La distancia, el miedo, hacen valorar aún más lo que de verdad importa, como el amor de una madre, por eso ayer miles de hijos tenían más ganas que nunca de cuidar a las suyas en el primer domingo de mayo, Día de la Madre, un poco diferente para muchas familias.

Por un lado, los zamoranos de la diáspora no pueden viajar para felicitar a sus madres en persona. Pero sí hacer llegar hasta la puerta de su casa un ramo de flores con un pequeño mensaje, un servicio cuya demanda se ha disparado este año, tal y como atestiguan las empresas que ofrecían este servicio, como Florart, en Villaralbo.

Pero los hijos y nietos que sí pueden entregar el ramo con sus propias manos también llenaron las floristerías, que volvieron a la actividad con un buen empuje gracias al Día de la Madre. Las colas, guardando la distancia de seguridad, que se formaban a las puertas de estos negocios y de otros como las pastelerías daban una idea de la cantidad de gente que, con otro tipo de comercios cerrados, optaba por unas flores, unos bombones o una tarta para agasajar a sus madres y

Las mamás que tienen a sus pequeños en casa tuvieron la suerte de disfrutar de un aluvión de besos y abrazos. Como por ejemplo Carmen, madre de Cristina, una chica con síndrome de Down. En su casa era fiesta por partida doble, porque Cristina cumplía 35 años que celebró con la mujer que le dio la vida y con su padre, Pedro. En esta ocasión no pudo invitar ni a sus hermanos, que viven en Madrid, ni a sus primos, pero sí puedo hablar con todos ellos por videollamada. Carmen fue una de las miles de mujeres que recibieron flores de sus hijas, pero Cristina no fue menos, y por su cumpleaños recibió un bonito ukelele.