "muy malas condiciones", tanto a nivel psicológico, como físico, pero todas ellas acaban recibiendo "una atención personal" que facilita su integración y pone el foco en los problemas que les han llevado hasta esa situación.

Como es lógico, el albergue tampoco es una balsa de aceite en estos días. El grupo, muy heterogéneo, genera ciertos conflictos, pero también regala historias como la que protagonizan una mujer portuguesa y un joven rumano. Él lleva varios años en Zamora, pero no sabía leer ni escribir. Su compañera, aunque el castellano tampoco sea su lengua materna, se afana en ayudarle para que a la vuelta del confinamiento haya solventado ese hándicap.

¿Y qué pasa con el virus? Óscar Alonso reconoce que, al principio, no les quedó otra que tomar precauciones y cruzar los dedos. Los nuevos inquilinos entraban al albergue sin someterse a prueba alguna, pero ahora, esto también ha cambiado. Nadie accede a la comunidad sin realizarse previamente el test, una circunstancia que, unida al periodo de cuarentena ya superado por muchos de los usuarios, ofrece una cierta tranquilidad a todo el entorno.

Así discurre la rutina en el albergue de peregrinos, en una fase en la que los esfuerzos están centrados ahora en rematar el trabajo. Algunos usuarios ya se han marchado con contratos de trabajo, otro más lo hará pronto, en dirección al Valle del Jerte. "Con varios no va a haber problema, pero con otros no sabemos muy bien cuál es el horizonte", señala Óscar Alonso. Lo que está claro es que este "recurso temporal" cerrará. "Con lo que hay en la ciudad de forma habitual debe ser suficiente", asevera el responsable de Servicios Sociales. Como en el caso de los peregrinos, para muchos, ahora viene el camino. Uno diferente, de vuelta a la vida.