"Esta unión fue fruto de planteamientos políticos, lo que no quiere decir que no tengamos una identidad o que la variedad no suponga un enriquecimiento. Hay que replantarse la comunidad de Castilla y León, pero sin romper la baraja". Es el pensamiento de Luis Díaz Viana, antropólogo, filólogo y escritor que forma parte de la larga nómina de zamoranos que han recibido en alguna ocasión el Premio Castilla y León. En este caso fue el Premio Castilla y León de Ciencias Sociales y Humanidades 2015, lo mismo que Miguel Manzano obtuvo el de Conservación y Restauración del Patrimonio o Enrique Seco el de las Artes, entre otros (Hilario Tundidor o José María Mezquita por poner solo dos ejemplos). Los tres reflexionan sobre la dura realidad del confinamiento que ha obligado a suspender, como otras muchas cosas, la fiesta de Villalar.

Díaz Viana vive confinado en una cómoda casa de pueblo en Viana de Cega: "Es primera vivienda, no es que haya huido de la ciudad para pasar aquí el confinamiento". Confiesa haberse sentido "triste, sorprendido y a ratos incluso indignado, supongo que no es un sentimiento diferente al del resto de las personas". Y eso que el confinamiento, aunque voluntario, no le es algo ajeno ya que "paso temporadas parecidas de encierro trabajando". Algo similar le ocurre al pintor Enrique Seco San Esteban. Acostumbrado a la vida de encierro en el estudio con su pintura, confiesa que tampoco le resulta agradable "no poder salir cuando uno quiera", aunque se muestra "disciplinado" con las disposiciones del Gobierno y si no se puede salir por razones de salud pública, él lo acata.

Manzano asegura llevar el confinamiento "con mucha facilidad, porque tenemos una casa grande y cómoda y un jardín que te da libertad de movimiento". Eso sí, echa de menos a la familia, aunque un hijo vive enfrente y puede ver a sus nietas en los minutos previos a la hora del aplauso, en tanto que con sus otras dos hijas mantiene el contacto con "el móvil y la pantalla de cuatro cuadros".

Devotos de la celebración

Manzano vivió con intensidad esos primeros Villalar, junto con sus grupo de amigos. "Éramos devotos de Villalar hasta que empezó a cambiar de signo, a tener poco significado". Desde el principio los políticos "trataron de hacer Castilla y León que era una comunidad sin mucho sentido, aunque ahora lo tiene porque después de treinta y tantos años no ha tenido más remedio que tirar para adelante. No te vas a separar ahora, aunque siga habiendo un movimiento que pide León por un lado y Castilla por otro".

"Fue un momento bonito, de mucha fiesta, de mucho cántico", aunque años después se fue haciendo más difícil mantener esa costumbre de acudir a Villalar. "Ir a recordar que ya no somos lo que éramos es un poco penoso".

Sin embargo, Miguel Manzano reconoce que sí se ha hecho una buena labor en la Junta, sobre todo, en lo que a él le toca, en la Consejería de Cultura en relación a la música popular tradicional. "Hice un cancionero básico de Castilla y León que me encargaron, que es una obra para siempre, con las 350 mejores canciones para cantar".

Recuerda también el romance de los Comuneros que cantaba el Nuevo Mester de Juglaría, que se convirtió en una especie de himno. El confinamiento, además, ha tenido otra repercusión en el caso de Miguel Manzano, la cancelación de las actuaciones del grupo Alollano, que se confía en ponerse en marcha una vez que lo permitan las autoridades, ya que dispone de un repertorio suficientemente consolidado.

Luto social

Enrique Seco cree que una fiesta, la de Villalar o cualquier otra, en estas circunstancias, no tiene mucho sentido. "Ni siquiera me había enterado que era Villalar. Y con este ambiente se enturbia un poco, no es como otros años. Lo bueno de una festividad es cuando se puede celebrar, pero aquí ya hay un luto en la sociedad española, con tantas víctimas, que no es agradable. A mí me gusta compartir las alegrías con los demás y las penas con el prójimo, estar en conciencia con uno mismo. Si todo el mundo pasa hambre, no creo que nadie se sienta bien disfrutando de sus manjares".

Y el pintor es consciente de que estamos viviendo un momento histórico. "Lo que nos tenía preparado la naturaleza. La vida está compuesta de todo, de lo bueno y de lo malo, hay placeres y hay desavenencias. Todo pasará, pero esta epidemia va a quedar en la historia de España".

Luis Díaz Viana es de los que cree que Castilla y León "sí tiene una conciencia propia, pese a lo que dicen algunos políticos, que, por cierto, han hecho bastante para cargársela". Admite que "el sentimiento regionalista" es más complicado en esta comunidad que en otras, porque "sale de la unión forzosa de Castilla y de León", pero tampoco es partidario de "cegarse con determinados planteamientos excluyentes", ya que se trata de una región diversa y eso significa más rica. A veces, se tiene la idea de Castilla y León como el páramo que queda entre Madrid y el Cantábrico "cuando la realidad es que somos una comunidad al menos tan diversa, si no más, que cualquier otra". Por eso llama a aprovechar esas diferencias como un elemento enriquecedor. Denuncia, eso sí, que se ha facilitado mucho fomentar el sentimiento de pertenencia por la "inquina" que han tenido tradicionalmente las autoridades autonómicas a la "comarca", que es el ámbito de referencia en la vida, sobre todo rural. Eso no significa que "no haya una identidad, contra eso me he rebelado bastante". Y hay estudios que muestran claramente cómo los castellano-leoneses alejados de su tierra siguen manteniendo su lengua, sus costumbres y su amor a su pueblo".

Viana cree además que esta crisis ha puesto en su sitio a los que "quieren cerrar los pueblos", ya que "si no fuera por la agricultura y la ganadería nos hubiéramos quedado sin comer", como nos quedamos sin mascarillas, por culpa de una globalización "en muchos casos irresponsable y no controlada".