Cuenta Carlos Sesma que el Miércoles Santo de 2019 arrancó cien docenas de lechugas para sacarlas al mercado; un año después "ha estado muy por debajo de la mitad". La suspensión de la Semana Santa, el cerrojazo del turismo y el confinamiento impuesto por la pandemia han dado un varapalo a la actividad hortícola de la provincia que este productor cifra en pérdidas del 70%.

Los días de Semana Santa, cuando la ciudad recibe a miles de turistas, se dispara el consumo y los invernaderos y huertos, al igual que muchos otros sectores, encuentran uno de los periodos más florecientes de la temporada. Este año ha quedado en blanco y no menos se ha dolido con el periodo de confinamiento y las recomendaciones de evitar pequeñas compras y excesivas la calle en la medida de lo posible. Lo que se impone es aprovechar las salidas al mercado, tiendas o supermercados para llenar la despensa durante unos días.

"Estamos notando durante este periodo sobre todo un cambio del hábito del consumo; el ama de casa está yendo hacia las variedades de lechuga que aguantan más y a productos de la huerta envasados" cuenta Sesma, el cuarto de una generación de horticultores que inició su abuelo Aureliano por Coreses y Villalazán, continuó su padre Alfonso junto a su tío Aureliano en la carretera de Almaraz, donde Carlos mantiene la actividad en invernaderos y huerta al aire libre. Lechuga, tomate, cebolla, pimiento, fresa... alimentos frescos y saludables que se producen casi a la puerta de casa.

"Se está consumiendo verdura y productos de huerta que vienen plastificados, picados y preparados, que aguantan más en el frigorífico y así la gente sale menos de casa. Claro, eso va en detrimento de lo fresco y los productos de la tierra, de proximidad" apunta este horticultor. A menor demanda menos corte, pero el proceso vegetativo tiene sus días y al final hay que sacar las lechugas "como sea"; habrá que bajar el precio para que no se malogre. "Es un perjuicio, tienes las cosecha preparada para estos días (en referencia al tirón que en condiciones normales supone la Semana Santa) y nos hemos quedado con la planta en la huerta" lamenta Sesma.

"Vivo para las plantas; las plantas me han dado lo mejor y lo peor de mi vida" confiesa. La crisis sanitaria es uno de esos momentos para olvidar, un mal trago "que nos está afectando a todos, pero espero que saquemos lecciones y una de ellas puede ser que se valore al sector primario". Como sector estratégico y productor de alimentos, en el invernadero de Carlos Sesma no se ha parado; lechugas y repollos están en plena temporada de producción y ahora toca plantación de verduras y hortalizas de verano, y la poda del tomate. Aunque en esta huerta no se para, el horticultor sí ha sufrido las consecuencias de la "hibernación" económica. "Tenían que haber venido desde Madrid a montarnos un plástico y no han podido".

Pero la producción de alimentos es intocable durante la pandemia porque "nadie come papeles o ladrillos, todos los sectores son importantes pero decía mi abuelo que con lo de comer no se juega y creo que se ha estado jugando mucho". Si algo ha puesto en evidencia la crisis provocada por el coronavirus es el valor del sector primario, el que produce alimentos de calidad y sostenibles.

"La producción local, de proximidad, da trabajo al entorno, garantiza el consumo fresco, sin apenas manipulación e intermediarios, sin cámaras y cortado en su momento; creo que habría que dar prioridad a lo próximo" defiende Carlos Sesma con la mirada ya puesta en San Pedro, cuando estarán preparados los tomates para otro gran momento de la temporada. Pero hay incertidumbre; "si tampoco hay fiestas el perjuicio será grandísimo".