Gema tenía un billete para pasar las dos primeras semanas de abril viviendo la Semana Santa con su familia. El coronavirus, sin embargo, tenía otros planes para ella: confinarla en su hogar de Nueva Delhi. Esta ingeniera zamorana de 32 años habla al teléfono desde el GK1, su barrio en el sur de la ciudad: "El pronóstico era volvernos a España en abril de 2021 pero, vista la situación, a saber lo que pasa".

India confirmó su primer contagiado el 30 de enero, pero ahora los datos más actualizados elevan la cifra a los 4.684 casos, con 129 muertos y 364 altas. Sin embargo, la realidad es otra bien distinta. "El Gobierno indio no se está preocupando de nadie. Aquí los tests cuestan 5.000 rupias (60 euros), un precio nada asequible para la población", asegura Gema. Nueva Delhi es la segunda ciudad más poblada del mundo, con más de 22 millones de habitantes. Cuando estalló la crisis, el gobierno decidió dictar un confinamiento de 24 horas. Al ver una respuesta positiva de la población, decidió alargar el confinamiento hasta, por lo menos, el próximo 14 de abril

Las medidas son muy similares a las tomadas en España: solo están abiertos los comercios de primera necesidad, donde unos grandes círculos de tiza dibujan el metro y medio de distancia que hay que mantener por seguridad. Las calles están vacías, el transporte parado. "Pero 2 millones de personas solían venir todos los días de los pueblos aledaños a trabajar aquí, algunos incluso dormían en donde trabajaban y cobraban un sueldo diario de 500 rupias, o 6 euros. Ahora, se han quedado sin ingresos, en la calle y no saben leer o escribir". Entre la confusión y el caos, los bulos se multiplican por momentos: "Por ejemplo, se hizo viral uno que decía que el gobierno había fletado autobuses para que la gente volviera a sus pueblos, lo que provocó un colapso absoluto en las estaciones".

En India, cuando alguien se contagia, las autoridades ponen un cartel de rojo chillón que avisa de que en ese hogar vive un infectado por coronavirus. La medida no acaba de convencer a esta joven zamorana, que la siente discriminatoria. "Hay mucha tensión y con el miedo a enfermar y no poder permitirse pagar la sanidad, se genera rechazo hacia locales y extranjeros", apunta.

La familia de Gema, que reside en Zamora, recibe noticias de su hija todos los días. Aunque lo viven con cierta preocupación, Gema tiene claro que mantienen la calma "porque ya han venido a verme y saben que vivo en un barrio seguro, saben lo que hay y que donde estoy, estoy bien".