La falta de concienciación social con las personas sordas es una barrera difícil de traspasar. Y una vez más se pone en evidencia en estos momentos de crisis global. El confinamiento al que obliga el Estado de Alarma mantiene en un doble aislamiento a las personas sordas, o al menos a las que como Victoria, viven solas. Noelia es la sobrina de Ignacio y Victoria, dos hermanos de Santibáñez de Vidriales, sordos de nacimiento, que encuentran grandes dificultades para comunicarse en estos días de cuarentena.

En el pueblo están totalmente integrados puesto que las personas con las que se relacionan han intentado facilitar su integración. En el pueblo se han hecho varios talleres de lengua de signos y la respuesta de la ciudadanía ha sido importante con unos setenta personas inscritas. El último curso se inició el pasado mes de enero, con setenta personas participantes de distintas edades y de diferentes localidades. El decreto del Estado de Alarma ha dejado en stand-by estos talleres tan importantes para facilitar una mayor comunicación con las personas sordas.

La nueva situación de confinamiento ha puesto sobre la mesa el mayor problema al que se enfrentan cada día estas personas, la falta de comunicación. "Normalmente ya no se tiene en cuenta a las personas sordas por ejemplo a la hora de los informativos y demás, ahora es agravante porque los que viven solos tienen muchas más dificultades de poder estar bien informados", explica Noelia quien asegura que para ella el lenguaje de signos es cosa del día a día. "Siempre lo he vivido en mi casa. Recuerdo de pequeña que se ponía mi padre de un lado y mi tío de otro y he ido aprendiendo a comunicarme con ellos a través de los signos".

El interés de Ignacio y Victoria por acceder a la información les hace más autónomos pero no se lo ponen nada fácil y menos aún hoy en día en que es habitual ver a la gente con mascarilla. La dificultad se agrava en sus puestos de trabajo done la gente acude con mascarillas.

Ignacio, de 58 años de edad, vive en Santibáñez con su hermano, por lo que está "bien informado, él pregunta lo que quiere saber y para eso no hay problema pero nadie ha pensado en la dificultad que supone para una persona sorda no poder ver los labios de la persona que habla con ella, sin utilizar el lenguaje de signos", explica Noelia. Y es que tanto Ignacio en Santibáñez, como Victoria, que lleva 54 años conviviendo con la sordera, en León, donde se trasladó por motivos laborales, siguen trabajando en estos días de confinamiento.

"Hoy mismo he visto una iniciativa con la que están haciendo mascarillas que dejan a la vista la boca porque se ha pensado en las personas sordas, esto es una gran noticia y algo que nadie ha tenido en cuenta", lamentó Noelia que ve indispensable poder facilitar a estas personas una comunicación que no les haga estar aisladas de la realidad en la que viven.