En este 2020 los pasos se recogen para evitar las aglomeraciones de las procesiones como remedio contra el coronavirus, pero hubo un tiempo en que los santos se sacaban precisamente como remedio para aliviar epidemias. Es lo que sucedió un 19 de julio de 1885, cuando las tres grandes cofradías de Zamora, Santo Entierro, Vera Cruz y Jesús Nazareno unieron sus fuerzas para organizar una magna procesión, protagonizada por cinco mil personas, desde la capital hasta la ermita del Cristo de Morales

Tamaña caminata no se hizo, claro, con todo el cortejo procesional aunque si se llevó a hombros a la Virgen del Tránsito, metida en la Urna del Santo Entierro, y los patronos San Ildefonso y San Atilano, que debían interceder para acabar con el cólera.

Las tres hermandades se unicieron para "realizar una rogativa implorando a Dios que quedara libre Zamora de los estragos de la peste, poniendo por intercesora a la Virgen del Tránsito, imagen milagrosa y muy querida del pueblo zamorano, que saldría en procesión", como relata Florián Ferrero en su documentado relato del episodio dentro del libro sobre la Real Cofradía del Santo Entierro de Zamora.

El proyecto tenía su enjundia, ya que la Virgen del Tránsito no salía de su capilla desde hacía 145 años, y fue por unas obras que se realizaron en ella.

Obispado y monjas aceptan con agrado la propuesta y se dan todos los pasos necesarios para la rogativa. La presidencia delante del paso de la Virgen del Tránsito la ostentarían los mayordomos de las tres cofradías. La Virgen se colocaría dentro de su urna en la mesa del paso del Santo Entierro. Las mujeres devotas irían alumbrando "para que el orden no se altere, a ambos lados de las filas delante de los hombres".

Y en el centro desfilarían todas las insignias de las cofradías de Zamora, con las imágenes de San Ildefonso y San Atilano, y el obispo presidiría llevando en sus manos "la bendita Cruz de Carne". Y por primera vez se ofrecieron voluntarios para llevar el paso de la Virgen, algo hoy común, pero no antaño.