Uno de los sectores más sacudidos por la crisis del coronavirus ha sido, sin duda, el educativo. Y con una expansión generalizada, puesto que ha afectado no solo a profesores y alumnos, sino a todas las familias, que han tenido que acoplar sus horarios y rutinas al nuevo modo de aprendizaje de sus hijos. Desde la Fundación Trilema -que gestiona uno de sus colegios en Zamora- su presidenta, Carmen Pellicer, considera que esta situación debería ser una oportunidad para analizar el actual sistema educativo español, con una metodología "obsoleta" y apostar por el tan deseado pacto educativo. Consciente de las dificultades de muchas familias en estas circunstancias, Pellicer valora especialmente el gran trabajo diario que están realizando los docentes.

-¿Cómo se ha adaptado la comunidad educativa de Trilema a la nueva situación?

-Pasados los primeros días, donde todos sentimos que lo que estaba ocurriendo era imposible y la primera impresión era de que iba a durar poco, se fue asumiendo la realidad poco a poco. Es una situación que va a durar largo tiempo y teníamos que reaccionar. Hemos hecho equipo y para mí eso ha sido lo más importante, nos hemos unido los seis colegios en una única piña.

-¿Qué rutina se sigue ahora?

-Empezamos todas las mañanas a las nueve con una asamblea de profesores, donde nos reunimos casi 200 de todas las escuelas para hacer una reflexión y contar una buena noticia entre muchas de las cosas que van pasando en los colegios. Por ejemplo, recientemente, vimos un ejemplo en Zamora, con uno de los alumnos que tiene síndrome de Down y nos había grabado un vídeo precioso recomendando un libro. Era la primera vez que escuchábamos su voz en años.

-¿Es un buen momento también para fomentar la imaginación?

-Nosotros lo hacemos con nuestro reto de aprendizaje diario. Se trata de algo no curricular, una actividad para que los alumnos hagan durante el día, solos o con sus familias, según las edades. Tiene más que ver con la dimensión artística, la creatividad o el ejercicio físico. Se trata de que sea algo divertido. Es un reto común para los dos mil alumnos de la Fundación y a lo largo del día van mandando evidencias a sus tutores de que han cumplido el reto. Es una actividad que está fuera un poco de los deberes.

-¿Cómo han respondido los alumnos?

-Pasados los primeros días, van entrando en una cierta rutina y están respondiendo bien, creo que nosotros tenemos una estupenda relación entre los profesores y ellos y eso es lo que da fruto en estas circunstancias. Ese cariño del profesor, el estar pendiente los alumnos, lo agradecen y lo buscan. Luego, siempre hay alumnos que se escaquean y hay que estar detrás de ellos igual que en las clases habituales.

-¿Y cómo se han adaptado los profesores?

-Nos hemos organizado para llevar un cierto orden después de los primeros días, pero, a medida que vamos asumiendo que esto va a durar un cierto tiempo, hay que encontrar una cierta rutina, buscando también periodos de descanso. Nuestro profesorado está trabajando muchísimo, incluso más que antes, haciendo muchas horas y asumiendo muchísima responsabilidad y con mucha dedicación. Y creo que esto es lo que va ayudar un poco a sobrellevar esta situación tan complicada.

-¿Es esencial el contacto con los alumnos?

-Cada tutor tiene una asamblea diaria con sus alumnos, desde 3º de Primaria hasta 4º de la ESO por alguna de las plataformas con las que trabajen. Allí el tutor ve cómo están sus alumnos y ellos ven a sus compañeros. Se comentan los desafíos y se hace una reflexión para continuar con la parte académica.

-¿Es lo más complicado para el profesor?

-Están trabajando muy bien, grabando vídeos con clases y elaborando un repositorio con recursos para diferentes asignaturas en todos los niveles. Y por las tardes hay webinar para los docentes, de formación, donde hemos llegado a reunirnos hasta 2.000 personas. Allí se aborda cada día un tema sobre aspectos de aprendizaje, desde escritura creativa hasta cómo desarrollar proyectos o el aprendizaje cooperativo. Hemos añadido charlas entre profesores y padres, para aprender a educar en tiempos difíciles y en el hogar.

-Con todo este sistema nuevo de impartir clases, ¿es complicado hacer las evaluaciones?

-Nosotros hemos optado por la coevaluación, es decir, hacerla entre la familia y los profesores. No vamos a poner notas numéricas, sino que se trata de una evaluación cualitativa, hablando de cada niño y de su evolución en este momento a nivel socioemocional, de competencias y de la situación que están viviendo la familia. Recogemos lo que nos dicen los padres sobre cada niño y estudiamos si van bien o necesitan más ayuda y precisan de más material. En este sentido, tendremos que organizar el próximo trimestre de una forma mucho más personalizada, porque vamos a terminar el curso prácticamente en una situación similar.

