Desde hace cinco cursos la biblioteca Pública de Zamora acoge, entre otras muchas actividades, una que se denomina Filocafé. Propuesta y dirigida inicialmente por Sergio Urueña, después por Emilio Benéítez y en la actualidad por Ivan G. Rodríguez, es el marco idóneo para trabajar de forma monográfica, con el apoyo de bibliografía y filmografía especificas, algún tema de interés. Solemos bromear diciendo que no es café, desde luego no lo es, y quizá tampoco sea filosofía, pero cada quince días, durante hora y media, con más o menos rigor, pero con pasión y entusiasmo encomiables, dialogamos, discutimos con frecuencia, sobre los temas propuestos. Entre los libros leídos en los dos últimos cursos, quiero citar y reseñar, con una opinión estrictamente personal, tres, que cobran hoy perfiles muy nítidos.

Como sucede con la filosofía en general quizá no ofrezcan soluciones para el momento que vivimos, pero ayudan a clarificar algunas cosas. El primero se titula "El cisne negro, el impacto de lo altamente improbable". Publicado por N. Taleb en 2007, se trata de una obra densa, en la que en más de 600 páginas explica la noción que da nombre al título. Siendo los llamados cisnes negros sucesos que nadie, entre los no expertos en una materia, espera, de gran incidencia a nivel global en diferentes círculos, existenciales, políticos, sociales, económicos... se centra en los atentados de 2001 contra las Torres Gemelas ,y en la crisis económica, iniciada en 2008. Qué duda cabe de que la próxima reedición del libro o, quizá, un título nuevo se centrará en esta larga noche que estamos viviendo ahora. A pesar del título, de la segunda parte del título, se arranca del hecho de que los cisnes negros son cruciales por su alcance, por lo inesperado para la mayoría, por sus consecuencias, pero no son aleatorios ni llegan sin aviso.

El autor enumera estudios matemáticos, estadísticos, de metodología inductiva...que servirían para tener consciencia de lo que se avecina. Solo hace falta estar atentos, como aquella niña que gracias a haber prestado atención en su clase de ciencias naturales, se dio cuenta, por el comportamiento del agua en la playa, de que se acercaba un sutnami. Siempre mandan avisos. Centrándonos en esta terrible pandemia que nos masacra, sin poder, por falta de preparación por mi parte, entrar en cuales pudieron ser estos, parece ser que hay consenso en afirmar que sí hubo advertencias. Se han destacado en este mismo diario. Lo ha hecho J.A.Casquero y, hace muy pocos días, Rafa López. Esos avisos parecen remontarse, al menos, a 2015, año en que Bil Gates ponía ante los ojos del mundo la muy real posibilidad de una pandemia de incalculable consecuencia. Más recientemente estudios e intervenciones de la OMS , incluso ante la Asamblea general de la ONU, reiteraban la misma idea. Pero no se quiso mirar en la dirección correcta cuando había tiempo. Cuando se tuvo noticias de las víctimas de Wuhan se tomó como algo muy lejano. Ningún gobierno pareció advertir el riesgo, se nos dice, seguro que con razón, pero algunos tenían acopio de cosas que iban a ser muy necesarias para evitar muertes, asegurando hospitales equipados, tecnología y biotecnología que salvan vidas. En España ya sabemos en qué entretenimientos pasamos la segunda mitad del mes de diciembre y parte de enero, y sabemos también cómo se frivolizó con las aglomeraciones en febrero y marzo. Se extendió la autocomplacencia, según se ve no justificada, que sigue haciendo acto de presencia en muchas intervenciones públicas de miembros del gobierno. Así, aunque parece que el cisne se anunció nos pillo de sorpresa y mal provistos.

El segundo libro se titula "Lo que el dinero no puede comprar", de J. Sandel, publicado en 2012. Aquí se pasa revista a varios temas apasionantes, sobre los mercados, registro de patentes, derechos de denominación, seguros de vida, actividades sorprendentes por las que pagan algunos ciudadanos, especialmente de EEUU......Yo, además de recomendar su lectura quiero incidir muy someramente en algún punto: No siempre se puede comprar lo que se quiere y se necesita, porque el mercado de lo imprescindible se convierte en una puja descarnada, como estamos viendo estos días con todos esos envíos, anunciados, de mascarillas y demás material sanitario que si juzgamos por lo que dicen los profesionales, no acaban de llegar. Pero quiero incidir especialmente en los dos sentidos que el término "poder" tiene en casi todas las lenguas, como posibilidad fáctica y como enunciado moral. En la confrontración de ambos aparecen dilemas interesantes: como posibilidad se puede comprar casi todo, menos la salud y la vida, y aún en estos casos podemos adquirir cosas para ofrecer condiciones de salvaguardar la primera y ofrecer dignidad a la segunda, cuando llega a su fin. Poder como opción moral es el marco en el que se producen conflictos éticos o al menos ideológicos, declaraciones altisonantes a favor de lo público y elección real por lo privado y otras del mismo tenor.

El tercero de los textos, más reciente, en el tiempo es "Por qué mueren las democracias", de S. Levitsky y D. Zibalt. Publicado en 2018 ofrece mayor perspectiva y afronta problemas muy de hoy, ilustrados por personajes de nuestro momento. En situaciones como la que vivimos sabemos que muchos de los pilares que configuran el estado social de derecho quedan en suspenso, y creo que nadie cuestiona ese aspecto. En situación de alarma, y casi de excepción, hay que renunciar a mucho para no perderlo todo.Ya pasó en los momentos culminantes de los atentados islamistas, de Al Qaeda, Isis y otros grupos, y en el debate libertad - seguridad todos aceptamos el precio. Pero hay cosas que de ninguna manera pueden perderse, porque el riesgo de no recuperarlas es demasiado fuerte.

Lo que los autores llaman los salva raíles de la democracia: la capacidad de análisis crítico y el derecho a ejercerlo por parte de los ciudadanos, la obligación, por parte de los gobernantes de cualquier instancia, de hacer partícipes a los contrincantes políticos y a los agentes sociales de las medidas que se tomen, justificando con razones el por qué de las mismas, el no abusar del decreto ley, el establecer, con las cautelas que todos podemos comprender, el marco temporal y aún el horizonte y el campo de la excepcionalidad, son aspectos sustanciales para qué cuando esto pase-- ¿ quién no ha pronunciado en estos días esa frase? - podamos recuperar la normalidad sanitaria, el tejido y la estructura económica y, también el músculo social y político.

No basta marcar perfil y establecer cordón sanitario con los gobernantes europeos que tienden descaradamente a la dictadura, aprovechando estos momentos: ese rechazo se da por supuesto. No valen, porque solo añaden incertidumbre a la mucha que ya hay, interpretaciones tendenciosas de leyes, incluso de artículos de la constitución, no vale querer subvertir, haciendo más mudanzas de la necesarias, estructuras socio-políticas que las mayorías legítimas nos hemos dado. No vale, después de largos debates parlamentarios sobre temas como el de la eutanasia, hacer, por parte de ciertos poderes públicos e instituciones de todo tipo, declaraciones que, estoy segura, a muchas personas de mi generación, nos hacen recordar en demasía una muy buena pero horrible película, La balada del Narayama. No vale todo, si después queremos volver a mirarnos a la cara unos a otros