"Valeria se levantó muy temprano aquella mañana de sábado. Las vacaciones de verano ya habían comenzado y, aunque podía quedarse más tiempo en la cama, decidió ponerse en marcha lo más pronto posible. Había quedado con sus amigas para bajar a la piscina y darse un buen chapuzón. Se lo habían merecido después de haber estudiado durante todo el curso". Así empieza "El unicornio que sabía nadar", un cuento dedicado a Valeria, el primero de una larga serie escrita por el periodista zamorano Goyo Fermoselle, quien decidió reorientar el rumbo de su estilo de redacción para adaptarlo a menores y entregarles desinteresadamente una porción de fantasía, muy útil para hacer más llevadero el confinamiento domiciliario con el que se intenta controlar la propagación del coronavirus.

El "bicho", como se le llama popularmente, tiene un precioso nombre pero destruye vidas, enrarece sueños y oscurece el futuro, así que este periodista limpió y engrasó sus armas literarias para destruir, al menos en las mentes de los niño, la bicapa lipídica de esta maléfica nanopartícula autoensamblada.

Goyo Fermoselle Lorenzo, de 42 años, escribió durante el primer lunes de confinamiento, el pasado día 16 de marzo, el cuento 'El unicornio que sabía nadar', con el que empezó una retahíla que se ha ampliado a ojos vista mientras se prolonga el cautiverio autoinducido.

"Cuando empezó la cuarentena, había mucha gente que estaba aportando su granito de arena para hacer la vida más llevadera a quienes estábamos en casa. Había músicos que daban conciertos por streaming, jóvenes que llevaban la compra a gente mayor o que no pudiera salir de casa por sus propios medios y pensé que los niños que no van a poder salir de casa, ir al colegio y estar con sus amigos, salir a jugar ni ir al parque", indica. "Con un poco de imaginación, y como me gusta escribir, pensé en aportar esto, así, sin más. Ahora mismo me pillabas escribiendo". Todavía no ha puesto título a este relato pero acaba de escribir "La profesora del mar", en el que convierte a Claudia, la niña que pidió el cuento, a dar clase en el fondo del mar. "Pido a los niños que me den una serie de palabras clave para articular el texto y, en este caso, salen la sirena, los pulpitos, el pez payaso, el caballito de mar y la estrella de mar. He metido a la niña en el papel de profesora", concreta.

Los cuentos tienen una extensión media de unas 500 palabras, así que resultan ideales para leer a un menor recién acostado. "Algunos son un poco más largos porque me los han pedido para dos hermanos y quiero que tengan protagonismo los dos pero, en general, no son cuentos largos porque, al final, esto se me ha ido un poco de las manos y tengo más de 70 peticiones", comenta.

La forma de solicitar estos cuentos es muy fácil: basta con enviar un correo electrónico a goyofermoselle1@gmail.com en el que se incluyan cinco palabras que tengan que aparecer en el texto, así como el nombre del niño y su edad. "No es lo mismo escribir para un niño de tres añitos que para uno de once, que comprende el lenguaje de un modo diferente, Hilvano una pequeña historia y meto siempre el nombre de los que los piden para que sean protagonistas y la respuesta que dan es muy buena", apunta.

"Si los padres tienen cinco minutos para contarles un cuento cuando los peques se van a dormir, es una buena forma de terminar la jornada. El día es tan largo que da tiempo a todo, aunque parezca que no. Hay gente que me ha escrito diciendo que se habían emocionado y alguno lo ha imprimido y lo ha plastificado. Me encanta que les hayan gustado", asegura.

Ante la ingente producción de cuentos a demanda firmados por Goyo en apenas tres semanas, todo apunta a que la evolución natural del proceso creativo debería llevar a componer un libro, no tardando mucho, aunque el escritor no muestra el menor atisbo de afán de gloria ni de dinero. "A ver. Sí y no. No estoy haciendo registro de autores y estoy enviando los cuentos de corazón, a pecho descubierto, porque son para dar un pequeño toque de alegría a todos esos niños pero mi intención es hablar con alguien que los pueda ilustrar y, si es posible, editarlos y publicarlos para que los beneficios vayan a alguna asociación de niños enfermos, por ejemplo. Eso podría ser", asevera.