-¿Es un problema visible la diferencia de acceso a las nuevas tecnologías entre los alumnos?

-En nuestro caso, hicimos un registro de todos los niños que estaban viviendo situaciones económicas difíciles y buscamos recursos y donaciones de dispositivos digitales. También repartimos todos los dispositivos que había en los colegios para que se los llevaran a casa y las bibliotecas escolares también las abrimos para repartir sus libros.

-¿Todo esto supone una carga extra para los padres?

-Todo lo que sale para ayudar a aprender en casa es una propuesta, no una obligación. Esto siempre lo dejo claro en los mensajes que se les dan a las familias. Hay que vivirlo sin culpabilizarse, porque entendemos a las familias que están en una situación límite o con los dos padres teletrabajando, con solo un ordenador en casa. Evidentemente, todo esto no estaba preparado y hay que tener sentido común u vivirlo con serenidad. En los programas realizados para alumnos hasta segundo de Primaria consideramos que hasta los siete u ocho años los niños no tienen una autonomía y necesitan a un adulto que esté pendiente para que vayan haciendo sus tareas. A partir de tercero de Primaria consideramos que ya tienen una cierta autonomía y ellos solos pueden pautarse con un cierto horario. También hay que aprender a exigirles y poner unos límites.

-¿Y en el caso de las etapas superiores?

-En Secundaria, por supuesto, los alumnos tienen que tener la suficiente responsabilidad para seguir una cierta marcha académica. Pero siempre, insisto, bajo el presupuesto de que lo fundamental es que estén bien. De ahí que la función del tutor sea crucial en este momento. Para mí quizá lo más importante de todo es que cada tutor conecte con cada niño cada día y que se asegure de entender la situación que cada alumno vive para flexibilizar según el caso. En este sentido, siempre habrá quien reniegue de que tiene muchos deberes y el que crea que no son suficientes. Conseguir ese equilibrio no es sencillo, pero hay que tomárselo con tranquilidad. Una de las ventajas de esta situación es que se han abierto de forma gratuita muchísimos recursos y creo que una de nuestras tareas es facilitar a los padres un poco de asesoramiento para ver qué cosas pueden utilizar para que sus aprendan de otra manera, pero siempre sin agobio.

-¿Preocupa especialmente la situación de los estudiante de 2º de Bachillerato, con la prueba de la EBAU a final del curso?

-Creo que las administraciones se precipitaron al poner una fecha tan temprana, no estoy muy segura de que se pueda realizar en los tiempos previstos. Habrá también que reducir los contenidos de los exámenes a lo que se ha trabajado en los trimestres anteriores. Pero hay que pensar que la EBAU es un examen sobre 2º de Bachillerato, sino una prueba que debería reflejar la evolución de un alumno en diez años de escolarización obligatoria. Por lo tanto, esta situación puede convertirse quizá en una oportunidad para convertir la EBAU en lo que debería ser, una prueba de madurez y no de memoria mecánica de contenidos un poco embutidos en el último año de la escolarización. Tampoco pasaría nada por que el inicio del curso en la universidad se retrasara un mes y comenzara en octubre, como ocurría hace algunos años. Sería sensato retrasar la matriculación de estos nuevos alumnos universitarios, estaría dentro de lo posible.

-¿Ve factible la vuelta a las aulas antes de que finalice el curso?

-Cre que no volveremos a las aulas en la educación obligatoria. Si todo va bien, los profesores sí podamos regresar para cerrar el curso en junio y posiblemente para recapitular, pero la previsión que estamos haciendo en la Fundación Trilema es que esta situación durará hasta final de curso y por eso estamos haciendo también un trabajo importante de reorganizar y reajustar programaciones y currículos sin dramatizar. No pasa nada si en un trimestre no hay actividad curricular ordinaria, habrá que ajustar un poco el principio del curso que viene y adaptar los contenidos en algunas materias troncales.

-¿Cómo valora la respuesta que, educativamente, se ha dado a esta crisis en España?

-El profesorado ha sido ejemplar en general y se han volcado en buscar las maneras, pero el sistema no estaba preparado ni a nivel tecnológico ni por la competencia digital de los docentes ni de los alumnos, incluso por los recursos. Deberíamos plantearnos si nuestro sistema educativo necesita una reforma más profunda, que no se quede anclado en currículos, contenidos y materiales obsoletos, con una visión todavía memorística de evaluación y de calificaciones. Si al sistema se le hubiera hecho un cambio más profundo, habríamos podido responder de una manera mucho más adecuada a una situación como esta. Así que todo esto nos debería hacer pensar que nuestro país necesita urgentemente un pacto por la educación. Es lo que se merece y lo que necesitamos en un futuro.